Estalla la batalla fiscal en Alemania
Los ricos Estados meridionales recurren al Constitucional para cambiar el modelo de solidaridad interterritorial. El discurso europeo se reproduce en clave interna
Los Estados alemanes de Baviera y Hesse, contribuyentes netos de los fondos de cohesión entre los Estados alemanes, presentaron el lunes pasado una querella ante el Tribunal Constitucional (TC) para cambiar el modelo de solidaridad interterritorial alemana. En ambos länder gobiernan coaliciones entre democristianos (CDU/CSU) y liberales (FDP), análogas a la de la canciller Angela Merkel. El auge de popularidad que obtiene ella con su línea de austeridad y recortes en las negociaciones europeas inspira desde hace meses a los barones regionales de su coalición. Los socialcristianos de la CSU, partido hermano en Baviera de la CDU de Merkel, temen que su resultado electoral en las regionales de septiembre sea menos brillante que en 2008 y han declarado una cruzada doméstica ante los magistrados del TC en Karlsruhe: en Alemania, como en Europa, los ricos no quieren pagar por los pobres.
El mapa económico de Alemania se divide en dos hemisferios inversos al de los desajustes europeos. Al sur quedan Baviera y su vecina occidental Baden-Württemberg, la vanguardia tecnológica e industrial de Europa. Hesse comparte frontera con ambos y cuenta con la capital financiera del continente, Fráncfort. Estos tres länder ponen en el bote de la financiación interterritorial más dinero del que perciben. Los 13 Estados restantes cobran o suman prácticamente cero en el balance del fondo de cohesión. Este es el caso de Hamburgo. La próspera Baden-Württemberg, donde gobierna una coalición de centroizquierda presidida por el Verde Winfried Kretschmann, rechaza sumarse a la querella de Baviera y Hesse. La Ley Fundamental alemana obliga a “equilibrar las diversas capacidades financieras de los Estados”.
Berlín es el principal beneficiario del sistema actual. Con incontables calles levantadas como si disfrutara de un programa fantasma de reactivación económica, pero con una tasa de paro que dobla la media nacional del 6,9%, casi una cuarta parte de los habitantes de la capital de Alemania necesita ayudas sociales para sobrevivir. Es el paradigma del Estado dependiente del gotero de fondos federales. Baviera, el gran land del sureste, es su polo opuesto: el paro roza los mínimos inevitables y el producto interior bruto (465.500 millones de euros) superó en 2012 la suma de los de Cataluña, Madrid y el País Vasco. Con casi cuatro millones menos de habitantes.
El auge de la retórica de la austeridad inspira a barones regionales
El presidente bávaro, Horst Seehofer (CSU), se lamenta de haber transferido poco menos de 4.000 millones de euros en 2012, “casi el 10% del presupuesto” del land. La endeudada Berlín se embolsó 3.300 millones de euros en ese periodo y planea gastar 21.900 millones en 2013. El año pasado, los fondos de cohesión transfirieron un total de 7.900 millones de euros. La mitad salieron del bolsillo bávaro. El cheque desde Stuttgart alcanzó los 2.700 millones y el de Wiesbaden, capital de Hesse, los 1.330 millones de euros. El segundo beneficiario después de Berlín fue el land oriental de Sajonia, con 963 millones de euros.
En frío, los números parecen dar la razón a los querellantes, que no se privan de exageraciones dignas de la perpetua crisis de la deuda europea. Seehofer justifica la querella como un “acto de legítima defensa”, mientras que la oposición bávara acusa a su ministro de Hacienda, Markus Söder (a la derecha en la conservadora CSU), de haber parafraseado a Adolf Hitler cuando anunció el pasado lunes: “desde las nueve de la mañana se está interponiendo la querella”. Ven ecos de la infamia nazi con la que comenzó la II Guerra Mundial, “desde las 5.45 se está respondiendo al fuego”. Incluso el vicepresidente regional Martin Zeil (FDP) dio un respingo al oírlo. Pero bigotitos hitlerianos aparte, los conservadores bávaros consideran que las compensaciones interregionales desincentivan las reformas en los länder manirrotos como Berlín o Bremen. No hacen lo suficiente, acusan, por reducir la deuda o corregir el déficit. La llamada “unión de transferencias”, un anatema de la derecha alemana cuando se trata de la integración europea, se ve cuestionada otra vez en casa.
Berlín es el principal beneficiario del actual modelo de cohesión
Pero como la fábula de los europeos vagos en el sur y los laboriosos en el norte, el cuento bávaro de su generosidad interregional ignora hechos inconvenientes. Hace 60 años, Baviera era uno de los Estados más atrasados de la República Federal de Alemania. En la hoy próspera y muy conservadora región había poco más que vacas y aldeanos con pantaloncitos de cuero. Durante las décadas de desarrollo, los fondos de cohesión entre regiones inyectaron en los presupuestos de Múnich cantidades mucho más que respetables. En 1980, por ejemplo, el Gobierno del orgulloso Estado Libre de Baviera ingresó 206 millones de euros en marcos de la época. Su balance fue positivo hasta 1986. Entonces empezaron a quejarse, hasta que en 1999 lograron una renegociación parcial del sistema. Los bávaros impusieron parte de sus criterios. Seehofer asegura ahora que Baviera dice “sí a la solidaridad, pero no a la injusticia”. Su homólogo de Hesse, Volker Bouffier (CDU), abunda con la reflexión siguiente: “el que se esfuerza debe cosechar los beneficios”.
Los líderes de los länder favorecidos por el sistema de cohesión estiman que Seehofer y Bouffier se han entregado a “monsergas de precampaña” electoral. El actual modelo de financiación caduca en 2019 y de todos modos será necesario pactar otro. Baden-Württemberg, que también espera reducir sus aportaciones, se abstiene de la ruidosa demanda para centrarse en las negociaciones con los demás Estados. Pero Seehofer quiere vencer en Karlsruhe y que le reciban en casa como a una Merkel retornando de Bruselas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.