La violencia en Egipto tras el golpe pone a EE UU en la encrucijada
La tibia reacción de Washington evidencia la escasa influencia y la falta de alternativas para encauzar la crisis en un país clave para su estrategia en Oriente Próximo
El caos y la violencia en la que se ha sumido Egipto desde el derrocamiento de Mohamed Morsi ha evidenciado la escasa influencia y, sobre todo, la falta de alternativas políticas de Estados Unidos para tratar de encauzar la crisis del país africano. La matanza del pasado miércoles obligó este jueves a interrumpir sus vacaciones de verano al presidente Barack Obama quien condenó la brutalidad ejercida por el Gobierno interino y el Ejército egipcios y anunció la suspensión de las prácticas militares conjuntas que iban a comenzar el mes que viene.
Las de Obama fueron las palabras más duras vertidas por un miembro de su Administración desde que Morsi fuera depuesto el pasado 3 de julio. No obstante, el presidente procuró guardar la distancia respecto del enfrentamiento entre el Gobierno interino y los islamistas y trató de atajar cualquier critica contra la actitud de la Casa Blanca. “EE UU no puede decidir el futuro de Egipto. Sé que es tentador en Egipto culpar a EE UU por lo que está pasando allí pero eso no va ayudar a resolver la situación”, dijo el presidente.
A lo largo de estos meses, la posición de la Casa Blanca hacia la situación en Egipto ha sido deliberadamente ambigua. Aliviado por deshacerse de un interlocutor incómodo como Morsi, EE UU ha tratado de mantener un difícil equilibrio, intentando convencer a los generales egipcios de que eviten la violencia e instando al Gobierno interino a que no aísle a los Hermanos Musulmanes del proceso de transición hacia la democracia. Su fracaso en ambos empeños y la ausencia de reacciones más firmes han dejado aflorar la falta de autoridad de Washington. “No se podía hacer nada más, la influencia de EE UU en Egipto es limitada, quizás debería haber tratado de hacerlo en colaboración con la Unión Europea y los países de la región”, indica Nathan Brown, profesor de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la universidad de George Washington.
Obama procuró guardar la distancia respecto del enfrentamiento entre el Gobierno interino y los islamistas y trató de atajar cualquier critica contra la actitud de la Casa Blanca
La Administración ha eludido definir el derrocamiento de Morsi como un golpe de Estado para salvaguardar la ayuda económica y militar de 1.500 millones de dólares, que únicamente puede enviarse, de acuerdo con la legislación estadounidense, si no se define la situación del país destinatario como de alzamiento militar. Esta negativa ha molestado a la oposición egipcia, pero la ausencia de un apoyo abierto y total al jefe del facto del Gobierno actual, Abdul Fatah al Sisi, también ha incomodado a los generales egipcios, poniendo de manifiesto la encrucijada en la que se encuentra el Gobierno de EE UU y la complejidad de la relación entre ambos países.
Egipto es uno de los países árabes más poderosos de la región y su influencia en Oriente Próximo es un pilar esencial para garantizar la calma en la zona. “La principal prioridad de Washington es mantener la estabilidad política en Egipto, la segunda que se sostenga la paz con Israel y en tercer lugar la observancia de los derechos humanos. Todo eso quedó amenazado con la llegada al poder del Morsi, pero ahora la única de esas prioridades que parece a salvo es la seguridad de la relación con Tel Aviv”, señala Brown.
Para Washington la cooperación militar con El Cairo es clave para garantizar esa ansiada estabilidad y mantener su influencia en ese país
Para Washington la cooperación militar con El Cairo es clave para garantizar esa ansiada estabilidad y mantener su influencia en ese país. “Nosotros necesitamos más al Ejército egipcio que ellos a nosotros”, sostiene Lawrence Korb, profesor de Georgetown y miembro del Center of American Progress. Ayer Obama, pese a anunciar la suspensión de las prácticas militares, advirtió de que no tenía intención de abandonar la colaboración militar con Egipto. “La suspensión de los ejercicios es la medida más leve que podía adoptar la Administración, pero la ayuda militar sigue siendo un pilar básico”, explica Brown. Israel y otros aliados como Arabia Saudí y Catar, opuestos a un Gobierno islamista en Egipto, han instado a la Casa Blanca para que no retire los fondos.
Sin embargo, la entrega de esos fondos ha sido cuestionada por varios miembros del Congreso. El senador John McCain sostuvo el miércoles que ese apoyo al Ejército convertía a EE UU “en cómplice de la carnicería” que se estaba perpetrando en Egipto. “Es importante sopesar qué es lo que conviene a nuestros intereses. Cortar de raíz la relación con un aliado y perder su ayuda cuando lo necesitemos para atender a otras crisis de la región como Siria, la paz en Oriente Próximo o la lucha contra Al Qaeda en la Península Arábiga o mantener el apoyo de un socio esencial. No es algo nuevo, es algo que este país ha venido haciendo desde siempre”, sostiene Korb. La Administración Obama, de momento, no se plantea revisar esa ayuda.
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