Miles de personas acompañan a Obama en su segundo viaje a la Casa Blanca
Desde todos los rincones de Estados Unidos, en coche, tren o avión fueron muchos los estadounidenses que acudieron a la capital para asistir a la investidura
Decía Edith Wilson, la segunda mujer del presidente Woodrow Wilson y una de las primeras damas que menos simpatías despertó entre los estadounidenses, que su familia prefería celebrar las tomas de posesión en privado. Si Obama opina igual, ayer no se advirtió. El 44 presidente de Estados Unidos se mostró igual de relajado durante el acto de investidura en las escalinatas del Capitolio ante el casi un millón de personas, que 24 horas antes cuando el domingo juró su cargo en la intimidad de la Casa Blanca, rodeado de su mujer y sus hijas.
Al presidente y a la primera dama se los vio disfrutar con todas las intervenciones que jalonaron su segunda toma de posesión. Obama estuvo atento a la invocación de la activista de los derechos civiles, Myrlie Evers-Williams; siguió satisfecho la jura del vicepresidente, Joe Biden; pareció interiorizar el poema de Richard Blanco; y escuchó con una sonrisa las interpretaciones de James Taylor, Kelly Clarkson y Beyoncé, que cerró la ceremonia entonando el himno nacional. En Estados Unidos, el espectáculo es consustancial a cualquier acontecimiento y en la segunda investidura de Obama ese espectáculo contribuyó a la pompa del evento sin eclipsar ni un ápice la solemnidad de la ceremonia ni el discurso del presidente.
El delirio que monopolizó la toma de posesión de Obama en 2009, se transformó cuatro años después en una expectación contenida. Ni el número de asistentes ni la ilusión de quienes ayer se congregaron alrededor de la colina del Capitolio podían competir con los de la primera investidura, ni siquiera el frío fue tan intenso –entonces las temperaturas apenas rozaron los cero grados, mientras que en esta ocasión el mercurio fue más benévolo, si bien la ausencia de sol y el viento provocaron una sensación térmica polar-.
Y aun así, desde todos los rincones de Estados Unidos, en coche, tren o avión fueron muchos los estadounidenses –y extranjeros- que acudieron a Washington para asistir a la investidura. “Venimos desde Maryland, somos demócratas y venimos a ver a nuestro presidente. A apoyarle en este día histórico”, decía Retaj Yim, un hombre nacido en Nepal, de 35 años y que vive en EE UU desde hace 10. Hubo gente que vino incluso desde más lejos. “Ya sé que no somos americanos pero estamos aquí para celebrar la victoria del mejor presidente del mundo, es lo que mejor que puede pasar a este planeta”, mantuvo con orgullo Hendrick, 27 años, canadiense de Toronto.
Desde primera hora de la mañana, ríos de personas bajaban por las calles centrales de Washington, vestidos con camisetas con el rostro de Obama y la fecha de este día de juramento, ondeando banderas de EE UU y abrigados con gorros rojos. Muchos de los cerca de un millón de asistentes -según cifras de la Casa Blanca- estuvieron esperando en la explanada del Mall más de 12 horas para escuchar las palabras del mandatario. Una familia de Tennessee estuvo desde las dos de la madrugada durmiendo en el Mall. "Es importante que viniéramos a ver a nuestro presidente. Es lo que teníamos que hacer", dijo la matriarca de la misma, mientras su hija dormida, ya no podía con el agotamiento.
"Es mi primera inauguración y no me la quería perder. He venido junto a algunos compañeros de instituto para disfrutar de Obama. Venimos desde Pensilvania y tan sólo para ver la ceremonia" , explicó Ann, de 15 años, mientras hacia fotos con su iPhone a doquier. Muchos asistentes, además, acudieron a la ceremonia con carteles que mostraban reivindicaciones que el presidente apoyó durante su anterior mandato: las uniones entre las personas del mismo sexo. "Hoy somos libres de amarnos y vivir en pareja gracias a Obama", dijo Julianne, de 26 años, mientras abrazaba a su pareja.
"Obama, Obama", gritaron al unísono miles de personas cuando el mandatario hizo acto de presencia en el Capitolio. Cinco pantallas instaladas a lo largo del Mall ayudaban a que ninguna persona se perdiera ni un detalle de la ceremonia. Edith Wilson podría preferir las ceremonias de investidura íntimas. Sin duda pasarán menos frío, pero adolecerán del calor de la pasión de los ciudadanos por sus líderes, del gran espectáculo.
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