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Redada antinarco en la mayor favela de Río de Janeiro antes de la llegada del Papa

Un operativo policial en la icónica barriada de Rocinha reaviva el temor a la criminalidad urbana en vísperas de recibir a Francisco para la Jornada Mundial de la Juventud

Juan Arias
Dos policías vigilan una calle de Rocinha durante su ocupación en 2011.
Dos policías vigilan una calle de Rocinha durante su ocupación en 2011.R. M. (REUTERS)

En vísperas de la llegada del papa Francisco a Río de Janeiro (Brasil), en la favela de Rocinha se ha recrudecido la violencia vinculada al tráfico de droga. Rocinha es la barriada más populosa de la ciudad, con al menos 70.000 vecinos, y era una de las favelas que las autoridades daban por pacificadas. El Papa no la visitará, pero el deterioro de la seguridad en este lugar es una señal que preocupa mucho a las fuerzas del orden de cara a los días que estará en la ciudad Francisco.

El sábado por la noche, en una operación bautizada Paz armada, decenas de policías subieron a Rocinha con 58 órdenes de detención de supuestos traficantes de droga que todavía operan en la favela. Fueron detenidas 30 personas y descubiertos la friolera de 100 puestos de venta de droga desparramados por toda la barriada.

La policía, con ayuda de cámaras colocadas en Rocinha después de su pacificación, y rastreando también información en las redes sociales, consiguieron localizar a los traficantes en callejuelas que ni siquiera figuran en Google.

Rocinha ha sido dividida en dos grandes zonas de venta de droga por grupos de narcos que siguen luchando entre sí, exactamente como en los tiempos en que la favela aún no estaba pacificada y los traficantes eran dueños de aquel territorio.

La venta de drogas sigue siendo pilotada y organizada desde la cárcel por el famoso narco Antonio Bonfim Lopes, conocido como Nem, detenido hace dos años cuando huía tras haber sido ocupada la favela por las fuerzas del orden en una gigantesca operación llevada a cabo por la policía militar y las tres fuerzas del Ejército.

En Rocinha, como en las otras favelas ocupadas por la Unidad de Policía Pacificadora (UPP), existe con carácter permanente un batallón de 700 policías desde noviembre de 2011, cuando fue ocupada. Pero ni siquiera su presencia ha atemorizado a los narcos.

Según cálculos de la policía civil, en Rocinha el tráfico de drogas le rinde a los traficantes tres millones de dólares al mes. Esta es una favela emblemática no sólo por su gran población sino porque está en un lugar estratégico, entre el barrio más noble de la ciudad, Leblón, y la prestigiosa zona de Barra de Tijuca. A sus faldas está ubicado uno de los hoteles de prestigio de la ciudad, el Intercontinental, que alberga congresos internacionales y en el que en agosto de 2010, traficantes bajados de la favela (aún no pacificada, por entonces) hicieron 35 rehenes entre huéspedes y funcionarios del hotel.

El Cristo de Río, el jueves pasado.
El Cristo de Río, el jueves pasado.C. S. (AFP)

La situación geográfica de Rocinha, colocada en un alto con una vista fabulosa de la ciudad, hizo que el pasado fin de año decenas de turistas extranjeros decidieran pasar en ella la Nochevieja para ver los fuegos tradicionales, de los más espectaculares del mundo, lanzados en la playa de Copacabana.

Hace sólo días la prensa anunció que una de las casas de la favela había sido adquirida por un extranjero por 300.000 dólares. Y, paradójicamente, tal vez sea la presencia de turistas en la favela lo que ha llevado a los traficantes a volver a sus viejas andadas desafiando a la policía.

La alarma, sin embargo, había saltado hace unos meses cuando el turista alemán Daniel Benjamin Franck, de 25 años, fue herido con arma de fuego en dicha favela, en la que ahora la policía confiesa que siguen actuando cerca de 100 narcotraficantes.

Esa triste realidad de que favelas que fueron pacificadas en vistas al Mundial de Fútbol y sobre todo a las Olimpiadas de 2016 siguen dominadas por los narcos, como muestra el caso de Rocinha, echa un jarro de agua fría sobre una operación que fue vendida al mundo como ejemplo de eficiencia policial. Y la pregunta que más inquieta es qué pasará cuando se apaguen las luces de los dos grandes acontecimientos de la Copa y de las Olimpiadas.

Hoy, en vísperas de la llegada del papa Francisco a Río, que supone para las autoridades de la ciudad uno de los mayores desafios de los últimos tiempos por la personalidad ya planetaria del personaje, la policía admite que Rocinha sigue dominada por los narcos. La alarma es real.

De Rocinha se unieron en el día de la gran protesta callejera en Río del mes de junio, cientos de habitantes que bajaron hasta el barrio rico de Leblón, donde tiene su residencia el gobernador Sérgio Cabral. Los moradores del barrio con el metro cuadrado de habitación más caro del mundo, alarmados, anunciaron por las redes sociales: "La favela está bajando el morro [el monte]". Y es que, pacificadas o no, justa o injustamente, las favelas que abrazan a Río como una corona de espinas siguen siendo en el inconsciente colectivo la imagen de la violencia, manifiesta o potencial.

¿Qué harán las favelas cuando llegue el papa Francisco? Esa es hoy la mayor preocupación de las autoridades cariocas, aunque dada la cultura religiosa de aquellas gentes, sacrificados trabajadores, blanco histórico de injusticias sociales, lo más probable es que si bajasen de lo alto de las favelas para participar en la visita de Francisco fuese para llevarle flores y pedirle paz y dignidad.

La tarde que bajaron desde Rocinha para unirse a los manifestantes pidiendo mejores servicios públicos ofrecieron un sorprendente ejemplo de cociudadanía, sin el menor atisbo de violencia calljera. El problema no son los que viven y sufren desde hace decenios en las favelas, sino los que hacen de ellos y de aquellos lugares crónicamente abandonados por el poder público, carne de cañón.

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