Palestina: volver a empezar
Ya son dos grandes potencias, Rusia y China, las que propugnan la paz a través de una negociación que Hamás y la extrema derecha israelí hacen hoy imposible
Cuando un conflicto se estanca no queda sino volver a los principios: ocupación israelí de Cisjordania, Gaza y Jerusalén Este, como consecuencia de la guerra de 1967; y resolución de la ONU (242) que pedía la completa retirada israelí, junto con garantías de seguridad y fronteras reconocidas al Estado sionista. Pero, contrariamente, Israel ha ocupado y poblado sin anexionarse Cisjordania, y ocupado, poblado y anexionado la Jerusalén árabe. Desde el acuerdo de Oslo en 1993 esporádicas negociaciones no han conducido a nada, en tanto que cristalizaba el consenso en Occidente de que la única solución al conflicto exige la retirada israelí, con reajuste de fronteras recíprocamente consentidos, para fundar en ese territorio un Estado palestino, cuya capital fuera la parte árabe de la Ciudad Santa. Es el plan de los dos Estados, israelí y palestino, abarrotando una exigua extensión de 25.000 kilómetros cuadrados.
Y tras los principios, los equívocos a despejar. 1. Es un lugar común que la fórmula de la bi-estatalidad está muerta, porque Israel no cesa de poblar el territorio en disputa, y Hamás —que gobierna Gaza— comete atentados terroristas cuando lo cree oportuno, aunque en los últimos años ha negociado con Israel varias treguas que generalmente ha cumplido. Pero ocurre que aunque la bi-estatalidad esté muerta, la única alternativa es la extensión del Estado judío a toda Palestina, con el probable corolario de la expulsión de varios millones de árabes, única forma de que Israel retuviera una larga mayoría sionista. Y eso, ni siquiera EE UU lo admite. 2. El advenimiento del presidente norteamericano Barack Obama, a diferencia de las impresiones iniciales, no modifica nada sobre el terreno. Cuando ofreció dramáticamente una mano tendida al mundo palestino en su discurso de El Cairo (2009), las palabras iban mucho más lejos que los actos; o aún al contrario, los actos han ido más lejos que los de su antecesor Bush II, hasta mostrar un grado extremo de comprensión y apoyo a Israel, a pesar de los desaires a que le sometía el primer ministro Benjamin Netanyahu. 3. La ruptura indefinida de las negociaciones se produjo a raíz de una serie de atentados contra la población civil que convencieron a la opinión israelí de que no había interlocutor para la paz. Pero Israel, que nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad, en ningún momento dejó de colonizar Cisjordania y Jerusalén Este, lo que no justificaba el terrorismo, pero sí destruía el crédito de Mahmud Abbas, presidente de la AN palestina, que quería negociar de buena fe. Y 4. Según las encuestas, la opinión israelí siempre ha favorecido mayoritariamente la bi-estatalidad, pero ese apoyo no tiene valor alguno si no se especifica 'cuánto' Estado le tocaría al pueblo palestino.
El pasado día 6 China anunció la presentación de un plan de paz para la región en las líneas del consenso internacional, pero que subrayaba la necesidad de reconciliación entre Hamás y AN para que el pueblo palestino negociara unido sobre la base de la oferta de la Liga Árabe, formulada en Beirut en marzo de 2002. Este plan ofrecía a Israel el reconocimiento diplomático de sus Estados miembros a cambio de una retirada igual de total, iniciativa que Israel siempre ha ignorado. Paralelamente, el secretario de Estado norteamericano John Kerry planeaba su regreso a la zona para estimular la reanudación de las conversaciones. Y en esas mismas fechas Netanyahu otorgaba permisos para la construcción de 300 viviendas en el asentamiento de Beit-Al, y una carretera que pasaría por Jerusalén, remachando en ambos casos la separación entre la parte árabe de la ciudad y su hinterland cisjordano. El mes pasado Netanyahu ya había anunciado que su objetivo era alcanzar el millón de colonos en los asentamientos, que hoy rebasan el medio millón.
Hamás establecía en su Carta fundacional de 1988 la voluntad de recuperar toda Palestina por la fuerza, pero en 2006, tras su victoria en las elecciones legislativas y aterrizaje en Gaza, aprobaba un Documento de Conciliación Nacional con la AN, por el que se sumaba a la propuesta de la Liga Árabe y reconocía, aunque no de manera expresa, a Israel. El Estado sionista exigiría, comprensiblemente, mucho más que eso para avenirse a negociar con una fuerza palestina que incluyera Hamás, pero la entrada en escena de China es una noticia. Ya son dos las grandes potencias, Rusia y China, que propugnan la paz a través de una negociación que Hamás y la extrema derecha israelí hacen hoy imposible.
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