El dilema del BCE
El Banco Central de Japón ya ha puesto en marcha una política activa para generar liquidez, y funciona
En la carrera contrarreloj que se ha desatado entre los perjuicios de la austeridad y la esperanza de una mejoría, por una parte, y el auge cada vez más inquietante del populismo en Europa, por la otra, se diría que los Gobiernos de nuestros diferentes países han decidido dejar la tarea de sacarnos del marasmo en manos de los bancos centrales. Sin embargo, esta constatación no es del todo justa. En efecto, desde el comienzo de su mandato, François Hollande no ha dejado de pedir una reorientación de la política de la Unión Europea hacia el crecimiento, hasta el punto de haber sido cuestionado en Francia y habérsele reprochado el contrariar a Angela Merkel. No obstante, un año después, no es el único en este terreno, pues se le han unido países como Italia y España y, sobre todo, numerosos responsables europeos, entre ellos el presidente de la Comisión, José Manuel Barroso, por no mencionar a las autoridades norteamericanas. El último en sumarse a ese combate que consiste en presionar a Alemania para que flexibilice sus posiciones ha sido Bill Clinton, el antiguo presidente estadounidense que, después de visitar Madrid, se ha dirigido a París, donde ha vuelto a abogar por un mejor equilibrio entre el reajuste de las cuentas y la recuperación de la actividad.
Para la próxima cumbre europea se está preparando un plan de empleo para los jóvenes que Italia ha pedido enérgicamente y la mayoría ha apoyado. Y se esperan otros esfuerzos, especialmente la movilización de los llamados “fondos estructurales”, aprobada el pasado mes de julio y que, por motivos que superan a todo entendimiento, tarda en concretarse.
Todo el mundo defiende ahora una política activa de los bancos centrales, incluido el Banco Europeo. La cuestión es: ¿hasta dónde puede llegar Mario Draghi?
Aun así, los bancos centrales concentran todas las esperanzas de los Gobiernos. El punto de inflexión ha sido sin lugar a dudas el nuevo rumbo japonés y el giro del banco central de Japón, que se ha puesto a generar liquidez de una forma casi igual de espectacular que la Reserva Federal estadounidense. Japón es un buen punto de comparación para Europa. Nuestra situación recuerda en efecto a la del Japón de los años noventa, cuando Estados Unidos decidió contrarrestar la expansión comercial japonesa, que era el principal motor de crecimiento de ese país, mediante una política de debilitamiento del dólar.La importación en Europa de la crisis durante el verano de 2008, como consecuencia de la acción de los bancos norteamericanos contra los bancos europeos, nos colocó en la misma situación que el Japón de la época, o peor: en un estancamiento, o incluso una recesión que puede ser de larga duración. La diferencia es que el Gobierno norteamericano parece haberse hecho cargo del peligro que representa, también para Estados Unidos, una Europa debilitada.
Todo el mundo defiende ahora una política activa de los bancos centrales, incluido el Banco Europeo. La cuestión es: ¿hasta dónde puede llegar Mario Draghi? Sabiendo que las facilidades que pueden conceder los bancos centrales estadounidense y japonés son difícilmente trasladables a la zona euro, pues, como todo el mundo sabe, esta no dispone de ninguna autoridad federal. Es por otra parte el sentido de las propuestas que François Hollande ha dirigido a Alemania y a los demás socios europeos de la eurozona, para consolidar a esta y estructurarla, lo que permitiría que el Banco fuese más activo.
Sin embargo, hay un contraejemplo: Gran Bretaña. El Banco de Inglaterra no ha sido avaro a la hora de emitir moneda, pues ha puesto en circulación el equivalente a casi el 20 % de su producto interior. Y pese a ello, Gran Bretaña está en recesión y las previsiones para 2013 no son muy halagüeñas.
En Francia, hay quien sueña con que el escenario elaborado por Jacques Attali llegue a hacerse realidad: permitir a la zona euro la emisión de empréstitos, puesto que no está endeudada con el exterior. Como es sabido, ese es el principal escollo en las negociaciones con Alemania y, hoy por hoy, el mismo Mario Draghi no parece demasiado convencido. Actualmente, los economistas coinciden en lo siguiente: el Banco Central japonés ha puesto en marcha una política activa de apoyo a la actividad, y funciona; mientras, el Banco Central Europeo sigue centrado en la política de austeridad, que también funciona: estamos en recesión...
Traducción: José Luis Sánchez Silva.
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