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Obama llega a un nuevo México

Comercio, seguridad, lucha contra el narcotráfico e inmigración, los asuntos que el presidente de EE UU tratará con Peña Nieto

Antonio Caño
Barack Obama y Enrique Pena Nieto, momentos antes de la reunión
Barack Obama y Enrique Pena Nieto, momentos antes de la reuniónPresidencia de la República de México

Barack Obama llega esta tarde a México con la intención de definir una agenda de cooperación con su vecino del sur en un momento en que este emprende una nueva etapa política bajo un joven presidente, Enrique Peña Nieto, que ha prometido reformar la economía del país, profundizar su democracia y situarlo en una posición de competencia en el contexto internacional.

Ambos Gobiernos están empeñados en reprogramar sus relaciones bilaterales, muy enfocadas hasta ahora en la seguridad, y darles un mayor contenido económico. Tanto México como Estados Unidos se muestran interesados en robustecer sus lazos comerciales, como instrumento para el crecimiento y la creación de empleo. Los dos parecen, al mismo tiempo, conscientes de las ventajas que la creación de una potente región norteamericana puede tener para su influencia mundial.

Antes de salir de Washington, en una rueda de prensa, anunció que sus conversaciones con Peña Nieto estarán “en gran parte enfocadas en la economía”.

México y Estados Unidos siguen enfrentando, no obstante, problemas urgentes de seguridad y narcotráfico que obligan a buscar soluciones conjuntas. El Gobierno mexicano está elaborando una nueva estrategia de lucha contra el crimen organizado que pretende restar responsabilidades al Ejército y los servicios de Inteligencia y añadirle a la policía y la secretaría de Gobernación.

Ese cambio podría restar capacidad de maniobra en territorio mexicano a las agencias estadounidenses antinarcóticos, que en el pasado han contribuido a la localización y detención de varios jefes mafiosos.

Estados Unidos comparte la posición de Peña Nieto de quitarle relevancia pública a la guerra contra los narcos, pero no quisiera que eso se hiciera a costa de permitirles a los delincuentes campo libre para operar.

Preguntado sobre esta polémica, Ben Rhodes, viceconsejero Nacional de Seguridad de la Casa Blanca, declaró ayer que “una de las razones por las que Obama quiere sentarse con Peña Nieto en este comienzo de su mandato es para conocer pronto los términos de su colaboración”.

El propio Obama dijo que no quería pronunciarse sobre la estrategia de seguridad del Gobierno mexicano “hasta que no escuche directamente lo que pretenden hacer”.

Rhodes precisó que el propósito de EE UU, que ha ayudado con inteligencia y recursos militares en la guerra desatada por Felipe Calderón contra el narcotráfico, no es el de tener una determinada presencia en esa lucha, sino el de “colaborar para que el resultado sea beneficioso para ambas naciones”.

México también tiene reclamaciones que presentar en esta cumbre. El fracaso de la reglamentación de la venta de armas en EE UU es considerado aquí como una gran victoria de los carteles de las drogas, que llenan sus arsenales al otro lado de la frontera.

No es muy probable, sin embargo, que las diferencias puntuales en materia de seguridad puedan perjudicar la voluntad de los dos Gobiernos de cooperar en una lista más amplia de objetivos comunes, desde la incorporación de México a la Alianza Transpacífico a la reforma migratoria en EE UU.

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