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OBITUARIO

Ovadia Yosef, gran rabino sefardita y árbitro de la política israelí

Líder de una legión de fieles, fundó el Shas, partido bisagra de la historia reciente del país

El rabino Ovadia Yosef, líder religioso y político de los judíos sefardíes de Israel, en 2011.
El rabino Ovadia Yosef, líder religioso y político de los judíos sefardíes de Israel, en 2011.GALI TIBBON (AFP)

Las vestiduras quedaron rasgadas y los llantos llenaron la ciudad. A Jerusalén, sagrada para los judíos, llegaron cientos de miles de fieles creyentes de todo Israel, a despedir a un rabino superlativo, una de las mayores fuentes de sabiduría en la halajá, compendio de leyes judías, y un hacedor de reyes políticos que, sobre todo, dio voz a los mizrajíes, aquellos judíos procedentes del mundo árabe y persa. Ovadia Yosef murió ayer a los 93 años en Jerusalén. La ciudad a la que, según decía en sus sermones, su pueblo anheló regresar durante miles de años, se paralizó para despedirle. A su funeral acudieron mandatarios como el primer ministro Benjamín Netanyahu, quien le definió como “uno de los hombres más sabios de su generación”.

Cuando Yosef (Irak, 1920) se mudó con su familia a Jerusalén, tenía cuatro años e Israel aún no estaba en los mapas. Como muchos otros judíos de Oriente Próximo, sus familiares emigraron a aquella ciudad donde aún se conservaba el muro del segundo templo, lugar sagrado entre lo más sagrado. Estudió en una yeshiva en el barrio judío de la ciudad vieja y en 1936 comenzó él mismo a impartir clases y a escribir sus interpretaciones de ley judía, que quedarían recopiladas en los 10 tomos que conforman su obra magna, Responsa, Yabia Omer. En 1947 se mudó a El Cairo, donde presidió la corte rabínica egipcia. Tras tres años regresó a Jerusalén, en esta ocasión ciudad fronteriza de un nuevo Estado creado para el pueblo judío.

Creado Israel, en el contexto de sus primeros gobiernos y grandes guerras, Yosef trascendió su persona para convertirse en un mito, irreprochable para sus seguidores, profundamente polémico para los judíos seculares y, sobre todo, los vecinos árabes. Curiosamente del mundo árabe y de Irán procedía la base que encumbraría a Yosef, la de los sefardíes, los judíos con ancestros españoles y portugueses, emigrados a Israel desde Irak, Marruecos o Siria. Durante décadas se sintieron oprimidos y ninguneados por la élite asquenazí, procedente de Europa.

En 1973 Yosef fue elegido gran rabino sefardí de Israel, cargo que desempeñó durante el máximo estipulado de 10 años. En los ochenta fundó un partido, Shas, acrónimo en hebreo de Guardianes Sefardíes de la Torá, que representaría a mizrajíes y sefardíes. Comenzó con cuatro legisladores en sus primeras elecciones, pero llegó a un cénit de 17 de los 120 escaños. En la historia reciente de Israel, su partido, del que él mantuvo hasta su muerte el cargo de guía espiritual, participó en todos los Gobiernos excepto el de Ariel Sharon en 2003 y el actual de Benjamín Netanyahu.

A Netanyahu le dio Yosef su segunda victoria, en las elecciones de 2009 que en votos había ganado la centrista Tzipi Livni. Yosef, con sus filias y fobias, aupaba a primeros ministros y maldecía carreras y algunos creen que vidas enteras. De Ariel Sharon llegó a decir que esperaba “Dios le golpee y muera, que duerma y no se despierte”. Era 2005, cuando Sharon ordenó la retirada unilateral de la franja de Gaza, a la que Yosef se oponía. Meses después entraría un coma en el que aún se halla.

Yosef había dicho en 1979 que era permisible según la ley judía que Israel entregara tierras ocupadas si aquello evitaba el derrame de sangre y abría vías a la paz. Pero la segunda intifada le endureció. En 2010 dijo en uno de sus sermones que Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, es “malvado” y le rogó a dios que golpeara “a los palestinos con una plaga, por ser malvados y odiar a Israel”. De los no judíos, a los que él se refería con el término despectivo de goyim, dijo en un discurso también de 2010: “Los goyim nacieron solo para servirnos. Sin eso, no tienen lugar en el mundo, solo servir al pueblo de Israel”.

Eran ya sus últimos años, y Yosef había perdido un pragmatismo que le hizo famoso, como cuando en 1973 permitió a cientos de mujeres cuyos maridos estaban en paradero desconocido tras la guerra con Egipto y Siria que se casaran, aunque la tradición judía estipulaba que para eso debía mediar cédula de divorcio o muerte probada del esposo.

Su esposa, Margalit, murió en 1994. Le sobreviven 10 hijos, entre ellos Isaac, que este mismo año fue elegido, como su padre, rabino jefe sefardí. El ascenso de Ovadia Yosef pone de relieve la intrincada relación entre religión y política en Israel. Él hablaba desde un púlpito, y a las leyes religiosas judías se remitía, pero en las urnas y los escaños le secundaba una legión de creyentes, los mismos que ayer inundaron Jerusalén, llorando en sus esquinas y doloridos por la pérdida de su guía espiritual. Su sentir lo expresó el legislador Arye Derim, de Shas: “¿Cómo girará el mundo sin el Sol? ¿Cómo girará el mundo sin la Luna? ¿Qué será de nosotros? ¿Quién nos guiará?”.

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