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“Eh, profe, bájele ya, porque si no va a haber problemas”

La violencia acosa a los maestros en Tamaulipas, una zona crítica de México donde el sindicato de profesores recibe peticiones de cambio de escuela

Pablo de Llano Neira
Un soldado en un retén en San Fernando, en Tamaulipas.
Un soldado en un retén en San Fernando, en Tamaulipas.tomas bravo (reuters)

Cada día, de camino a la escuela donde da clase, este maestro de primaria le pone gasolina a su coche y sigue su recorrido con unos 50 pesos en el bolsillo, menos de cuatro dólares. Procura no llevar nunca más dinero. Según dice, un par de veces a la semana lo asaltan en medio de la carretera antes de llegar al colegio.

–¿Y los delincuentes no se enojan cuando ven que lleva poco dinero?

–Sí, ahí es cuando me pegan y me dan golpes en la cara, o te pegan en las costillas con la cacha del cuerno de chivo [el fusil AK-47].

La persona que habla por teléfono de forma anónima es un profesor veinteañero del Estado de Tamaulipas, en el noreste de México, desde hace cuatro años zona de guerra abierta entre los carteles del Golfo y de los Zetas por el control del territorio, limítrofe con Texas y por lo tanto valioso como puerta de entrada de droga a Estados Unidos.

La narcoviolencia ha hecho de Tamaulipas una región con fuertes lagunas de control institucional. El domingo pasado este Estado volvió a ser noticia porque murieron 13 personas en enfrentamientos entre criminales. Al día siguiente, la alcaldesa de una de las ciudades afectadas por estos hechos, Matamoros, pidió a los ciudadanos que si no tenían nada urgente que hacer en la calle, sería mejor que no saliesen de casa hasta que se normalizase “el proceso”.

Lo peor de la escalada de violencia en Tamaulipas se produjo entre 2010 y 2012. De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, en 2009 hubo 315 homicidios y en 2012 –cenit de la subida en asesinatos– hubo 1.565. Y si bien el Gobierno federal ha informado de que en el primer semestre de 2013 en Tamaulipas la cantidad de homicidios bajó un 36%, la inseguridad en este territorio se sigue manifestando de modos inverosímiles. Uno de ellos es el reconocimiento público por parte del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación de que muchos maestros están pidiendo que los cambien de colegio para escapar de la delincuencia de los municipios en los que trabajan –aunque no se han dado cifras concretas de este fenómeno–.

El sindicato explica que está tratando de sacar de las zonas críticas a los profesores con más años de servicio. Los sustituyen los nuevos, como el veinteañero que no se desplaza con más de 50 pesos encima.

Dicho profesor vive en una zona urbana y su colegio está en una rural. Todos los días recorre en coche durante más de media hora un tramo solitario –“de puro sembradío”– en el que lo asaltan con regularidad, le roban lo que lleve encima y lo amenazan de muerte: “De vez en cuando me hincan [de rodillas], me tapan los ojos, me ponen la pistola en la cabeza y me dicen que qué tanto valoro mi vida”. Dice que se ha resignado a vivir expuesto a esta situación porque esta es la escuela que le han asignado y no se puede permitir dejar el trabajo. Es soltero. Tiene un hijo pequeño. Cobra 550 dólares al mes.

La otra cara de la moneda son los profesores con más antigüedad que pueden dejar el sitio que los atormenta. Uno de ellos conversó con este diario sin decir su nombre. Él lo pasó mal cuando daba clase en Reynosa. Le robaron dos veces el coche (“un Nissan y un Jetta”) y una vez lo esperaron fuera de su escuela para ordenarle que cada vez que cobrase entregase una parte de su sueldo. “Me empezaron a insultar y me dijeron: ‘Tú vas a estar aquí mochándote [dando dinero] con nosotros, o te va a llevar la verga. Si no nos das 3.000 pesos por quincena, te cortamos la cabeza’. Así me lo dijeron, textualmente”. El profesor afirma que llegó a entregar tres veces la mitad de sus 6.000 pesos de sueldo quincenal, hasta que consiguió que le diesen el traslado a Ciudad Victoria, la capital de Tamaulipas.

Los problemas de los maestros son una muestra más del descontrol de Tamaulipas. Este es el mismo Estado en el que por seguridad no entran agencias de la ONU, el mismo en el que las ONG locales son una rara avis y en el que las internacionales prefieren no entrar, el que se queda fuera de las caravanas por la paz del movimiento del poeta Javier Sicilia; es el mismo Estado en el que las empresas de sondeos mandan a la calle a sus encuestadores con visera y camisa de la empresa bien visibles para que nadie confunda el propósito de sus preguntas, el mismo en el que han sido secuestrados médicos para curar a sicarios heridos.

En algunas zonas de Tamaulipas el crimen organizado, o las bandas pequeñas que también intentan sacar partido de la falta de poder institucional, son la norma. El maestro veinteañero cuenta que la cultura del narco ha calado a tal punto que hasta alguno de sus alumnos le ha dado un toque de atención: “Eh, profe, bájele ya, porque si no va a haber problemas”. Los niños a los que educa este profesor tienen diez años.

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