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Crisis de régimen

Lluís Bassets

¿Hasta dónde está llegando la crisis? ¿Es ya una crisis de régimen? La crisis social ya está aquí y arrastra la crisis política, que se traduce por de pronto en el ascenso de nuevas fuerzas, frecuentemente más extremistas y populistas, y a medio plazo en propuestas de cambios drásticos en las reglas de juego.

Estas son preguntas y observaciones que empiezan a tener sentido en un buen puñado de países en los que se acumulan los ingredientes para una explosión social e incluso política: desempleo insoportable, recortes salariales, pérdida de derechos sociales, pobreza creciente, escándalos de corrupción e incapacidad de partidos y Gobiernos para ofrecer un mínimo horizonte. A la vez, entra en quiebra el sistema de participación de unas democracias disfuncionales en las que los ciudadanos no cuentan en las decisiones que más les afectan. Es una ironía, amarga aunque estimulante, que desde Cataluña se reivindique el derecho a decidir en el preciso momento en que nada pueden decidir los ciudadanos europeos sobre cualquier cosa que les concierna.

Su idea de crisis vale también para su país, donde el presidente Hollande, su Gobierno y la oposición conservadora se hallan bajo mínimos, y solo el Frente Nacional se relame los labios ante el estado de confusión de la opinión pública: “Hay crisis de régimen cuando el sistema institucional es incapaz de responder a la pérdida de confianza”.

Si también Francia entrara en una crisis de su actual régimen político, Montebourg tiene la fórmula de sustitución, en la que el presidente se limitaría a ejercer como árbitro, como en Italia o Portugal, y se pasaría del actual presidencialismo a una democracia parlamentaria. Montebourg encabeza desde 2001 un grupo de reflexión denominado Convención para la VI República, pero de momento solo se fija en la austeridad europea y rechaza en cambio que Francia se enfrente a una crisis de régimen: “No estamos todavía en esta situación, porque las decisiones que el Gobierno va a tomar servirán para restablecer la confianza”.

Nada distinto a lo que dice Mariano Rajoy, aunque al presidente español ni siquiera le pasan por la cabeza ideas de cambio de régimen. Lo peor de este tipo de cambios es que no esperan a los dubitativos ni a los perezosos. Si nadie se atreve a conducir las transformaciones políticas por las buenas de un reformismo sensato, con sus pactos y sus consensos renovados, suelen llegar igualmente, aunque por las bravas del rupturismo y del estropicio institucional.

Comentarios

Totalmente de acuerdo: vamos hacia una crisis en buena parte de Europa, y no sé si de régimen o sistémica (de civilización). Cada vez se cuestionan más cosas. Aquí hablamos ya de si Monarquía o República, de Segunda Transición y de nueva Constitución, pero ¿acaso los ciudadanos saben bien lo que quieren? Tenemos una crisis también de madurez ciudadana, aunque sea políticamente incorrecto decirlo. Recomiendo este artículo: http://www.otraspoliticas.com/politica/monarquia-republica%e2%80%a6-%c2%bfes-esa-la-cuestion
Es obvio que hay una crisis salvaje por la absoluta falta de confianza en la casta política, pero... ¿Acaso alguna vez hemos confiado en ellos?Yo no.http://elmejorhumorinteligente.blogspot.com/
Cambio de régimen, sí, pero ya prefiero la monarquía sueca que la república de EEUU por ejemplo, sin llegar a pensar en opciones aún peores.Falta de confianza en los políticos,sí, pero prefiero los paises donde hay política que los países donde no la hay.Es fácil mostrar indignación por las excrecencias que vemos, lo difícil es plantear alternativas, fijar el objetivo al que deseamos dirigirnos.
De nuevo Marx, siempre Marx.Cuando cambian la estructura económica y productiva, que es lo que está sucediendo con el modelo neoliberal actual, cambia también la superestructura política y legal.Los cambios son de dos naturalezas distintas. Unos promovidos desde las propias instituciones europeas para cambiar el modelo social y económico de Europa adaptándolo al libre comercio globalizado del neoliberalismo. Otros surgidos de la lógica reacción de las poblaciones que ven como les son arrebatadas conquistas sociales obtenidas desde mediados del pasado siglo y que detectan perfectamente que las instituciones no persiguen ya estos objetivos sino que se han puesto a trabajar para el modelo neoliberal. La UE, tal y como está planteada, donde se hace evidente la pérdida del contenido social en favor de políticas e ideas económicas de liberalización, se presenta así como un instrumento más del neoliberalismo para imponer su filosofía política y económica a nivel global.Cuando se remueve la estructura productiva, sus fundamentos, según Marx es inevitable que le sucedan los temblores de la superestructura política, social e institucional, de intensidad variable dependiendo de los estragos que en las condiciones de vida de la población causen tales cambios.
mucha falta de confianza en los políticos, pero personalmente prefiero los paises donde hay política que los países donde no la hay.Muy facil es mostraresta indignación por las excrecencias que vemos, lo difícil es plantear alternativas.
Cambio de régimen. Sí. De arriba abajo.Viva la República
A mi juicio, se necesita cambiar de tipo de democracia, porque lo que actalmente llamamos democracia se ha transformado en una dictadura, un sistema feudal o un plutocracia, cualquier cosa menos democracia. Los ciudadanos no cuentan para nada, se les trata como sino se tratase de seres humanos, a pesar de lo que dice la Constitución y la Declaración Universal de Derechos Humanos. Un problema es que los ciudadanos no estamos de acostumbrados a ser verdaderamente ciudadanos, llevan mucho tiempo siendo subditos, según la nomenclatura empleada por Mayor Oreja. Pero podemos aprender rápido, sasa la situación en que nos encontramos.Un saludo
Casi me conformaba con que cambiaran los dirigentes, de abajo arriba, de arriba abajo, a ver qué tal nos iba. Igual, más que cambiar el sistema nos hace falta que cambien las personas que viven del sistema.
Castracion para todos los violadores
VOCACIÓN DE SERVICIO PÚBLICO A eso antes le llamaban latiguillo, muletilla o similar, pero ahora la cosa es más moderna: se llama mantra. Si ciertos iluminados van ataviados luciendo cabeza rapada y envueltos con una túnica color zanahoria, éstos lucen unos caracolillos muy engominados en la nuca y corbatas color fosforito mientras ellas suelen ir muy embutidas en dos tallas menos. Sí, no se me despiste, hay otros que ni corbata ni colágenos ni siliconas muy elaboradas: el peligro es precisamente ése, que van de normales aunque no carecen de pulseritas. Es la apoyatura moral de aquellos, que con la que cae en estos últimos tiempos, muy henchidos, una vez instalada la alcachofa cerca del gaznate o de la cámara cercana al mentón, se jactan de afirmar coreando a diestro y siniestro el susodicho: “créame que yo en mi trabajo ganaba mucho más y si estoy en política es sencillamente porque tengo vocación de servicio público”. Si las folklóricas se debían a su público, éstos, sin sonrojo, se pliegan a los deseos de sus ciudadanos, nuestros votantes y otras zarandajas al por mayor. Y eso qué es, nos preguntamos los agraciados por tales ardientes vocaciones de un ecumenismo tan cegador. Porque quienes realizan tales asertos, en la mayor parte de los casos, vienen realizando el pastoreo, discúlpenme las hermanas ovejas, legislatura tras legislatura de tal modo que muchos jamás han tenido un empleo anterior distinto de este sacerdocio sobrevenido de tal suerte que así otros viven de la comisión de servicio per saecula saeculorum. Somos un pueblo cruel por el trato cucañero y desagradecido con estos verdaderos animadores socioculturales. Usted no lo sabe, pero este personal labora denodadamente a partir de la del alba, es más a alguno les quita el sueño verbigracia el problema del paro juvenil con lo cual comienzan su jornada con ciertos hándicaps emocionales. Su proyecto de trabajo no se limita a un máximo de ocho años por un suponer, no. Mire, si el partido sigue ganando elecciones, a ellos les cae el maná divino de otros cuatro y los que vengan porque los procesos son lentos. Usted es que no se entera, pero ellos están aquí porque son imprescindibles en esto de la lucha por todo aquello que signifique una sociedad más solidaria, libre e igualitaria. En estas lides se necesita mucho músculo intelectual y ellos tienen todo el día para entrenar. Usted trabaje, si tiene ese privilegio, como un bestia para llegar a final de mes, empéñese hasta que no toque fondo para que su familia salga adelante con cierta dignidad y si llega a anciano sin problemas de degeneración macular será un afortunado porque podrá reconocerlos haciéndose, entonces, unas monterías o unos hoyos. Sí, son esos que se han pasado toda su puta vida levitando entre moquetas y acariciando maderas muy nobles, que brindaron a nombre de usted en los mejores salones donde a base de lingotazos arreglaban el país. Y ni lo dude, ellos están para todos nosotros full time. No tienen vida familiar: ni la quieren y serían incapaces de mantenerla. Los sacrificios que impone la vida de partido: “España y yo somos así, señora”. Estos desvelos merecen, cuando menos, uno o dos sueldos, dietas de todo pelaje, representaciones en los muy variados consejos de administración, la pensión oficial asegurada tras unos cabezazos en la bancada de turno, los cachorros bien instalados y muy cristianamente afirmando en los pequeños e íntimos círculos aquello que “detrás de un gran hombre hay una gran mujer… y detrás su señora”. Los que, lamentablemente, no se dieron por amortizados son ciertos de sus acólitos. Esos sí que están por servicio público. Aquellos milicianos que creían en esta guerra particular de la utopía de una sociedad mejor y hacían presencia allí donde se precisaba sin atender a horas ni fines de semana, luchando en las asociaciones de barrio, enarbolando las banderas, arropando en los mítines, nutriendo las mesas electorales,… Decía el poeta que no hay otro oficio ni destino sino aquel que enseñe al hombre a ser hombre. De igual manera no hay otra vocación de servicio público que aquella que sea un instrumento para hacerte el mejor de ti mismo, entregándose al otro para enriquecerle haciéndole la vida más llevadera. Todos los oficios, desde funcionarios de todas las clases, cirujanos, científicos, hasta los de más humilde condición que no por ello menos importantes, todos aquellos que con su labor cotidiana, silenciosa, abnegada, las más de la veces ni siquiera reconocida socialmente,…éstos son los verdaderos servidores públicos porque a la postre son los hacedores los que hacen que este país progrese. Éstos se levantan cada mañana con la ambición de hacer no de ser. Si algún día por ventura tienen el displacer de escuchar cerca a alguno/a de esta especie, no echen a temblar ni huyan, dense el placer de acorralarle/a y encárense de modo que antes de balearles verbalmente exíjanles desde el tierno arrullo su necesidad de que les expliquen muy despacito aquello que acaban de autonombrar y que se denomina “vocación de servicio público”.
¿Para cuándo unos Estados Generales a la francesa?Urge.Y después Asamblea constitucional, si es necesario.
¿Hasta donde puede llegar la crisis sin que aquellos que nos gobiernan adopten alguna decisión que de claros y medibles resultados positivos?Interesante reflexión la de Cataluña. ¿Por qué se reivindica ahora el derecho a decidir con tanta fuerza? ¿El proyecto independentista coincide con la crisis económica o es una consecuencia de la misma? A mi parecer no es consecuencia sino simple coincidencia en el tiempo.
Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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