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LOS DESAFÍOS DE LA UNIÓN
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La ecuación francesa

La guerra siria ha sido la principal divergencia con Moscú, con quien París pretende acelerar la relación comercial

 Desde su llegada al Elíseo, François Hollande se esfuerza por resolver una ecuación: cómo encontrar la distancia adecuada con Moscú y cómo resolver las tensiones políticas acelerando al mismo tiempo los intercambios comerciales.

Rusia, que es imprescindible en las cuestiones importantes (Siria, Irán), también lleva a cabo una política agresiva en su vecindario (Ucrania, Moldavia, Georgia), tentado por la integración europea. En el plano interior, el “poder vertical” instaurado por Vladímir Putin sigue siendo en gran parte un monopolio. Al rechazar cualquier injerencia en sus asuntos, el régimen ha desarrollado una retórica antioccidental. Moscú reprocha a EE UU sus miras imperialistas, y a Europa su sumisión a Washington y su perdición moral, simbolizada, en su opinión, por el matrimonio gay.

“En todos los temas, Rusia, sin complejos, inicia sistemáticamente un pulso”, dicen en el Ministerio de Asuntos Exteriores francés. El tema sirio ilustra este enfoque. Durante meses, Rusia se mostró inflexible apoyando a Damasco sin condiciones. Y luego dio un giro radical y firmó, ante la sorpresa general, un acuerdo con EE UU sobre el desmantelamiento del arsenal químico.

Este episodio ha sido hiriente para Francia, que se vio abandonada por su aliado estadounidense a pesar de que se había distinguido por su postura ofensiva en cuanto a Siria. Desde la llegada al poder de François Hollande, en mayo de 2012, “el tema sirio ha sido un elemento estructurador de la relación franco-rusa”, dicen púdicamente en el Quai d’Orsay. Aunque no ha prevalecido la opción de una intervención militar, en París insisten en el hecho de que “los rusos no se han movido de forma espontánea. Han respondido a las amenazas de los ataques apoyados por Francia”.

En realidad, la influencia de Francia sobre Rusia parece limitada en este tema. Laurent Fabius volvió con las manos vacías de su viaje, a mediados de septiembre, a Moscú, donde se encontró con la negativa de su homólogo, Sergei Lavrov, de realizar la más mínima concesión en lo relativo a la resolución de la ONU para regular el desarme químico sirio. “La crisis siria ha revelado tensiones muy fuertes entre Francia y Rusia, aunque no se hayan puesto públicamente de manifiesto”, señala Thomas Gomart, un especialista en Rusia del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (IFRI). “Tendrá profundas consecuencias”, dice, “porque ha marginado a Europa y ha vuelto a colocar a Rusia en una posición de fuerza al permitirle retomar un diálogo directo con EE UU”.

Siria también ha puesto de manifiesto otra divergencia con Moscú. “Desde la intervención occidental en Libia, en 2011, los rusos se muestran muy críticos con las estrechas relaciones entabladas entre Catar y la clase política francesa”, señala Thomas Gomart. Y puntualiza que “Moscú considera que Catar y Arabia Saudí son unos regímenes desestabilizadores que favorecen el extremismo suní en Siria y también en el Cáucaso ruso”.

 Sin embargo, si exceptuamos el asunto sirio, las relaciones entre París y Moscú han mejorado. Tras años de retraso con respecto a Alemania, Reino Unido o Italia, Francia ha decidido imitarlos dando preferencia también al formato bilateral. Europa, ¿cuántas divisiones? Demasiadas, en opinión de Moscú. “Rusia no se encuentra cómoda en sus relaciones directas con la UE”, explica Pavel Chinsky, el director general de la Cámara de Comercio y de Industria Franco-Rusa (CCIFR). Moscú considera que la UE es un organismo muy burocratizado. Y, además, no existe una postura común sobre un punto tan delicado como la eliminación de los visados Schengen para los rusos”. Se trata de un objetivo importante en materia de política exterior para Moscú. Francia mantiene una postura comedida sobre el tema, a diferencia de algunos Estados miembros que se muestran claramente hostiles, por razones políticas y relacionadas con la emigración.

Francia no es Alemania en su proximidad a Rusia. Tampoco tiene su tejido de pymes, que son muy dinámicas en el extranjero. Pero el nuevo embajador de Francia en Moscú, Jean-Maurice Ripert, una persona cercana al presidente Hollande, de la misma promoción de la Escuela Nacional de Administración (ENA), tendrá una hoja de ruta clara: seguir con el acercamiento iniciado. El año dual Francia-Rusia, en 2010, permitió sobre todo una multiplicación sin precedentes de los intercambios, en todos los ámbitos.

Es hora de respetar las “especificidades rusas”, según la expresión de Nicolas Sarkozy, en octubre de 2007, porque la crisis que asola Europa empuja a sus dirigentes a cortejar a los mercados emergentes. Por su parte, Moscú quiere evitar una crisis diversificando su economía. Las previsiones de crecimiento para 2013 se han reducido hasta el 1,8%, mientras que las autoridades esperaban un 5%.

 Francia acusa desde hace tiempo un importante retraso en los intercambios comerciales. Solos los grandes grupos, como Alstom, Auchan o Total, tenían presencia en el mercado ruso. Actualmente, cerca de 6.000 empresas francesas trabajan con Rusia y 400 están instaladas allí. Las inversiones procedentes de Francia han aumentado hasta los cerca de 12.000 millones de euros en 2010, en los sectores del gas, energético, automovilístico y también espacial. La colaboración militar se intensifica. El primer porta-helicópteros ruso de la clase Mistral, el Vladivostok, se entregará el 1 de noviembre de 2014.

El precio de este acercamiento es hacer la vista gorda en materia de derechos humanos. Francia ha mantenido silencio respecto al endurecimiento sin precedentes del régimen ruso tras la vuelta de Vladímir Putin al Kremlin en la primavera de 2012. También parece que París se encuentra en un segundo plano en el debate sobre las posibles sanciones contra altos funcionarios rusos que podrían imponerse en Europa, siguiendo el modelo de la lista Magnitski en EE UU. Durante su primera visita oficial a Moscú, a finales de febrero, François Hollande se negó a hablar de las leyes represivas aprobadas por el régimen ruso. “No me corresponde juzgar, ni tampoco valorar”, declaró. Difícilmente se puede ser más prudente.

 Yves-Michel Riols y Piotr Smolar son periodistas de Le Monde

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