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Obama afirma que EE UU es rehén de “una cruzada ideológica”

Antonio Caño

Barack Obama ha denunciado este martes “una cruzada ideológica” contra la sanidad universal emprendida por una facción del Partido Republicano, que ha conseguido ya paralizar la actividad de la administración y los servicios públicos del país y que, dentro de dos semanas, puede obligar a Estados Unidos a suspender sus pagos por primera vez en la historia. El presidente norteamericano advirtió que, pese a esas amenazas, no habrá concesiones y que la reforma sanitaria “está aquí para quedarse”.

“No, este cierre de la administración no tiene nada que ver con el déficit, ni con el presupuesto”, aseguró Obama. “Este cierre pretende únicamente entorpecer nuestros esfuerzos para dotar de seguro de salud a quienes no lo tienen”.

Precisamente este martes comenzó el proceso para que el 15% de la población de EE UU que no está asegurado escoja el seguro que prefiera dentro de las opciones que se ha obligado a ofrecer a las aseguradoras privadas. La mayor parte de ese grupo de población –todos los que tengan ingresos inferiores a los 28.000 dólares anuales- recibirán subsidios públicos para hacer frente a sus seguros. Más de un millón de personas han accedido, según la Casa Blanca, a las páginas de Internet en las que se informa del procedimiento a seguir para adquirir una póliza. A comienzos del año próximo, el seguro será obligatorio, y se espera que solo una porción residual de ciudadanos se quede al margen.

Si el Partido Republicano no consigue acabar con la reforma sanitaria antes del 1 de enero, para hacerlo después tendrá que retirar los subsidios a los millones de personas que desde ese momento los recibirán para el pago de sus seguros. Teniendo en cuenta que la oposición a la reforma sanitaria es la causa principal sobre la que se sostiene el Tea Party y la razón fundamental por la que muchos republicanos ganan sus escaños en el Congreso, se puede anticipar lo difícil que va a ser resolver esta crisis.

La Cámara de Representantes, por iniciativa del Tea Party, ha votado hasta ahora contra la reforma sanitaria 43 veces, en todas ellas sin conseguir la mayoría requerida en el Senado. La reforma sanitaria fue el tema dominante en la última campaña presidencial, en la que el candidato republicano, Mitt Romney, que prometió abolir esa ley, fue derrotado contundentemente. El Partido Republicano llevó la reforma sanitaria a los tribunales, y sus argumentos fueron rebatidos por el Supremo, que el año pasado ratificó su constitucionalidad.

Obama ha insistido en que no va a volver a negociar sobre la reforma sanitaria. Mucho menos, en unas circunstancias en las que el Partido Republicano “utiliza la economía norteamericana como rehén” para conseguir “mediante el chantaje” lo que no ha conseguido en el Congreso ni en las urnas ni en los tribunales. “No voy a negociar sobre la responsabilidad del Congreso de pagar los gastos que ya se han hecho, no voy a permitir que nadie hunda en el barro el buen nombre de EE UU para volver a pelear causas que ya se han resuelto en las elecciones o para imponer sus exigencias ideológicas”, afirmó el presidente.

Así pues, no parece que exista otra alternativa más que los republicanos accedan a aprobar sin condiciones la extensión presupuestaria que se requiere para reabrir la administración y que, antes del 17 de octubre, autoricen la elevación del techo de deuda que se necesita para evitar la suspensión de pagos. Lo primero está causando ya un daño inmediato a los 800.000 empleados públicos que se han quedado en casa sin paga y puede provocar daños mayores a la economía a medio plazo. Lo segundo es una catástrofe económica que tendría efectos mundiales.

La ciudad de Washington amaneció este martes en un estado de confusión y enojo por causa del cierre. Los principales monumentos de la ciudad están vallados, los edificios públicos, semidesiertos, solo con el personal imprescindible. Pero lo peor de todo era la sensación de desconcierto sobre cuánto puede durar esto y a dónde puede conducir al país el nivel de ingobernabilidad al que se ha llegado.

“Cuanto más dure este cierre, peores serán sus consecuencias”, advirtió Obama. “Más familias sufrirán, más empresas se verán perjudicadas. Por lo tanto, una vez más, pido urgentemente a la Cámara de Representantes que reabra la administración, que reanude los servicios de los que dependen los norteamericanos, que permita a los empleados públicos volver a sus trabajos”.

En la Cámara de Representantes no había ayer movimientos significativos al respecto. El último paso dado por los republicanos en esa cámara fue el de invitar al Senado, dominado por el Partido Demócrata, a negociar. Pero a negociar, ¿qué? El presupuesto enviado por la Casa Blanca lleva seis meses en un cajón del líder republicano en la Cámara de Representantes sin que, hasta el momento, se haya dignado siquiera a tomarlo en consideración. Cuando los republicanos hablan de negociación se refieren a negociar la reforma sanitaria, y eso es algo que para Obama equivaldría a arrojar por la borda toda su presidencia.

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