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La generación Utoya se presenta a las elecciones en Noruega

Dos años después de la matanza en la isla noruega, 27 supervivientes son candidatos laboristas

Naiara Galarraga Gortázar
Jóvenes laboristas, con Pedersen en primera fila en el centro, en el campamento de Gulsrud.
Jóvenes laboristas, con Pedersen en primera fila en el centro, en el campamento de Gulsrud.ERLEND AAS (AFP)

Cientos de jóvenes noruegos se reunieron hace dos semanas en un campamento de verano a las afueras de Oslo para jugar al voleibol, darse el primer chapuzón de la temporada, reencontrarse con amigos, conocer gente nueva, ligar…. Y, lo esencial, hacer política. Las juventudes laboristas retomaban su mítica reunión veraniega dos años después de que un fanático extremista —noruego, treintañero— desembarcara en la isla de Utoya con una misión: acabar a tiros con la cantera del partido gobernante. Allí mató, una a una, a 69 personas.

Pero el banquillo de los laboristas, reflejo de la sociedad multicultural, se reunía ahora en Gulsrud para disfrutar de la vida a orillas del mismo fiordo que baña Utoya con la vista puesta en el futuro: en las elecciones legislativas del 9 de septiembre.

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Destacan entre los candidatos laboristas 27 supervivientes de aquel ataque precedido de otro atentado mortal con bomba en Oslo, aunque solo un puñado va en puestos con posibilidades de un escaño. La generación Utoya “ha contribuido mucho a debates importantes, muchos han seguido participando en política”, destacaba Eskil Pedersen, de 29 años, líder de las juventudes laboristas, esta semana desde Oslo en una entrevista telefónica.

Noruega es un país con una arraigada tradición de políticos jóvenes que desde la Segunda Guerra Mundial no había sufrido un trauma similar. “Todo el mundo hubiera comprendido que, tras lo que ocurrió, hubieran dejado la política, pero ahí siguen luchando por lo que creen, defendiendo la democracia. No solo hablan de su historia o lo que experimentaron”. Obviamente, los ataques y sus consecuencias están ahí cada vez que se debate “sobre la sociedad multicultural, la seguridad, la policía o la lucha antiterrorista”, explica. “No hay otros políticos que hayan enseñado tanto [al país] sobre política contra el racismo y el extremismo”.

Aunque habla los supervivientes como ellos, en puridad sería nosotros. Pedersen también estaba en Utoya aquel 22 de julio. Objetivo prioritario del perpetrador (los noruegos evitan pronunciar su nombre y le llaman así), huyó en ferry nada más comenzar la caza del militante laborista. El joven, que lidera las juventudes desde 2010 y que ahora no es candidato, insiste en la necesidad de “debatir con argumentos sobre esas fuerzas que hay ahí, no meterlas debajo de la alfombra; ir a las escuelas, contribuir a que el debate político no sea tan duro”.

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Ni en la peor de sus pesadillas hubieran imaginado que alguien que acusaba a los laboristas de entregar el país a los inmigrantes musulmanes pudiera ir a matarlos; disfrazado de policía.

A Pedersen, como a todos, aquella experiencia le ha cambiado. También como político. “Lucho por la democracia y contra el extremismo. Antes del 22 de julio, también le hubiera dicho que estaba a favor de la democracia y en contra del extremismo. Pero ahora es un asunto personal, profundamente clavado en el alma. Mi creencia en la política es más profunda. Y soy alérgico a oír que los políticos solo se preocupan de sí mismos, que la política no es buena. La mayoría de los políticos están en esto por buenas razones”.

En Noruega muchos maman la política desde la adolescencia y los veranos incluyen campamentos de todos los partidos. Aquel viernes hace dos años había 530 chavales en Utoya, una isla que la rama juvenil del laborismo recibió de regalo en 1950. Este año más de 800 afiliados y simpatizantes acudieron a la reunión de Gulsrud. El ataque incrementó muchísimo las afiliaciones a las juventudes laboristas.

Petróleo e inmigración son los asuntos que generan las mayores tiranteces entre los laboristas más jóvenes y sus mayores. “Trabajamos desde hace mucho para hacer nuestro partido más verde”. Ahora la batalla se centra en una zona “turística, con mucho pescado que también tiene petróleo. Hemos trabajado duro para que el partido diga que no [a la extracción de petróleo en ese paraje] ahí, pero hay fuerzas tradicionales en el partido que quieren decir que sí”. El otro gran tema de discordia con el partido matriz es la inmigración (precisamente el asunto esgrimido por el ultraderechista Anders Behring Breivik). En concreto los menores inmigrantes, hijos de sin papeles que han crecido en Noruega —“que se han esforzado tanto, que son noruegos”— que son deportados. “Es un debate difícil. Estamos de acuerdo en que hay que poner reglas, pero estos [menores] necesitan quedarse”.

Pedersen sabe que los comicios se presentan cuesta arriba para su partido. Tras dos mandatos del laborista Jens Stoltenberg, las encuestas muestran ganas de cambio, de relevo. La favorita es la conservadora Erna Solberg. Pero como buen político exhibe optimismo: "Estamos con un 30% en las encuestas, si sacamos el 35% y eso es muy posible, una decena de militantes de las juventudes, no necesariamente supervivientes del ataque, entraría en el Parlamento".

Como en los campamentos de Utoya —adonde quieren regresar— hicieron política. En eso fue igual, pero también fue distinto. Faltaban 69 camaradas. Al llegar les revisaron las mochilas. Y la policía, la de verdad, les protegió discretamente.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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