_
_
_
_

El desencanto nutre a los radicales

La calle está dominada por jóvenes nacionalistas de derechas que quieren el cambio aquí y ahora En el movimiento de protesta faltan líderes que garanticen que no habrá violencia

P. BONET
Manifestantes proeuropeos, este domingo en Lviv.
Manifestantes proeuropeos, este domingo en Lviv.YURIY DYACHYSHYN (AFP)

La concentración de ciudadanos ilusionados que reclamaban la integración de Ucrania en la UE, el euromaidán, se metamorfosea de forma inquietante a resultas de la violencia que ha estallado en Kiev. Ahora, cuando las columnas de humo procedentes de los gases lacrimógenos y los petardos se elevan frente a la administración presidencial, no es el momento para vaticinar las consecuencias geopolíticas de la lucha callejera por las instituciones del Estado. Pero se pueden apuntar algunos problemas que afectan a la estabilidad de Ucrania y por extensión a la estabilidad de Europa.

Los enfrentamientos evidencian que en Ucrania faltan líderes carismáticos capaces de garantizar que no se producirá una deriva violenta. En 2004, durante la Revolución Naranja, el presidente saliente Leonid Kuchma, por una parte, y sus oponentes, Víctor Yúshenko y Yulia Timoshenko, se insultaron, se engañaron y se propinaron golpes bajos, pero fueron siempre conscientes de que debían evitar el derramamiento de sangre. Es más, entre maidán y maidán, Timoshenko tomaba el pulso a las fuerzas de seguridad e hizo de lanzadera para mantener los contactos entre unos y otros.

El maidán de 2004 atraía a la gente con un mensaje de esperanza, que se resumía en el deseo de democratizar Ucrania y de acabar con la corrupción. El cambio llegó, pero el equipo naranja, con sus luchas internas y sus propias corruptelas, decepcionó a los ucranios. El resultado en las presidenciales de 2010 fue la victoria de Yanukóvich, el gran derrotado de 2004.

Yanukóvich, un duro que hizo carrera en la región minera de Donetsk, ha traído consigo un mayor nivel de codicia y corrupción que sus predecesores. Lo dicen abiertamente los líderes de la oposición y lo confirman en privado fuentes del partido de las Regiones. Dado que las prebendas del Estado estaban ya repartidas, la familia en el poder ha tenido que explotar un poco más a las pequeñas y medianas empresas que hoy están ahogadas por los impuestos y por los extorsionadores que reclaman mordidas para solucionar gestiones. Los ucranios están hartos en el oeste y en el este. La diferencia entre unos y otros es que los del oeste tienen más voluntad de lucha y más ilusión sobre la posibilidad de cambio, vinculada a Europa, mientras los del este se han quedado desamparados, en las minas, la metalurgia y la industria pesada, que benefician a los clanes vinculados a los Yanukóvich. Los del este son más conscientes de que la voluntad de lucha puede tener penosas consecuencias. En Donetsk, señalan, está encarcelado el líder del movimiento popular de protesta contra unas obras urbanas vinculadas a las empresas del hijo del presidente, el dentista Alexandr Yánukovich, uno de los hombres más ricos de Ucrania, conocido también por Alexandr el Estomatólogo.

En 2004 la alternativa a Leonid Kuchma no tenía ni el radicalismo ni el nacionalismo que se está apoderando de la alternativa a Yanukóvich hoy. La calle está cada vez más dominada por grupos extremistas, jóvenes nacionalistas de derechas que quieren el cambio aquí y ahora y sienten alergia por los procedimientos democráticos devaluados. Estos jóvenes extremistas se sienten enardecidos por el apoyo que Europa presta a Ucrania y —en parte— fluctúan en torno al partido Svoboda (Libertad), que dirige Oleg Tiagnibok, uno de los tres líderes de la oposición.

Libertad ha moderado su lenguaje tras entrar en el Parlamento en 2012, aunque sigue coqueteando con el concepto de ucranio étnico y con otras ideas conservadoras, algunas de las cuales tienen mal encaje en una Europa tolerante y abierta. Este domingo Tiagnibok y los otros dos líderes de la oposición, el campeón de boxeo Vitali Klichkó y el exjefe de la Rada Arseni Yaseniuk, exhortaron a los manifestantes que asaltaban la administración presidencial a volver a la plaza de la Independencia. Pero a diferencia de 2004, no sabemos si los manifestantes les oirán y tampoco sabemos si Yanukóvich procederá con el sentido común que finalmente mostró Leonid Kuchma.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

P. BONET
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_