El norteamericano desaparecido en Irán desde 2007 trabajaba para la CIA
Levinson participaba en una operación subversiva no autorizada que provocó uno de los escándalos más graves de la agencia
La historia oficial sigue manteniendo que Robert Levinson, 65 años, era un ciudadano normal que desapareció en la turística isla iraní de Kish durante un viaje de negocios en 2007. Pero como si de un guión cinematográfico se tratase (más cercano a la actual serie Homeland que al autor de espionaje John Le Carré), una investigación periodística iniciada por la agencia Associated Press prueba que Levinson, exagente del FBI, trabajaba para la CIA en una operación subversiva que no había sido aprobada por los responsables de este tipo de misiones y que provocó uno de los escándalos más graves en la reciente historia de la Agencia.
Las últimas pruebas de que Levinson estaba vivo las recibió su familia a finales de 2010 y principios de 2011, cuando llegaron varias fotos y un vídeo que mostraban a un Levinson visiblemente envejecido, con una crecida barba descuidada y un cartel colgado del pecho que decía: “Este es el resultado de 30 años trabajando al servicio de EEUU”. Desde entonces no se ha sabido nada más de su paradero y la Casa Blanca insistió de nuevo el mes pasado que Levinson “desapareció durante un viaje de negocios en Irán”. Hoy lo ha vuelto a repetir.
Tras su desaparición hace casi siete años, la CIA dijo al Congreso en audiencias a puerta cerrada que Levinson no tenía relación en ese momento con la Agencia y minimizó los lazos que había tenido en el pasado con el exagente del FBI. La CIA, que tardó en responder a la desaparición de Levinson, insistió durante meses en que éste no había viajado a Irán en una misión de Langley.
Sin embargo, tras su desaparición se encontraron correos electrónicos y otra documentación que sugería que Levinson había viajado a Irán bajo la dirección de ciertos analistas de la CIA que no tenían autorización para ejecutar operaciones en el extranjero. Cuando esto llegó a conocimiento del Capitolio, se desencadenó un escándalo que concluiría con la expulsión callada de tres veteranos analistas y sanciones contra otros siete. Para evitar que la familia presentase una demanda que hubiera supuesto aun mayor vergüenza para la Agencia, esta pagó dos millones y medio a la mujer y siete hijos de Levinson.
Associated Press tuvo la primera confirmación de que Levinson trabajaba para la CIA en 2010. Pero decidió guardar la información después de que el Gobierno le pidiera que no la revelase, ya que estaban siguiendo varias pistas que podrían llevar a la liberación del ciudadano estadounidense. Bill Nelson, entonces miembro del Comité de Inteligencia del Senado, ha asegurado que él mismo urgió ayer a AP a que guardara la historia, en la que varios reporteros de la agencia de noticias llevan trabajando desde hacía varios años. “Lo único que puedo decirle es que se trata de información clasificada”, dijo el senador Nelson –demócrata de Florida, estado natal de Levinson- a la editora ejecutiva de AP, Kathleen Carroll. “Esto es todo lo que puedo decirle. No puedo hablar más sobre ello”, finalizó Nelson.
Uno de los reporteros que trabajó en la historia de AP está ahora en nómina del diario The Washington Post, quien ha publicado hoy viernes en su edición impresa la revelación. La historia, callada durante tantos años, se hace pública ahora porque todo apunta a que tras casi siete años los intentos de la Administración por encontrar y liberar a Levinson han sido infructuosos. Fuentes oficiales creen casi seguro que los captores de Levinson conocían la conexión de este con la CIA y que habría sido interrogado duramente por ello, lo que a lo largo de los años ha podido acabar costándole la muerte.
Levinson viajó hasta Kish para recabar información de Dawud Salahuddin, un ciudadano norteamericano fugitivo de la justicia por haber asesinado a un exdiplomático iraní en los ochenta a las afueras de Washington y que en el momento de encontrarse con Levinson tenía importantes contactos dentro del régimen de Teherán. El exagente del FBI –agencia para la que Levinson trabajó 25 años- creía que Salahuddin podría proporcionarle información sobre el programa nuclear iraní, información que él supuestamente habría pasado a su contacto dentro de la CIA, la analista Anne Jablonski, quizá la mayor experta sobre la mafia rusa de la Administración norteamericana.
Ese último tema fue el nexo de unión de Levinson y Jablonski y por lo que se conocieron. Todavía siendo un agente del FBI, Levinson asistió a una conferencia en Nuevo México impartida por Jablonski a principios de los noventa sobre el crimen organizado. Cuando Levinson abandonó el FBI en 1998 era ya amigo muy cercano de la mujer. En 2005, la analista –con gran reputación en la Agencia- fue transferida a la oficina que se encarga de neutralizar las posibles amenazas provenientes del exterior y presentó a Levinson a los expertos en lavado de dinero, algo en lo que el propio Levinson estaba ya más que versado.
En junio de 2006, la CIA contrataba a Levinson, aunque como es obvio y sucede con la mayor parte de los contratos de la Agencia, este no se puede encontrar en un archivo. La CIA pagó 85.000 dólares a su nuevo empleado por escribir informes sobre sus viajes –desde Turquia a Canadá, pagados por la Agencia- y su experiencia. Básicamente recababa información para el espionaje, de hecho, las indagaciones que hizo sobre Venezuela -y Hugo Chávez- y Colombia fueron muy valiosas para la CIA.
Teherán niega que tenga en su poder a Levinson. Incluso con la nueva era que parece inaugurarse con la llegada al poder de Hasan Rohaní y el acercamiento entre EEUU y el régimen -que ha logrado paralizar parte del programa nuclear iraní- no ha habido ningún progreso en determinar el paradero o la suerte corrida por este ciudadano de Estados Unidos. “No sabemos donde está o quién es”, dijo el presidente de Irán durante su visita el pasado septiembre a Nueva York dentro del marco de la Asamblea Anual de Naciones Unidas. “Es un americano desaparecido. No tenemos más noticias”, finalizó.
Si Levinson sigue con vida, el pasado noviembre se habría convertido en el ciudadano norteamericano mantenido más tiempo en cautiverio por sus captores en la historia de EEUU, superando los 2.454 días que el periodista de AP Terry Anderson pasó rehén en Beirut en la década de los ochenta. A diferencia de Levinson, los captores y el paradero de Anderson no era un misterio.
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