La UE se muestra dividida ante la crisis
Barroso amenaza con “tomar medidas si la situación no cambia” La Comisión envía un representante para facilitar el diálogo
Europa aprieta pero, de momento, no ahoga a Ucrania. La represión del Gobierno de Víktor Yanukóvich sobre sus opositores ha disparado todas las alarmas en Bruselas y ha puesto a la UE en alerta sobre el devenir de los acontecimientos. Si el miércoles se conocía la amenaza de Durão Barroso —"si la situación no cambia, estudiaremos tomar medidas"— este jueves la Comisión anunció que el responsable europeo de Ampliación y Política de Vecindad, Stefan Füle, viajará este viernes a Kiev para intentar facilitar el diálogo y dejó la puerta abierta a que la jefa de la diplomacia europea, Catherine Ashton, se sume en los próximos días. Todo ello, sacudido por un clima de división interna entre algunos miembros de la UE sobre los próximos pasos y a cinco días de la cumbre entre la UE y Rusia, en la que este asunto ni siquiera figura en la agenda de los mandatarios. Al menos, oficialmente.
La muerte de al menos dos manifestantes el miércoles en Kiev obligó a mover ficha a la Comisión, que hasta entonces se había mantenido en un discreto segundo plano. "Consideramos inaceptable lo que está sucediendo", se apresuró a declarar el presidente del Ejecutivo comunitario.
El discurso de la UE se mueve entre dos aguas. Por un lado, las altas esferas comunitarias inciden en la necesidad de diálogo, en el que se enmarcan las reuniones que mantendrá el comisario Füle con altos cargos del Gobierno, líderes de la oposición y representantes de la sociedad civil. Por otro, no descartan la imposición de sanciones directas sobre el Gobierno ucranio. Sin embargo, para que Bruselas pudiera castigar a su vecino del Este, antes sería necesario algo tan complejo como un acuerdo entre todos los Estados miembros.
"Es improbable que lleguen las sanciones, pese a que amplios sectores proeuropeos de Ucrania llevan semanas pidiéndolas", apunta Natalia Shapovalova, del think tank Fride. "Alemania, Polonia o Lituania creen que una política de aislamiento podría acercar a Yanukóvich aún más a Rusia, como ya ocurrió con Bielorrusia en 2006", enfatiza. Esta investigadora, experta en la relación de Europa con los países de la órbita rusa, apuesta por medidas individuales de cada uno de los Estados, como el bloqueo de cuentas de personas cercanas al Gobierno o la imposición de restricciones para la obtención de un visado. "Quizá no fuera muy eficaz, pero sí muy simbólico", añade por teléfono. "Cortar el acceso al sistema bancario global y congelar sus activos en países europeos y en EE UU", también sería un buen arma para combatir contra un Yanukóvich que "solo lucha por su supervivencia política", añade Balázs Jarábik, exdirector de la organización Pacto Ucrania.
Algo más dura se muestra Amanda Paul, del European Policy Centre, que critica abiertamente la "timidez y tibieza" de la UE. "Europa no es consciente de que en Ucrania se juega el futuro de la democracia en la región y su credibilidad como actor en asuntos de política internacional", subraya. Para evitar este declive, Paul apela al liderazgo de los grandes Estados miembros bajo la batuta de la canciller alemana, Angela Merkel, quien a su juicio "aún conserva" predicamento y autoridad sobre su homólogo ucranio. "Su actuación es tan remota como necesaria", admite. En segundo lugar, esta investigadora considera que, si Europa quiere acabar con el avispero en que se ha convertido Ucrania, debería seguir el ejemplo de EE UU y cancelar la concesión de visados a personas cercanas al Ejecutivo de Yanukóvich. Y avisa: "Europa no puede quedarse cruzada de brazos ante lo que puede ser el principio de una guerra civil en un país fronterizo con la Unión".
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