De Kabul a las barricadas de Kiev
Veteranos de la campaña soviética en Afganistán protegen el campamento de protesta de los opositores ucranios y median con las autoridades
Los veteranos de las tropas soviéticas que combatieron en Afganistán (1979-1989), los afganos, se perfilan como uno de los grupos más interesantes en el conglomerado social del Euromaidán después de que, conjuntamente con la organización Sector de Derecha, lograran un acuerdo con representantes del Consejo de Seguridad y el Ministerio del Interior de Ucrania para liberar a los activistas detenidos en las barricadas de Kiev.
Los afganos han dejado sus propios asuntos para hacer guardia en la plaza. Por sus contactos a ambos lados del frente, estos maduros padres de familia podrían jugar un papel clave en el futuro de las protestas. EL PAÍS estuvo con ellos en su tienda de “servicios médicos”, desplegada en un campamento-ciudadela en la parte alta de la plaza de la Independencia de Kiev.
Las conversaciones con representantes del Consejo de Seguridad para liberar a los activistas fueron “una iniciativa de nuestros dirigentes, como Oleg Michniuk, que conoce personalmente a los jefes de la policía y comenzó a hablar con ellos. Todos nos conocemos y, en el otro lado, también hay muchos afganos, y ese es un factor de contención”, afirma Andréi Grischuk, que de 1983 a 1985 sirvió en el batallón que custodiaba la sede del Estado Mayor del Ejército Rojo en Kabul, el antiguo palacio de Jafizulá Amín.
Grischuk cobra unos 300 euros al cambio de pensión, por haber sido herido por una mina. Tras la carga policial contra los estudiantes el 29 de noviembre pasado, consultó a su mujer y vino voluntario a la plaza de la Independencia. “Este es mi segundo Maidán”, afirma, refiriéndose a las protestas del otoño de 2004. “Entonces los afganos no participábamos organizados, como ahora”, dice mientras echa leña a la estufa de esta tienda de campaña que recuerda los campamentos nómadas de Mongolia.
“Al igual que aquí [en el Euromaidán] no hay una línea general, sospecho que allí [los órganos de orden público y seguridad del Gobierno] tampoco hay una línea única. Allí hay elementos que creen de forma incondicional en [el actual presidente Víktor] Yanukóvich, que les dio garantías de que no los abandonará; hay elementos que tendrán que rendir cuentas por los delitos cometidos si pierden la partida; y hay elementos que se pasarían a nuestras filas, pero que necesitan unas garantías, que nosotros no podemos dar, porque no tenemos un líder en el que se pueda confiar”.
“La única persona que asumiría plenas responsabilidades es Yulia Timoshenko. Si saliera de la cárcel, en una semana todo esto se habría acabado”, opina, mientras obsequia con galletas españolas, procedentes de “un envío humanitario de la comunidad de ucranios de Santander”.
Según Grischuk, en Ucrania hay unos 50.000 afganos dispersos por todo el país y afiliados a distintas organizaciones de veteranos. “Los hay que apoyan a estas autoridades, sobre todo, los que trabajaron en las estructuras de orden público y seguridad, pero esto no se ha transformado en una confrontación personal entre nosotros”, señala. Grischuk pertenece a la Unión de Veteranos de Afganistán, “la organización más numerosa, que se ha declarado neutral y ha dejado libertad a sus miembros para que hagan lo que estimen oportuno”.
La tarea de los afganos es “evitar los excesos y provocaciones y limar en lo posible las situaciones de tensión”. Participan en patrullas nocturnas y se acuartelan en tres emplazamientos distintos del Euromaidán. “En la actualidad estamos unidos con el único fin de echar del poder al presidente y al grupo que ha llevado al país al borde de la guerra civil”. “Es nuestra exigencia común; en todo el resto, podemos tener diferentes puntos de vista”, señala.
“Los partidarios de la no violencia son muchos, pero también hay bastante gente que comenzará a disparar si el régimen utiliza la violencia”, dice, pero agrega que “los exaltados son muchos, pero no son mayoría”.
Opina el veterano que la última serie de combates en las inmediaciones de la sede del Gobierno ha supuesto un punto de inflexión psicológico y ha “fogueado a los chicos, que pasaron de reclutas a combatientes”. “Cuando la policía comenzó a echar granadas y a disparar, la gente agarró los cócteles molotov y demostró que no van a esperar a que los maten, que no son víctimas indefensas”, dice. Precisa que “los cócteles molotov fueron una respuesta y se utilizaron por primera vez el 1 de diciembre”. “Lo importante no es lo que tienen en la mano, sino en la cabeza”, afirma.
Un frente heterogéneo
La estructura de los defensores del Euromaidán no es burocrática, sino “de confianza”. “Sus líderes han demostrado su sentido de la responsabilidad en el tiempo pasado aquí y por eso son obedecidos”, afirma el afgano Andréi Grischuk.
Hay quien “intenta apuntarse puntos”, como el líder de Causa Común, Olexandr Daniliuk, que ocupó tres edificios oficiales, admite el veterano. Los militantes del partido nacionalista Libertad le obligaron a desalojar el Ministerio de Agricultura, el reducto donde se habían hecho fuertes.
“Daniliuk dejó a su gente y huyó [aparentemente a Londres]. Puede que fuera sincero, pero no calculó sus fuerzas y lo que hizo jugó a favor de las autoridades, porque les permitió acusarnos de extremismo”, señala.
Sobre los radicales del Sector de Derechas, Grischuk afirma: “Cualquier soldado viejo te dice que es mejor estar meses en las trincheras que horas ante las ametralladoras, pero hay quien quiere correr frente a las ametralladoras, y esos son los de Sector de Derechas. Su función es dar puntapiés a los políticos para recordarles que deben resolver sus problemas. La sociedad reconoce su valor, pero eso no significa que tengan carta blanca”.
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