Israel se prepara ante un eventual ataque desde Siria
El Ejército se moviliza para prevenir una ofensiva por sorpresa contra los altos del Golán
El conflicto en Siria se ha convertido en la amenaza de seguridad más inmediata para Israel, que contempla con inquietud los posibles resultados de la rebelión. O bien el régimen de Bachar el Asad mantiene el control del Gobierno, endeudado con dos de los mayores enemigos de Israel en la zona, como son Irán y la milicia libanesa de Hezbolá; o bien los grupos opositores suníes, entre los cuales hay numerosas células yihadistas, toman el relevo y acceden a los arsenales de armas convencionales y químicas. Estos últimos grupos ya se han hecho fuertes en la zona de los Altos del Golán, en la frontera con Siria. E Israel ya ha comenzado a hacer sus maniobras militares, para prevenir por la fuerza un ataque por sorpresa.
Existe la certeza entre la clase dirigente israelí de que el reloj marca la cuenta atrás para una crisis en la frontera norte del país. Recientemente, Benjamín Netanyahu lo dijo, críptico, en una reunión con legisladores norteamericanos de visita en Jerusalén: “Mis opciones respecto a Siria están entre lo malo y lo peor”. El ataque del 30 de enero contra un objetivo en Siria dejó claro que Israel no permitirá movimientos sospechosos de los depósitos de misiles balísticos, tierra-aire y tierra-mar, ni de las reservas de cianuro y gas sarín y mostaza de El Asad. Los servicios de inteligencia norteamericanos creen que Israel destruyó exitosamente un convoy con armamento que se dirigía a Líbano, hacia la milicia-partido chií Hezbolá.
Tanto o más que el eje chií entre el Gobierno de El Asad y Hezbolá inquieta a Israel una nueva amenaza: una bolsa de grupos sirios suníes en el Golán. En noviembre, desde la localidad siria de Kuneitra, se produjeron ataques con morteros contra áreas ocupadas por Israel en 1967. Varios soldados resultaron heridos. A la inteligencia israelí le preocupa la llegada a sus fronteras de grupos militantes radicales, como el Frente al Nusra, formado por yihadistas que han entrado en Siria desde Irak, expertos en crear explosivos y veteranos de la lucha insurgente contra Estados Unidos, dispuestos a atacar a Israel si llega a sus manos parte de los arsenales de El Asad.
En este momento, no hay una solución más probable que la otra. El conflicto se ha enquistado. Han fallecido ya más de 60.000 personas en la guerra. El Asad lleva dos años de resistencia ante el embate de la oposición, apoyado en un conglomerado de minorías, como los cristianos o los drusos. En las últimas semanas, los rebeldes han acentuado su ofensiva sobre la capital, Damasco, el bastión del régimen, que ha respondido con contundencia a los ataques. Las deserciones entre los rangos del Ejército y en el Gobierno, que hace solo unos meses eran moneda común, han acabado. El conflicto ha sido elevado al rango de statu quo.
En los círculos de seguridad y diplomacia de Israel se habla ya de un posible eje del caos, una zona que iría desde el Mediterráneo al golfo Pérsico y que comprende a Líbano, Siria e Irak, países que se consideran en diferentes niveles de desintegración. “No quiere decir que se vayan a crear nuevos Estados, sino que las instituciones se encuentran en diverso estado de crisis, con Gobiernos extremadamente débiles o inestables y grupos insurgentes que actúan como desestabilizadores”, explican fuentes del Gobierno de Israel. En ese eje operan grupos radicales tanto chiíes como suníes, con ambiciones y objetivos diferentes, enemigos entre ellos, pero unidos en su oposición a la existencia de Israel.
“Israel debe aprovechar el momento. Si, como asegura el Gobierno, su principal amenaza son Hezbolá, Irán y el régimen en Siria, debe buscar una alianza con los Gobiernos suníes moderados, como Turquía, Egipto, Jordania y Arabia Saudí, para hacerle frente de forma común”, explica Moshe Ma’aoz, profesor emérito sobre Oriente Próximo e Islamismo en la Universidad Hebrea de Jerusalén. “¿Cuál es la forma de mejorar las relaciones con los Gobiernos suníes? Resolviendo el problema palestino. A Israel le conviene estratégica y políticamente lograr una solución de dos Estados, que acabará con su aislamiento en la región y en el mundo. El proceso de paz es la forma de oponerse el extremismo chií y a las células radicales suníes en Siria”, reflexiona.
Las fuentes del Gobierno israelí aseguran que, hasta ahora, “Israel ha mantenido un perfil muy bajo respecto a Siria”. “Es de importancia estratégica para Israel que Siria deje de formar parte de un eje radical, que desista de ser un aliado de Irán y reduzca la intensidad de sus amenazas sobre Israel. En Israel no hay voluntad de interferir en los asuntos internos sirios, pero hay algunos límites, y uno de ellos es ver una desestabilización en la zona del Golán, que en las pasadas cuatro décadas ha sido estable”, añaden.
Esa inquietud viene acompañada de maniobras bélicas. De madrugada, los vuelos de aviones israelíes sobre territorio libanés son frecuentes. Solo entre jueves y viernes se produjeron 12 operaciones de ese tipo, algo que Beirut ha denunciado ante la ONU. Israel tiene ya tres de las cinco baterías que conforman su escudo antimisiles Iron Dome (Cúpula de Hierro), en el norte del país, en torno a la ciudad de Haifa, que comprende una zona metropolitana de un millón de habitantes.
En las pequeñas localidades al este de esa ciudad, los ciudadanos tienen las alarmas probadas y los búnkeres listos, conscientes ahora más que nunca de que las advertencias del Gobierno pueden acabar siendo más que palabras.
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