El emir de Kuwait pide a los líderes árabes que aparquen sus diferencias
El enfrentamiento entre Arabia Saudí y Catar ensombrece la 25ª cumbre de la Liga Árabe e impide un acercamiento sobre las crisis de Siria y Egipto
El emir de Kuwait, el jeque Sabah al Ahmad al Sabah, ha utilizado hoy martes su discurso de apertura de la 25ª cumbre de la Liga Árabe para pedir a los participantes que aparquen sus diferencias y trabajen de forma conjunta en la solución de los conflictos que les atañen. Sus palabras reflejan la impotencia ante el fracaso de sus esfuerzos por reconciliar a Arabia Saudí y Catar, enfrentados por su distinto enfoque de la situación tras la primavera árabe. Además, la división sobre Egipto y Siria bloquea cualquier posibilidad de alcanzar un entendimiento.
“Los peligros que nos rodean son enormes y no podemos avanzar hacia una acción árabe conjunta sin unidad y sin dejar de lado nuestras diferencias”, declaró el jeque Sabah, anfitrión de esa cita anual de los jefes de Estado o Gobierno árabes, según traducción de Reuters.
Aunque no mencionara nombres, todo el mundo ha entendido que se refería a Arabia Saudí y Catar, cuya pugna sobre el papel de los Hermanos Musulmanes en la región dificulta encontrar una salida a la guerra civil en Siria o la lucha política en Egipto, las dos principales crisis árabes en este momento. El recelo saudí hacia ese grupo, y el apoyo que recibe de los cataríes, ha llevado al Gobierno de Riad, secundado por los de Abu Dhabi y Manama, a retirar su embajador de Doha, una decisión sin precedentes entre esos países vecinos (miembros todos de Consejo de Cooperación del Golfo, CCG).
Poco antes, el anciano monarca había aparecido sonriente flanqueado por el jeque Tamim, emir de Catar, y el príncipe Salman, heredero saudí, representantes de los dos pesos pesados árabes gracias a sus recursos energéticos. A pesar de los desmentidos oficiales, el gesto parecía indicar un nuevo esfuerzo de mediación del kuwaití que ya el año pasado ayudó a tender puentes entre ambos países.
Sin embargo, cualquier esperanza quedó enterrada cuando la agencia oficial de noticias saudí, SPA, anunció que Salman había abandonado Kuwait poco después de pronunciar su discurso. Algunos observadores temieron que eso adelantara el fin de la cumbre que, en principio, debiera clausurarse mañana. El heredero saudí apeló a “cambiar el equilibrio de fuerzas” en Siria, cuya situación calificó de catastrófica.
Sólo sobre este último extremo hay unanimidad. Pero como poner fin a la guerra que desangra ese país, y que el enviado especial de la ONU Lakhdar Brahimi recordó que ya ha causado 140.000 muertes, divide a los árabes (al igual que a la comunidad internacional). Tanto que tres años después de haber suspendido al régimen de Damasco a causa de la violencia utilizada contra la revuelta popular, aún no se ha entregado su silla a la Coalición Nacional, tal como se acordó en Doha el año pasado.
“Dejar vacío el sitio de Siria envía un mensaje a [Bachar] el Asad… ‘mata, mata, el sitio te está esperando para cuando acabe la batalla”, declaró ante la cumbre Ahmad al Jarba, el jefe de esa coalición opositora.
Al Jarba también pidió a los líderes árabes que presionen a las potencias internacionales para que faciliten armas pesadas a sus “revolucionarios” y aumenten la ayuda humanitaria a la población siria afectada por la guerra.
Su petición tiene pocas posibilidades de ser respondida. Además de que Arabia Saudí y Catar respaldan a distintos grupos opositores, los aliados árabes de Damasco rechazan el apoyo a los rebeldes. Irak, Líbano y Argelia argumentan que la mayor fuerza entre ellos son los islamistas, incluidos algunos grupos vinculados a Al Qaeda. Los dos primeros, que comparten frontera con Siria, sufren el contagio de la inestabilidad, azuzada además por factores sectarios.
“Toda la región corre el peligro de ser arrastrada por esa guerra”, advirtió Brahimi cuyo llamamiento a encontrar una solución política tiene pocos visos de encontrar eco.
En cuanto a Egipto, el otro contencioso desde el golpe militar que en junio del año pasado desalojó al Gobierno de los Hermanos Musulmanes, el emir de Catar tendió una mano al subrayar su “respeto a la elección del pueblo egipcio”. No obstante, deseó que las autoridades de El Cairo favorezcan “un diálogo global”, lo que implicaría incluir a aquellos.
Por su parte, Arabia Saudí, que al igual que Egipto ha incluido a ese grupo en su lista de organizaciones terroristas, intentaba convencer al resto de los miembros para que tomen la misma decisión. La dificultad para consensuar una definición de terrorismo planeaba de antemano sobre la cumbre.
“Resulta indigno que quienes no logran mantener su unidad nacional acusen a otros países de apoyar el terrorismo”, escribió el emir de Catar en su cuenta de Twitter poco antes de pronunciar su discurso.
Significativamente, no sólo han faltado por razones de salud los jefes de Estado de Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Irak y Argelia, sino que tampoco asisten ni el sultán de Omán, ni los reyes de Bahréin y Marruecos. Para Kuwait no deja de ser una afrenta que sólo uno de sus socios del CCG, Catar, esté representado al máximo nivel por su joven emir.
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