La guerra civil siria facilita el retorno de Al Qaeda a Irak
Al menos 5.000 personas han muerto en atentados en lo que va de año
La violencia sectaria está desangrando a Irak. Al menos 25 personas han muerto este martes en combates entre las fuerzas de seguridad y milicianos. El sábado un triple antentado en Bagdad causó una masacre en la que murieron 70 personas y 120 fueron heridas y el domingo otro atentado durante un funeral mató a 16 personas. En lo que va de año más de 5.000 personas han muerto en ataques.
Incluso los días que las noticias de explosiones y coches bomba no llegan a los titulares, rara vez bajan de la decena. Irak hace frente al mayor estallido de violencia desde hace un lustro. El vacío de seguridad que dejó la retirada de las tropas estadounidenses a finales de 2011, el malestar que el Gobierno de Nuri al Maliki ha generado en la comunidad árabe suní y el desbordamiento de la guerra civil siria, han abierto la puerta al regreso de Al Qaeda. Sólo el trauma del conflicto sectario que los iraquíes vivieron entre 2005 y 2008 parece frenar un nuevo choque fratricida.
“El impacto de la violencia sobre los civiles sigue siendo preocupantemente elevado, con al menos 4.137 muertos y 9.865 heridos en lo que va de 2013”, declaraba a principios de agosto Gyorgy Busztin, el vice representante especial de la ONU para Irak. “No habíamos visto cifras similares desde hace más de cinco años, cuando finalmente empezó a ceder el odio ciego de la lucha sectaria que tan graves heridas infligió a este país”, añadió.
El aumento de los atentados coincide con el creciente descontento de la minoría árabe suní
Desde que Busztin pronunciara esas palabras, la cifra de víctimas mortales ha superado el listón de los cinco mil, según los datos que recopila la Misión de Asistencia de Naciones Unidas para Irak (UNAMI). El propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha manifestado recientemente su preocupación por el deterioro de la seguridad y apelado a los dirigentes políticos a que actúen para contener la violencia y juzgar a sus responsables.
El aumento en el número y gravedad de los atentados coincide, significativamente, con el creciente descontento de la minoría árabe suní. Esta comunidad se sintió marginada tras el inevitable ascenso al poder de la mayoría chií tras el desalojo de Sadam Husein en 2003. La reforma política que Estados Unidos impulsó entre 2007 y 2008 para que árabes chiíes y kurdos se mostraran más incluyentes se echó a perder tras las elecciones de 2010. A pesar de que la lista Iraquiya (formalmente laica, pero apoyada por los suníes) superó por un escaso margen al bloque de Al Maliki, éste se negó a conceder la derrota y logró suficientes apoyos de otros grupos para formar Gobierno.
Desde entonces, el país no sólo es víctima de la parálisis política, la corrupción y la consecuente falta de servicios públicos, sino que el recelo hacia sus rivales ha llevado al primer ministro a actuar de una forma que ha alienado aún más a los suníes y creado una atmósfera que favorece su reclutamiento por los extremistas. Mientras, las mismas tribus suníes del oeste de Irak que constituyeron la espina dorsal de la insurgencia suní de los años 2005 a 2008, se han convertido en uno de los conductos para el envío de armas y dinero a los rebeldes sirios (mayoritariamente suníes), lo que les ha dado medios para resistir a un Gobierno que ven como opresor.
Fuentes diplomáticas europeas en Bagdad estiman que "la insurgencia nativa es muy pequeña"
Aún así, fuentes diplomáticas europeas en Bagdad estiman que “la insurgencia nativa es muy pequeña”. La aritmética de la distribución comunitaria y el recuerdo de la derrota que sufrieron en la batalla por Bagdad de 2006 limitan el apetito de los árabes suníes por una nueva guerra. Sin embargo, admiten que “el terrorismo de 2010 se transformó en guerrilla urbana en 2012 y en una insurgencia en toda regla en 2013”, convencidos de que la voz cantante la llevan los extranjeros “que cruzan la frontera [de Siria] como Pedro por su casa”.
No es sólo una percepción. Un informe realizado por Jessica D. Lewis del Instituto para el Estudio de la Guerra afirma que Al Qaeda en Irak “se ha reagrupado, recuperado capacidades y expandido en las zonas de las que fue expulsada durante el Surge [el refuerzo de tropas de EEUU en 2007]”. Lewis, que durante ocho años trabajó como oficial de inteligencia en el Ejército de Estados Unidos y estuvo desplegada en Irak, estima que el nivel de violencia del pasado julio “fue equivalente a los niveles de tiempo de guerra que se observaron por última vez en ese país en abril de 2008”.
“Durante los últimos dos años, en 2011 y 2012, hemos tenido una media de entre 5 y 10 atentados suicidas al mes; en los últimos 90 días, su número se ha acercado a 30 al mes, y sospechamos que la mayoría de ellos vienen de Siria”, aseguraba el 15 de agosto un funcionario estadounidense citado en ese estudio.
La mayoría de los atentados tienen como objetivo zonas de población mayoritariamente chií, pero las bombas del último viernes atentaron contra una mezquita en la que miembros de ambas confesiones rezaban juntos. Algunos analistas sospechan que no se trata tanto de una lucha entre suníes y chiíes como de un intento orquestado por ahondar la brecha intercomunitaria para hacer imposible la convivencia.
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