Un jesuita en la “jaula de los leones”
El objetivo es alumbrar a los que están sufriendo en la crisis mundial: los jóvenes y los ancianos
El primer vuelo oficial del papa Francisco se presentaba con turbulencias. El portavoz del Vaticano, padre Federico Lombardi, había comentado días atrás que Jorge Mario Bergoglio no tenía previsto hacer declaraciones y que si algún periodista, en el momento del saludo, lograba sacarle algunas palabras, no podría presentarlas como si se tratase de una entrevista. “Si alguno lo hace”, advirtió el portavoz, “pienso desmentirla”. Al jesuita Lombardi el papel de ogro le sienta como a un santo dos pistolas, pero el aviso había sido cursado y la preocupación cundió entre la comitiva. ¿De qué sirve viajar con el Papa si no habla?
Pero, apenas una hora después de la partida, Federico Lombardi apareció por la zona del avión destinada a la prensa acompañado de Bergoglio y, después de presentarle, a la “comunidad volante de periodistas”, se dio la palabra a Valentina Alazraki , la corresponsal de Televisa y la periodista en ejercicio que más viajes ha hecho con los papas desde que participó hace 34 años en el primer vuelo de Juan Pablo II a México. Alazraki comenzó su bienvenida lanzándole un aguijón a Francisco, quien escuchó con una amplia sonrisa: “Sabemos por sus amigos y colaboradores en Argentina que los periodistas no son precisamente santos de su devoción. A lo mejor ha pensado que el padre Lombardi lo ha traído a la jaula de los leones, pero la verdad es que no somos tan feroces. Y tenemos mucho gusto de poder ser sus compañeros de viaje. Obviamente, somos periodistas, y si algún día nos quiere contestar preguntas no le vamos a decir que no…”. La periodista mexicana remató la jugada regalando al Papa una imagen de la virgen de Guadalupe.
No doy entrevistas, porque… no sé…, no puedo, es así. Para mí es un poco cansado hacerlo, pero agradezco vuestra compañía”
El Papa recogió el guante de la broma: “He oído cosas un poco extrañas: no soy santo de su devoción y estoy aquí entre los leones… Espero que no tan feroces… No doy entrevistas, porque… no sé…, no puedo, es así. Para mí es un poco cansado hacerlo, pero agradezco vuestra compañía”. A continuación, y durante unos cinco minutos, el Papa que no pensaba hablar explicó su objetivo en Río de Janeiro: utilizar el foco mediático que lo sigue día y noche desde que llegó a la silla de Pedro para alumbrar la grave situación de los dos extremos que están pagando el pato de la crisis mundial: los jóvenes y los ancianos.
Tras su breve alocución, el padre Lombardi dijo que el Papa saludaría uno a uno a los corresponsales. Eso sí, pidió que no se enrollaran demasiado, a lo que Francisco respondió: “No importa. Tenemos 10 horas de vuelo”. Uno a uno, los más de 70 periodistas de todo el mundo fueron estrechando la mano del Pontífice. Hubo quien lo saludó de manera sobria, pero los más aprovecharon su campechanía para que les bendijera unos rosarios para el cura de su pueblo o la fotografía de un hermano enfermo o de un familiar en paro. Francisco sonrió con unos, bromeó con otros y, después de una hora de confidencias, se despidió de todos con unas palabras que muestran que, pese a las intrigas que ya empiezan a surgir en su contra en el Vaticano, no ha perdido el buen humor: “Me ha pasado como al profeta Daniel, he visto que los leones no eran tan feroces”.
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