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Rebelión policial el día antes de la sentencia de la tragedia de Port Said

Miles de agentes se han declarado en huelga argumentando que se niegan a ser el brazo represor del gobierno islamista

Ciudadanos egipcios rodean un vehículo militar ocupado por unos soldados en Port Said
Ciudadanos egipcios rodean un vehículo militar ocupado por unos soldados en Port SaidEFE

Por primera vez desde principios de semana, el viernes la ciudad de Port Said no ha vivido serios enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas policiales. No en vano, los agentes se han esfumado de las calles al amanecer, dejando el control de la ciudad en manos del Ejército. Algo parecido ha sucedido en al menos 67 comisarías distribuidas por todo el país. Miles de agentes se han declarado en huelga argumentando que se niegan a ser el brazo represor del gobierno islamista en su conflicto con la oposición.

La rebelión policial llega en un momento muy comprometido, solo unas horas antes de la sentencia de la masacre del estadio de fútbol de Port Said, en la que el año pasado murieron más de 70 personas, la mayoría hinchas del club de fútbol al-Ahly. A finales de enero, un tribunal condenó a la pena de muerte a 21 de los cerca de 70 acusados por la tragedia. El sábado por la mañana el tribunal emitirá su veredicto para los 50 restantes.

Ashraf al-Azaby, abogado de 13 de los acusados, se muestra pesimista. “Me temo que el veredicto de mañana será como el primero, un veredicto injusto y de naturaleza política”, declaró a El PAÍS. “No se ha presentado ninguna prueba concluyente contra los acusados. Las condenas solo pretenden aplacar a los ultras ahlawy. Apelaremos y pediremos la repetición de todo el proceso”, añade el carismático magistrado.

Los ultras ahlawy es el grupo de aficionados más fanáticos del Ahly, el club más laureado del país. Son legión y están muy bien organizados, lo que les ha permitido realizar diversas acciones de presión durante los últimos días. Han interrumpido el servicio del metro, han cercado la Bolsa, e incluso cortaron la carretera que lleva al aeropuerto el pasado domingo, retrasando por dos horas la partida del secretario de Estado, John Kerry, en su primera visita a Egipto.

A diferencia del primer veredicto, que solo incluía hinchas del Masry, el equipo de fútbol de Port Said, entre los acusados que conocerán su sentencia el sábado se cuentan varios responsables de la policía. Los fans de ambos clubes sostienen que la policía organizó la matanza para vengarse de los ultras ahlawy por su activo papel durante la revolución. Por eso, la absolución de los mandos policiales podría encender Egipto de nuevo. Tras la primera sentencia, se desató una ola de ira en Port Said que se saldó con la muerte de más de 40 personas.

Hace más de dos semanas, Port Said se declaró en huelga general. Tanto las escuelas, como muchas empresas e incluso edificios oficiales han cerrado sus puertas. El viernes, la ciudad, situada en la boca del Canal de Suez, parecía una ciudad fantasma bajo la mirada omnipresente de sus mártires. Pancartas y carteles con sus fotografías presidían las calles del centro. “Todo el pueblo se encuentra unido bajo una demanda: que se haga justicia, y se juzgue a los asesinos de tantos mártires”, proclama Rami, un joven de 24 años, en referencia a los mandos del ministerio del Interior.

La Plaza de los Mártires constituye el epicentro de las protestas. Allí se encuentra la principal comisaría de policía, a la que la multitud prendió fuego el martes. Durante las últimas semanas, el nombre de la plaza ha adquirido un renovado sentido. Originalmente, estaba dedicada a los héroes que resistieron la invasión del canal de Suez en una ofensiva tripartita entre Israel, Francia y Reino Unido, Pero ahora simboliza la brutalidad policial que ha segado la vida de cerca de 50 personas desde finales de enero. Uno de los últimos caídos ha sido Abdu Rahman al-Sayed, un adolescente de 17 años.

“Estamos destrozados. Yo estaba a su lado cuando murió. Estabámos en una manifestación, y desde el tejado de la comisaria de policía, nos lanzaron un bloque de granito”, explica en el funeral Karim, su hermano gemelo. En la mezquita de Mariam, se combinan las expresiones de dolor y de rabia contra las fuerzas policiales, así como el presidente Morsi y su partido. “No hay más dios que Alá, y los Hermanos Musulmanes son enemigos de Alá”, gritan tres mujeres veladas de luto parafraseando, y modificando el final de la declaración de fe del Islam.

En los corros de ciudadanos que discuten la situación, algunos piden un retorno al poder las Fuerzas Armadas. Pero otros discrepan. “Debería haber nuevas elecciones presidenciales. Todos queremos que el ejército, y no la policía, se haga con el control de la ciudad, pero no del país de forma indefinida”, afirma al-Araby, un trabajador veterano de una empresa petrolífera.

La sensación de caos y de inestabilidad crónica que experimenta Egipto ha llevado a miles de ciudadanos a firnar una petición para que el ejército asuma de nuevo las riendas del país. Sin embargo, los militares no se cansan de repetir que no están interesados en involucrarse en política, sobre todo después de la experiencia negativa que representó la administración del periodo de transición por parte de la Junta Militar.

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