Netanyahu se niega a renunciar a la posibilidad de atacar a Irán
Sus advertencias contra un acuerdo nuclear han dañado su relación con Barack Obama "Si fallan los medios diplomáticos iluminaremos a las naciones", dijo recientemente
Benjamín Netanyahu no cede. Es cierto que ha aceptado negociar con Estados Unidos con la intención de que el pacto provisional firmado por las potencias mundiales e Irán de paso a un acuerdo definitivo que incluya su exigencia de que a Teherán se le prohiba enriquecer uranio. Aunque en esta semana entrante enviará a Washington a un equipo de altos funcionarios, el primer ministro israelí mantiene su tono desafiante de los pasados meses. Durante una visita al Muro de las Lamentaciones, el jueves, explicó que su prioridad es evitar que Irán consiga un arma nuclear. “Si es posible, preferiríamos que fuera por medios diplomáticos, pero si no es así, nosotros iluminaremos a las naciones”, dijo. Así pues, la opción militar -un ataque en solitario de Israel a Irán, en solitario- vuelve a estar sobre la mesa. Con esta estrategia, Netanyahu se arriesga a dañar aún más su relación con la Casa Blanca y a quedar relegado al apartado de aliados incómodos y difíciles de tratar.
La luna de miel ha durado poco. Ya en 2012 los incansables esfuerzos de Netanyahu por que un reticente Barack Obama se sumara a un ataque preventivo a Irán llevaron a un invierno de desencuentros y disputas. La primera visita oficial del presidente norteamericano a Israel, en marzo, pareció curar heridas y acercar posiciones. Netanyahu incluso aceptó volver a la mesa de negociaciones con los palestinos, ante la insistencia de EE UU, asumiendo una concesión que le ha costado apoyos en su gobierno y entre su electorado: liberar a 104 presos palestinos, muchos de ellos condenados por ataques con víctimas. La intensa campaña israelí de las semanas pasadas, de advertir en público y con un patente enfado de que un acuerdo provisional con Irán en el que se le permita a este seguir enriqueciendo uranio sólo le facilitaría la consecución ulterior de la bomba nuclear, ha fracasado. Netanyahu, se ha sabido, no es tan influyente en Washington como se pensaba.
“Hay sin duda un empeoramiento en las relaciones entre Obama y Nentanyahu. Se ha vuelto a unas cotas de tensión que ya se habían visto antes”, asegura Yehuda Ben Meir, exlegislador y analista en el Instituto Nacional de Seguridad de Israel. “La alianza entre ambos países ha quedado doblada pero no rota. Más allá de las relaciones personales entre ambos mandatarios, los lazos entre ambos países en materia de seguridad, inteligencia y economía son aún muy fuertes”, añade. Según admitió la semana pasada Ben Rhodes, viceconsejero de Seguridad Nacional de Obama: “Ya henos capeado tormentas como esta en el pasado”.
Puede, pero en los altos escalafones del gobierno israelí preocupa intensamente la posibilidad de estar siendo arrinconados en la esquina de aliados incómodos cuyas exigencias EE UU oye pero no atiende, como Arabia Saudí, con quien comparte un profundo recelo hacia el creciente poder de Irán. “Durante décadas, Israel se ha enfrentado a los satélites de Irán, sobre todo a la milicia chiíta Hezbolá en Líbano, que recibe apoyo de Irán para cometer ataques en Israel a través de la Yihad Islámica Palestina y, ocasionalmente, Hamás”, asegura Natan Sachs, investigador en el Centro Saban del centro de estudios Brookings. “Desde esta perspectiva, un acercamiento entre Irán y las potencias mundiales, sin una transformación profunda del régimen iraní, es una mala noticia”.
Un efecto de ese acuerdo provisional es el refuerzo del eje chiíta en Oriente Próximo, con Irán y Hezbolá en ambos extremos, unidos ahora en su titánico apoyo al régimen de Bachar el Asad en Siria, junto a quien luchan contra una oposición suní. Tras la firma del acuerdo, El Asad llamó al nuevo presidente iraní, Hasan Rohaní, y según la agencia oficial de noticias siria le felicitó por “su defensa de la soberanía e independencia de Irán”. “El acuerdo fortalece a Irán a nivel regional e internacional”, añadió. Muchos en el gobierno de Netanyahu no dan crédito al hecho de que Obama haya alcanzado ya dos pactos con dos países antagónicos dominados por regímenes no democráticos -el desarme químico de Siria y la congelación del programa nuclear de Irán- e insista en ignorar unas advertencias que en Israel se consideran fundadas y legítimas.
“Irán tiene una ideología apocalíptica, considera a todos los no musulmanes infieles y sus dirigentes han llamado a la destrucción del Estado de Israel en numerosas ocasiones”, asegura Mordejai Kedar, experto en política de Oriente Próximo en la universidad israelí de Bar-Ilan. Añade que el acuerdo con Irán ha reforzado notablemente a la milicia libanesa Hezbolá, una de las amenazas más directas a Israel. “Lo que de momento evitará una confrontación en ese frente es que Hezbolá se halla empantanada en la guerra Siria, con miles de hombres luchando junto a El Asad y cientos de bajas que han dañado su popularidad en Líbano”, dice.
Tal vez para reforzar la alianza entre Israel y EE UU, que tradicionalmente se ha considerado inquebrantable, y para disipar dudas, los ejércitos de ambas naciones mantendrán un gran ejercicio militar conjunto en seis meses. Será justo cuando venza el actual acuerdo provisional con Irán. Para entonces se sabrá ya si estaba más justificada la diplomacia de Obama o el belicismo de Netanyahu.
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