_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Reválida

A menos de un año de las elecciones, la Unión Europea debe superar cuatro asignaturas pendientes

Falta menos de un año para que la Unión Europea vaya a las urnas, una dura prueba al final de cinco años tumultuosos. Tras el peor lustro de la historia de la integración europea, elegiremos a los europarlamentarios a la vez que varios estados miembros convocan elecciones legislativas, locales o presidenciales. Las alarmas se han disparado ante la posibilidad que abstención y voto de protesta certifiquen el divorcio definitivo entre opinión pública e instituciones europeas. En el examen de reválida previsto para el 22 a 25 de mayo de 2014, la UE debe aprobar cuatro asignaturas, y en todas ellas lleva un retraso preocupante.

La primera es la participación electoral. Desde que, en 1979, se empezó a elegir de modo directo al Parlamento Europeo, el porcentaje de participación no ha dejado de caer. En la última cita, en 2009, la participación total fue un exiguo 43% y en ocho estados ni siquiera votó un tercio del censo electoral. Nunca fuimos tan conscientes de los defectos y limitaciones del actual modelo de integración europea como en estos años de crisis, ni fue tan tangible el impacto de las decisiones europeas sobre millones de hogares. A pesar de todo ello, se teme que la abstención vuelva a ser la opción mayoritaria, tal vez en mayor proporción que en 2009. Un Parlamento con más poderes que nunca y con retos de enorme calado político (como el de completar la Unión Económica) podría quedar seriamente tocado por una participación abismal.

La segunda asignatura es el europeísmo. La crisis afecta a un número creciente de Estados miembros y pone en jaque a los partidos tradicionales, en particular socialdemócratas y conservadores. El voto de protesta podría articularse en otras opciones europeístas como liberales o verdes, pero es fácil que los que más se movilicen en una campaña marcada por la abstención sean los más radicalizados. Las opciones populistas a derecha e izquierda y, sobre todo, nacionalistas xenófobos y euroescépticos, se frotan las manos ante tal escenario. Desde los países nórdicos a Grecia, pasando por Centroeuropa, Francia y Reino Unido, las elecciones pueden ser un trampolín para las opciones más hostiles a la integración. Con un Parlamento Europeo lleno de anti-europeos o de diputados hostiles a principios fundamentales como la no discriminación y a logros como la libre circulación quedaría tocada de muerte la tradicional ecuación europea en la que tres de las cuatro instituciones (Tribunal, Comisión y Parlamento) actuaban de motores de integración y de guardianes de los valores.

Las alarmas se han disparado ante la posibilidad de que abstención y voto de protesta certifiquen el divorcio definitivo entre opinión pública e instituciones europeas

La tercera asignatura es una muy específica: Hungría, que celebrará elecciones legislativas simultáneas a las europeas. Tras obtener en 2010 mayoría de dos tercios del Parlamento, el gobierno de Viktor Orban ha modificado la Constitución y las leyes del país para consolidar su poder en todas las esferas, incluidas la mediática y la judicial, para décadas. A pesar de haber violado principios democráticos fundamentales, el Gobierno de Fidesz ha sorteado sanciones y aislamiento con la inestimable ayuda del Partido Popular Europeo. Si, tras haber violado el pacto democrático básico, Orban logra en 2014 perpetuarse en el poder con una victoria en las urnas, se consolidará en el corazón de la UE un peligrosísimo precedente que amenaza su futuro como espacio de democracia. Sus vecinos, Robert Fico en Eslovaquia y Victor Ponta en Rumanía, ya le siguen algunos pasos, con más discreción, en el seno de la familia socialista.

La última asignatura para la reválida es el cambio político. Si, tras un resultado electoral que refleja descontento, desconfianza y desilusión, el contenido de la política europea sigue siendo básicamente el mismo, el sistema político de la UE está gripado. ¿Para qué hacer una elección si el rumbo político viene ya pre-determinado? ¿Quién va a creer en el poder de su voto si los actores centrales de la UE dan por descontado que el resultado electoral no va a tener ninguna influencia en el curso de una política que ellos dan por ‘inevitable’? Que el voto de los ciudadanos reflejado en el resultado electoral sirva para elegir al Presidente de la Comisión es muy poca cosa comparado con la posibilidad real de decidir un cambio de rumbo político.

A un año vista, aprobar estas cuatro asignaturas parece un sueño inalcanzable. Dejarse una o dos suspendidas sería ya un problema mayúsculo. Pero si la Unión Europea, en mayo de 2014, no es capaz de afrontar satisfactoriamente ninguna de estas cuatro pruebas, el fin del apoyo ciudadano a las instituciones europeas, y en general al proceso integrador, parece inexorable. Quedan once meses de preparación para esta dura reválida, un tiempo en el que los políticos que de verdad crean en el sueño europeo tendrán que escuchar más que hablar, rectificar más que pontificar. Tal vez sea pedirles demasiado en un año electoral.

Sígueme en @jordivaquer

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_