La UE se apunta un éxito político con el acuerdo nuclear de Ginebra
La jefa de la diplomacia europea lideró la negociación La unidad de los Veintiocho en las sanciones elevó la presión sobre Teherán
Hay políticos dispuestos a exhibir sus logros antes de que estén maduros. Y otros reacios a divulgarlos aun cuando llega el momento de recoger los frutos. A esta última especie, poco común entre los personajes públicos, pertenece Catherine Ashton, la jefa de la diplomacia europea y cara visible del éxito alcanzado en Irán. Tras haber liderado la negociación durante meses, Ashton prefirió ayer limitarse a celebrar el pacto y dejar que el representante estadounidense, John Kerry, abundara en los detalles.
Pese a esas resistencias de imagen, el histórico acuerdo con el nuevo Gobierno iraní se convierte en el principal logro de la trayectoria de Ashton al frente de la política exterior europea. Atenazada por los intereses nacionales de los Estados miembros y eclipsada por las urgencias de la crisis, la diplomacia europea no ha vivido su época más brillante en los últimos años. A seis meses de las elecciones en la UE, la paz con Irán proporciona a la Alta Representante europea la historia de éxito que necesitaba para cerrar su mandato.
La británica Ashton, baronesa de título, ha podido ensayar en las conversaciones de Ginebra lo que sus allegados le atribuyen como principal virtud: la capacidad de construir consensos, de buscar puntos comunes entre los negociadores para alcanzar metas concretas. Una vez conquistadas, Ashton rehúye las grandes palabras y, sobre todo, recela de atribuirse el mérito. En la breve comparecencia celebrada ayer en Ginebra, lo más grandilocuente que llegó a decir fue que los seis países participantes en el acuerdo con Irán habían alcanzado “una solución amplia a largo plazo”.
Mucho más solemne, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, lo definió en un comunicado como “un gran avance para la seguridad mundial y la estabilidad”, mientras el líder del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, saludó los “significativos efectos regionales y globales” que genera.
Tras el acuerdo de Kosovo, Ashton suma otro hito diplomático
Con la solución de Irán, la UE da por bien empleado el régimen de sanciones que introdujo en 2007 para penalizar al régimen por su programa nuclear y por las violaciones de derechos humanos. Tanto en el caso iraní como en el de otros Gobiernos castigados por la comunidad internacional, la diplomacia europea presume de su política de sanciones, que requiere algo casi imposible en Bruselas: la unanimidad de los 28 Estados miembros.
En el caso del régimen de Teherán, las sanciones, adicionales a las que ya había adoptado Naciones Unidas, bloquean por completo el comercio de armas, de petróleo y de cualquier material relacionado con el enriquecimiento de uranio. Además, cierran la puerta a la financiación de entidades públicas, a las transferencias de capital y congelan los activos de entidades vinculadas al programa de proliferación de armas nucleares. Como castigo a la falta de respeto a los derechos humanos, la UE mantiene un veto a 87 personas y una entidad iraníes.
La UE adoptó un régimen de castigo económico contra Irán adicional al de la ONU
Pese a haberse anotado un buen tanto en el expediente, los expertos coinciden en que el éxito de las conversaciones de Irán radica más en el aire fresco que ha insuflado el nuevo líder Hasan Rohaní —y en la predisposición de Estados Unidos a dar un giro hacia su política de castigo a ese régimen— que en la labor de Ashton, esencialmente basada en la mediación. En todo caso, el abrazo con el que la baronesa se fundió con el jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, tras anunciar el pacto, quedará para la posteridad como uno de los símbolos de su mandato.
Solo le iguala en importancia el logro conseguido hace unos meses en el área de mayor influencia de la UE, los Balcanes. El histórico pacto de reconciliación que sellaron los mandatarios de Serbia y de su antigua provincia, Kosovo, constituía, hasta ayer, el principal hito de Ashton. Como en otras ocasiones, la prudencia marcó hasta el final la comunicación pública de ese apretón de manos, de forma que costaba creer en su trascendencia.
Esa forma de trasladar a la ciudadanía el acierto político alcanzado en la zona más convulsa de Europa contrasta con la retórica que desplegaba su antecesor en el cargo, Javier Solana. Más allá de su personalidad retraída y reticente a los focos —Ashton apenas acepta preguntas en las conferencias de prensa en un entorno, el bruselense, donde las comparecencias públicas son distendidas—, no hay que olvidar que la alta representante recibe una valoración muy crítica en Reino Unido, el país al que representa en la Comisión Europea. Ashton, elegida por el anterior Ejecutivo británico, presidido por el laborista Gordon Brown, es uno de los pocos líderes comunitarios actuales que no pertenecen a la familia conservadora. El episodio de Ginebra cambiará, sin duda, la escasa valoración que hasta ahora ha recibido.
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