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Tribuna
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La Alianza del Pacífico y los éxitos que los países pueden alcanzar individualmente

Chile, Colombia, Perú y México se reúnen en Cali, Colombia, para su séptima cumbre presidencial

El 23 de mayo, Chile, Colombia, Perú y México, los cuatro miembros fundadores de la Alianza del Pacífico, se reúnen en Cali, Colombia, para su séptima cumbre presidencial en solo dos años. Se unirán a otras nueve naciones observadoras: Canadá, Costa Rica, Guatemala y Uruguay, del hemisferio occidental, así como Australia, Japón, Nueva Zelanda y España

El rápido progreso de la Alianza desde su creación en Lima, Perú, en abril de 2011, dibuja un claro contraste con las iniciativas de comercio global actuales. A pesar de la victoria del brasileño Roberto Azevedo para liderar la Organización Mundial del Comercio, el Círculo Comercial de Doha todavía necesita asistencia, con pocas esperanzas de que esas negociaciones terminen en un futuro próximo.

Muchos acuerdos comerciales relacionados con América Latina también se encuentran en una pausa -véase el hace tiempo atascado pacto de Mercosur con la Unión Europea. Pero la naturaleza de la Alianza, concentrada en los resultados, ha generado la expectativa de que esta iniciativa será mucho más exitosa que las ya existentes, y le preceden numerosos intentos para la integración regional de América Latina.

La nueva alianza equilibra la posición geográfica de cada uno de sus miembros para integrar de una manera más efectiva a las naciones en la nueva economía del Pacífico, mientras que las posiciona como un nuevo nexo entre Asia y el resto de economías de América Latina.

En la consecución de este objetivo, el compromiso que comparten las Alianzas del Pacífico con el libre mercado les distingue de países como Argentina y Venezuela, mercados potencialmente atractivos, pero carentes del suficiente respeto a la propiedad privada y el Estado de Derecho, como para facilitar la inversión de dólares en transacciones comerciales y flujos de capital que implica la inmersión en la nueva economía del Pacífico.

A nivel funcional, la Alianza ha seguido pasos prácticos para lograr objetivos sensatos. La formación del Mercado Integrado de América Latina (MILA), a través del vínculo de mayo de 2011 entre los mercados bursátiles de Chile, Colombia y Perú fue un facilitador importante de la capitalización del nuevo bloque, asegurando que su srecursos pudieran fluir de manera sencilla y barata hacia donde pueden ser más efectivos, con la confianza de que se pueden retirar según sea necesario.

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Dado el interés compartido de los miembros de la Alianza para vender más bienes a Asia, la estrategia de exportación de la organización incluye la coordinación de los grupos de promoción de exportaciones de cada uno de los países: ProChile, ProExport (Colombia), ProMexico y PromPeru, para crear una oficina consular compartida en Shanghai y planes de estudios de mercado comunes, representación en ferias mercantiles e incluso misiones mercantiles conjuntas en Asia.

El futuro de esta alianza está impulsado por los imperativos políticos domésticos de sus miembros. La participación de México, por ejemplo, permite a la Administración de Peña Nieto expandir su agenda más allá de ‘la guerra contra los cárteles’, al tiempo que coloca a la nación en un rol de liderazgo regional independiente de Estados Unidos. Para el gobierno de Santos en Colombia, la Alianza vincula su país con las economías regionales líderes y en contraste con sus vecinos “socialistas bolivarianos”.

Para la Administración de Piñera en Chile, orientada hacia los negocios, la Alianza es un legado atractivo consistente con sus crecientes políticas estatales comerciales.

La Alianza ya ha superado uno de las grandes exámenes que han afrontado otras organizaciones integracionistas de América Latina -cómo mantener el impulso a través de los cambios ideológicos de sus gobiernos.

En Perú, el presidente Humala ha continuado el apoyo de su país a la Alianza a pesar de que la iniciativa nació durante el mandato de su predecesor, Alan García.

El mayor desafío para la Alianza del Pacífico es cómo responder a sus propias expectativas. Esto requerirá la realización de su propio potencial con desarrollos tangibles. La integración de México en MILA y el posible acceso de Costa Rica a la condición de miembro pleno de la Alianza, son ejemplos de ello. Estos éxitos también prepararían la inclusión plena de nuevos miembros como Panamá en la próxima cumbre de la Alianza, que se espera para finales de este año.

La Alianza Pacífica se verá tentada por el éxito para avanzar por caminos erróneos -la expansión para incluir como miembros a países que no comparten instituciones fuertes o su compromiso con el libre mercado y el Estado de Derecho. La aceptación de Venezuela por parte de Brasil en MERCOSUR sirve de ejemplo de lo que no hacer. La Alianza puede querer avanzar también más allá de sus objetivos para crear una plataforma política eficiente y común. A pesar de que sus miembros fundadores están convencidos de que este acuerdo no es político, todavía esperamos ver los desafíos que aguardan conforme los nuevos miembros entren a formar parte del acuerdo.

Por el momento, sin embargo, esta iniciativa tan positiva simplemente aporta innovación, una nueva unidad y refuerza la geografía que ha sido llamada como la “espina dorsal” de América Latina, enfatizando las valientes iniciativas que muchos países de la región están adoptando individualmente para competir a nivel global.

*Carl Meacham es director del Programa de las Américas en CSIS y R. Evan Ellis es Profesor del Centro de Estudios Hemisféricos de Defensa.

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