Frente al desastre
El gran perdedor de las elecciones en Italia es Mario Monti, que había sido alabado por los mercados y las élites financieras mundiales
La depresión social europea empieza a manifestarse en el campo político. La política irresponsable de los Gobiernos, haciendo de la austeridad despiadada una medida de castigo de los asalariados para satisfacer a los mercados financieros y Alemania —que aprovecha esta situación en beneficio de su propio comercio en la zona euro—, conduce al auge de “movimientos parapolíticos” que no dudan en cuestionar incluso la legitimidad del proyecto europeo. La victoria en Italia del Movimiento 5 Estrellas, dirigido por el excómico Beppe Grillo, que ha hecho de él el más dotado de votos (8,5 millones) en la Asamblea italiana, es más que un aviso: es el comienzo de un proceso que puede llevar a una situación de ingobernabilidad insostenible y, probablemente, a la deslegitimación de los Gobiernos democráticos en Europa. La crisis financiera ha provocado una crisis económica, esta ha generado la crisis social, que pone en duda, a su vez, la legitimidad de las instituciones políticas.
¿Por qué? Fundamentalmente porque los ciudadanos no entienden estas políticas de austeridad, no entienden por qué los Estados son impotentes, no entienden por qué no hay diferencias entre los partidos conservadores y los progresistas, y porque, al fin y al cabo, no confían en los políticos. Esta situación, añadida al sentimiento de que las élites políticas son todas corruptas, está carcomiendo la confianza en las instituciones democráticas. En Francia, el desarrollo de movimientos cívicos de ocupación de los lugares de trabajo, la desafección política y el auge de los extremismos de derechas hacen prever unos resultados electorales duros para la izquierda en los próximos comicios de 2014. Las previsiones apuntan a que el país no saldrá de la crisis antes de 2015, según los pronósticos aleatorios del Gobierno. Portugal y España están ya a la deriva y parece que se dirigen hacia el agujero negro del espacio infinito.
El principal perdedor de las elecciones italianas es Mario Monti, alabado hace poco por los mercados y las élites financieras mundiales. Los italianos han dejado claro que el acuerdo entre los partidos del sistema para dejar gobernar el país a un hombre, íntimamente vinculado a los mercados financieros, sin haber sido elegido, no es la solución. Quieren ser consultados cuando de lo que se trata es de dar un giro de 180 grados a la gestión económica del país. También lo demostraron los españoles, castigando a José Luis Rodríguez Zapatero, aunque este disponía de legitimad electoral. Los sondeos en Francia demuestran la misma amenaza frente al giro de François Hollande hacia una política de austeridad.
Los partidos interpretan esta disociación entre los ciudadanos y los Gobiernos como el auge de un supuesto “populismo”. La palabra es negativamente connotada: significa demagogia, manipulación, irracionalismo en el campo político. Y, por supuesto, los que “saben” condenan a los que reaccionan de forma “emocional” ante una situación de crisis.
Esta postura de los gobernantes y dirigentes políticos es falsa y a la vez profundamente peligrosa. Falsa, porque no hay nada menos legítimo que la actual crisis de confianza en las élites políticas vinculadas a un modelo que genera la destrucción de los acervos sociales duramente conseguidos desde la II Guerra Mundial; además, estas élites no han sabido crear un horizonte de vida social común para los ciudadanos europeos, al practicar una única política “posible”, la adopción del modelo financiero alemán. De ahí también la sospecha histórica frente a Alemania. El 26 de febrero de 2013, el ministro del Interior alemán, Hans-Peter Friedrich, se preguntaba en la radio SWR2: “¿El resultado de la elección [italiana] es una señal dirigida a la política de austeridad en Europa y a la canciller alemana como representante más virulenta de esta política? La respuesta es sí”. El presidente de la República alemana, Joachim Gauck, dijo en la misma línea hace poco que esta actitud corresponde no solo a los “partidos populistas”, sino también a una parte cada vez más importante de la ciudadanía europea.
Luego interpretar el rechazo de la política liberal de Bruselas y Berlín como mera manifestación de populismo, no tener en cuenta la voluntad de las poblaciones europeas, es contribuir al auge de un verdadero populismo sobre las ruinas de los partidos democráticos. Si nuevos movimientos parapolíticos, confusos y coléricos, como el de Beppe Grillo, cuestionan el modelo europeo y critican a los partidos, es porque no se sienten representados por la tecnocracia europeísta y los políticos impotentes. Al fin y al cabo, son movimientos institucionalizados dentro del marco democrático. Piden solidaridad frente al desastre de la política monetarista europea.
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