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La coalición de Grillo sufre las primeras fugas al inicio de la legislatura italiana

El centroizquierda logra presidir el Senado con votos del Movimiento 5 Estrellas El cómico, furioso, amenaza con la expulsión a los desobedientes

El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi (en el centro, con gafas de sol), el sábado en el Senado, en Roma.
El ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi (en el centro, con gafas de sol), el sábado en el Senado, en Roma.REMO CASILLI (REUTERS)

De plaza en plaza, diciendo a gritos que la política italiana es un pozo negro y que todos los políticos son unos corruptos, tanto los de derecha como los de izquierda y ya no digamos los de centro, el cómico Beppe Grillo logró que su formación, el Movimiento 5 Estrellas (M5S), lograra unos resultados fabulosos en las elecciones generales del 24 y 25 de febrero pasados. Desde entonces, Grillo ha hecho oídos sordos a las propuestas para que utilice su considerable representación parlamentaria para cambiar la política desde dentro, para acabar con la terrible herencia de los gobiernos de Silvio Berlusconi. Pero su firme decisión de no alcanzar ningún pacto, ni siquiera puntual, con el centroizquierda de Pier Luigi Bersani está poniendo en riesgo la gobernabilidad del país. El sábado, sin embargo, ocurrió algo que, aún a su pesar, demostró a Beppe Grillo cuánto poder tiene en su mano para empezar a limpiar, desde ya, la política italiana.

La acción transcurre en el palacio Madama, sede del Senado de la República. Silvio Berlusconi, quien se ha presentado con unas aparatosas gafas negras por su supuesta lesión ocular y ha sido recibido con un gran abucheo a las puertas del edificio, propone su candidato a la presidencia del Senado. Se trata del anterior presidente de la Cámara alta, Renato Schifani, palermitano de 62 años, indagado por presuntas conexiones con la Mafia y autor del llamado laudo Schifani, una ley de 2003 que suspendía los procesos judiciales contra altos cargos de la República. O sea, un intento de blindaje para su jefe Berlusconi que fue declarado inconstitucional al año siguiente. Por su parte, el centroizquierda presenta al juez Piero Grasso, también siciliano, de 68 años, exfiscal nacional antimafia, un tipo íntegro y valiente al que muchos consideran heredero del juez Giovanni Falcone.

Así que los diputados del Movimiento 5 Estrellas se encuentran con un gran dilema. O seguir votando en blanco y permitir tal vez que Schifani salga elegido, o traicionar las órdenes de Beppe Grillo y asegurar la elección del juez antimafia. Cuenta la prensa italiana que los diputados se encerraron en una estancia del Senado —a la hora de la verdad, las asambleas retransmitidas por transparencia se convierten en un incordio— y que desde fuera se oyeron gritos y lamentos, algún senador abandonando la reunión con lágrimas y un par de ellos, de origen siciliano, reconociendo: “Si por culpa nuestra no sale Piero Grasso, no podremos cruzar el Estrecho [de regreso a Sicilia]”. Aunque la votación es secreta, los resultados dejan claro que el exfiscal antimafia ha obtenido 12 votos más de los 125 de que dispone la coalición de centroizquierda. Ya en el segundo día de la legislatura, algunos discípulos de Grillo le han sido infieles al maestro.

Pero, sobre todo, han demostrado que no es verdad que se pueda meter todo en un mismo saco, que no es lo mismo Schifani que Grasso, que entre Berlusconi y Bersani sigue habiendo mucha diferencia, y que la política con fuego real es mucho más difícil de cocinar que la del grito en la plaza. Pero la libertad de conciencia de sus senadores enfurece a Grillo, quien a través de su blog anuncia la caza a los desobedientes y amenaza con su expulsión.

Uno de ellos, Giuseppe Vacciano, publica en Facebook: “Si estáis buscando a los culpables de la alta tradición a los principios del Movimiento, ya lo habéis encontrado”. Por su parte, Vito Crimi, jefe del grupo de M5S en el Senado, añade: “Seguramente, en la cabina de votaciones, alguno de nosotros ha actuado en conciencia y esa ha sido una gran expresión de libertad”. Beppe Grillo se podría dar por satisfecho porque el aire nuevo de la política haya empujado a Piero Grasso al frente del Senado y a Laura Boldrini —una periodista de 52 años, portavoz del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados— a la presidencia de la Cámara de Diputados, pero al parecer su única preocupación es la obediencia de los suyos.

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