Bersani, un líder serio que no ilusiona
Su perfil de gestor, capaz de llegar a acuerdos y enemigo de las promesas vanas lo ha acompañado siempre
Pier Luigi Bersani nació en Bettola, provincia de Piacenza, hace 61 años. En su juventud fue comunista e hizo su tesis doctoral sobre San Gregorio Magno. De lo primero no hay rastro en su biografía oficial —escrita en primera persona y colgada en la web del Partido Democrático (PD)—; de lo segundo, sí. De ahí ya se puede extraer el primer dato. Un candidato del centroizquierda italiano puede tener más futuro siendo un experto en la historia del cristianismo e incluso diciendo en televisión que su figura histórica favorita es Juan XXIII, que dando a entender que aquel rojo de su juventud no se ha desteñido completamente.
Eso lo sabe bien Silvio Berlusconi, que cuando quiere desacreditar públicamente a alguien —sean jueces de Milán o adversarios con peligro— les llama “comunistas”.
El caso es que Bersani, tras su graduación en Filosofía y un breve tiempo como enseñante, ha sido siempre un político profesional. El primer cargo importante lo logró en 1993, cuando se convirtió en presidente regional de Emilia Romaña.
Más tarde ocupó las carteras de Industria, de Trabajo y de Desarrollo Económico en los Gobiernos de Romano Prodi y Massimo D’Alema. Esto es, cuando el centroizquierda italiano logró el poder en las últimas dos décadas, ahí estaba siempre Pier Luigi Bersani. Esta circunstancia, que podría ser un argumento en contra —-la clase política italiana se supera día a día en sus niveles de descrédito—, no lo es en el caso de Bersani. Su perfil de gestor serio y trabajador, capaz de llegar a acuerdos y enemigo de las promesas vanas, lo ha acompañado hasta la coyuntura actual. Una coyuntura que tiene su germen en 2007, con el nacimiento del Partido Democrático (PD), y sobre todo en 2009, cuando fue elegido secretario general. Bersani lideró los últimos años de oposición al berlusconismo y, en noviembre de 2011, tras la llegada de Mario Monti al poder, adoptó como suya la tarea de salvar a Italia de la ruina económica y el descrédito internacional.
Durante 2012, mientras sostuvo con el voto del PD las reformas de Monti —algunas de ellas no tan cercanas a su ideario político—, acometió también una renovación tranquila en el seno de la formación de centroizquierda y, el pasado mes de noviembre, sometió la candidatura a unas elecciones primarias y abiertas que resultaron un éxito de participación. Su pugna con Matteo Renzi, el joven alcalde de Florencia, logró despertar al centroizquierda y situarlo en una muy buena posición de salida para ganar las elecciones. Bersani ganó con claridad el duelo y, lo que es más importante tratándose de la izquierda, mantuvo un entente cordial con Renzi, que lo ha venido apoyando sin reservas en la campaña electoral.
La carrera de Bersani hacia el poder se ha encontrado, no obstante, con tres graves obstáculos imprevistos. El primero, el regreso de Silvio Berlusconi, quien a sus 76 años y después de dos décadas de poder y escándalos, ha regresado in extremis a la política para intentar salvar su cuello de los jueces.
El segundo, la entrada en política de Mario Monti después de un año jurando que no lo haría.
Y tercero, el escándalo del banco Monte dei Paschi de Siena —la entidad financiera más antigua del mundo—, tradicionalmente ligado al centroizquierda. Si Bersani consigue finalmente alzarse vencedor, tendrá motivos para sonreír, porque en su campaña electoral no ha tenido muchos.
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