“Benedicto XVI era más cabeza y Francisco es más corazón”
Miles de católicos arropan al nuevo papa en una plaza de San Pedro abarrotada de argentinos
Las monjas también empujan. Lo han hecho hoy, llegadas de todas partes del mundo, para ganarse un buen sitio en la plaza de San Pedro, donde el argentino Jorge Mario Bergoglio ha recibido el anillo del pescador y ha inaugurado su pontificado. Una alfombra humana de religiosas, sacerdotes y católicos de todas las razas y nacionalidades ha viajado a Roma para arropar al nuevo papa. Lloraron, aplaudieron y se emocionaron. Especialmente cuando Francisco ha dado varias vueltas a la plaza a bordo de un jeep descapotable para saludarles durante unos 20 minutos y besar a tres niños que le acercaron en volandas —uno lloraba a rabiar del susto—. El Papa incluso ha bajado del automóvil —para desconcierto de sus guardaespaldas— para acercarse a reconfortar a un enfermo.
En la plaza predominaban las banderas argentinas, la nacionalidad de Francisco, que ha pronunciado su homilía en un italiano con perfecto acento porteño. Los argentinos debatían sobre el encuentro, el lunes, con la presidenta de su país, Cristina Fernández. “Él le pidió audiencia 14 veces y ella se negó a recibirle. Ahora hay un argentino más poderoso que ella”, comentaba Edgar, de 35 años, que salió de Buenos Aires con unos amigos hace unas semanas para viajar por Europa y celebró en Barcelona que el nuevo papa era compatriota.
“Yo creo que el mensaje de la homilía era claramente para la presidenta Cristina”, opinaba Gabriela, de 31 años, a la que la fumata blanca pilló también de viaje por Europa. “Ese mensaje de humildad, pidiendo a quienes tienen responsabilidades políticas que tomen conciencia de la situación, era para ella. En Argentina hay mucha gente que lo está pasando muy mal y la presidenta actúa como si no hubiera ningún problema. Este es un papa de abajo: sencillo, humilde, pero con mucho carisma”, añadía.
“Es un hombre muy sencillo”, corroboraba Mariuxi, ecuatoriana residente en Roma desde hace 11 años. “Por Ratzinger no hubiera madrugado tanto, pero por Francisco ha valido la pena levantarse a las cinco de la mañana”. Michele, un diácono italiano que vive ahora en Alemania y se desplazó a Roma para asistir ayer a la entronización del nuevo papa, explicaba así ese sentimiento: “Benedicto XVI era más cabeza y Francisco es más corazón. Estoy muy contento por su elección. Me afectó mucho la renuncia de Benedicto XVI. En Alemania todo el mundo lo ve bien: no tenía fuerzas y ha sido valiente en decirlo. Aquí en Italia, sin embargo, les ha costado más entenderlo. Hay mucha gente que cree que el Santo Padre no se puede retirar”.
Perfectamente equipada, sor Rosalba, hija de la caridad, de 66 años, seguía la ceremonia con unos enormes prismáticos que ocultaban prácticamente su cara menuda. Llevaba, además, prácticos cartones para sentarse. “No es mi primer papa, ¿sabe? Pero siempre es muy emocionante”.
Quienes no tenían prismáticos, como la previsora sor Rosalba, seguían la ceremonia a través de las grandes pantallas que colgaban de los dos brazos de columnas de la plaza. “¡Mira, el Príncipe!”, avisaba un joven español a su familia cuando las cámaras han enfocado a don Felipe, de gala, acompañado de la princesa de Asturias, con mantilla negra. Al saludar al nuevo papa, este les ha preguntado cómo estaba el Rey. “Recuperándose poco a poco”, le ha contestado el Príncipe, que hoy representaba al Monarca, convaleciente de su operación de hernia discal del pasado 3 de marzo. Don Felipe le ha dado la enhorabuena, recuerdos de los Reyes y le ha dicho que esperaba verle pronto por España. El Papa le ha contestado que sería fácil, al estar tan cerca. Tras los Príncipes, le han saludado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y su esposa.
Durante los momentos más solemnes, como la eucaristía, en la monumental plaza de San Pedro, ocupada por decenas de miles de personas, no se ha escuchado más que un emocionante silencio.
Al terminar la ceremonia, los chavales de colegios católicos españoles, como el San José de Cluny, que han viajado a Roma para la entronización, continuaban el viaje por Italia. “¡Vamos a conocer mundo!”, celebraba una de las alumnas. Otros muchos se han dirigido a las tiendas de souvenirs. “Tenemos todavía pocas cosas de Francisco. No ha dado tiempo”, lamentaba una dependienta. Con todo, la oferta disponible era variada: pósters, medallitas, pastilleros e imanes de nevera con el rostro del nuevo papa. Los imanes de nevera de su predecesor, Benedicto XVI, estaban, por cierto, a mitad de precio.
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