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Islamistas y opositores se acusan de emplear pistolas en la refriega

El presidente despliega a la Guardia Republicana, unidad de élite del Ejército, para atajar la batalla campal

Militantes islamistas, a las puertas del palacio presidencial.
Militantes islamistas, a las puertas del palacio presidencial.MAHMOUD kHALED (AFP)

El día después son aún visibles las cicatrices de la batalla campal en los alrededores del palacio presidencial de El Cairo. Centenares de piedras, cristales rotos y heridos renqueantes constituyen el desolado paisaje de la avenida Al Megrani, la vía principal a la que da el palacio de Ittihadia. El ambiente era tranquilo al mediodía de este jueves después de que los tanques y tanquetas del ejército se hayan apostado en las diversas entradas de la calle, imponiendo una tregua. La Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Navi Villay, ha pedido al Gobierno que respete el derecho a protestar de los manifestantes.

“Estábamos aquí concentrados de forma totalmente pacífica. De repente, ayer por la tarde, los islamistas empezaron a atacarnos de forma brutal. Utilizaron piedras, cócteles molotov, pistolas de perdigones... Ha sido una masacre. Esto es terrorismo puro”, explica un joven de 28 años que se define como “un egipcio normal”. Tiene la rodilla envuelta en una aparatosa venda y la mirada perdida.

Girgis, un adolescente cristiano de 18 años que estudia informática, corrobora esta versión de los hechos. “Ellos estaban muy bien armados. Incluso nos tiraron gases lacrimógenos. Nosotros nos defendimos como pudimos, pero básicamente con piedras”, asegura el joven, que afirma no pertenecer a ningún partido o movimiento.

Junto a él, hay apenas medio centenar de personas. Por la noche eran muchos más, alrededor de un millar, pero la mayoría fueron a casa a descansar, o a visitar a los heridos. Los disturbios, que duraron varia horas, dejaron seis muertos, uno de ellos un periodista, y cerca de 500 heridos, la mayoría entre las filas de la oposición, que acusa a una presunta “milicia” de los Hermanos Musulmanes de haber cometido la masacre.

Algunos empleados municipales limpiaban las calles, bajo la atenta mirada de la Guardia Republicana, la unidad de élite del Ejército egipcio. Entre las trincheras, apenas una veintena de metros de tierra de nadie. Dos hileras de alambradas y de vigas de hierro, situadas a escasos metros de la puerta principal del palacio, separan a los dos bandos. Dos mundos. Y dos relatos de lo que sucedió ayer.

“Yo estaba aquí a las tres de la tarde. Todo estaba tranquilo. Nosotros estábamos en un lado, y ellos en otro. Pero a eso de las seis, ellos empezaron a atacarnos con piedras, y nosotros respondimos. Entonces empezó una batalla que no terminó hasta las tres de la madrugada, cuando se desplegó el ejército”, afirma Hasan al Banna, un joven miembro de los Hermanos Musulmanes de 22 años de edad que ha pasado la noche al raso.

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“Los opositores tenían armas y gases lacrimógenos. Nos dispararon con balines. Pero nosotros éramos más que ellos, quizás decenas de miles de personas, y fuimos capaces de echarlos de delante del palacio”, explica Al Banna en una mezcla de español, inglés y árabe. Alto y fornido, tiene un chichón y rasguños en la cabeza, así como varias marcas en el cuerpo de perdigonadas. Un amigo suyo muestra su camisa ensangrentada.

La superioridad numérica de los islamistas es evidente. En su lado de la trinchera, se cuentan unos pocos miles de personas. Algunos marchan y gritan consignas. Otros yacen adormilados en un parterre. Los manifestantes, muchos de ellos barbudos, son de todas las edades, e incluyen tanto simpatizantes de los Hermanos Musulmanes, como de los salafistas, una corriente ultraconservadora del Islam.

La Guardia Republicana informaba a los manifestantes de que deben abandonar sus posiciones, porque a partir de las 15.00 horas quedará prohibida cualquier manifestación en los aledaños del palacio presidencial. ¿Por qué el Ejército y la policía no intervinieron ayer con la misma determinación para separar a los manifestantes, dejando que ocurriera una masacre previsible? De momento, ningún responsable de seguridad es capaz de ofrecer una respuesta. Como otras muchas en esta confusa y convulsa transición, la pregunta pronto se la llevará el viento.

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