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Un tornado arrasa la siderurgia de Italia clausurada por vertidos tóxicos

La tromba azotó la ciudad de Taranto y causó un desaparecido y 20 heridos La acerería Ilva cerrará el próximo lunes en medio de las manifestaciones del pueblo, que depende económicamente de la fábrica

Varios coches apilados en la fábrica Ilva tras el paso de un tornado.
Varios coches apilados en la fábrica Ilva tras el paso de un tornado.RENATO INGENITO (EFE)

El lunes, siete directivos de la planta siderúrgica de Ilva en Taranto fueron detenidos por presuntos sobornos a técnicos y políticos para ocultar los graves vertidos tóxicos que están provocando enfermedades y muertes en esa zona del sur de Italia. En venganza, la empresa paró la producción y mandó a sus 5.000 empleados a casa. El martes, los trabajadores se encerraron en las instalaciones y se conjuraron para defender a sangre y fuego su puestos de trabajo. Pero el miércoles, el tornado que azotó la ciudad centró su furia sobre la acerería, hiriendo a 20 trabajadores, derribando una chimenea y arrojando al mar una de las grúas. El operario que la manejaba está desaparecido.

El rayo que cayó sobre una de las chimeneas tocó dos cables de alta tensión, provocando una fuerte explosión. Las imágenes reproducidas por la televisión italiana muestran el tornado abatiéndose sobre la zona industrial de Taranto, una ciudad de 195.000 habitantes pendiente desde hace meses de la suerte de una acerería que, además de 28.000 toneladas de acero al año, produce ingentes cantidades de residuos cancerígenos. Según distintos informes, los vertidos de la siderurgia están relacionados con la muerte de 11.000 personas en los últimos siete años. Aun así, los 5.000 trabajadores y sus familias tienen claro que prefieren un trabajo envenenado a no tener que llevarse nada a la boca.

Por eso durmieron sobre sus puestos de trabajo la noche del martes al miércoles, y allí pensaban quedarse hasta el jueves, que tenían previsto marchar sobre Roma para exigir al Gobierno de Mario Monti que les ofreciera una solución. Fue entonces cuando el tornado se desplomó literalmente sobre sus cabezas. El fuerte viento derribó una torre de cemento de unos 80 metros de altura, partiendo los cables de alta tensión y dejando sin energía la planta. La dirección de la empresa pidió a los trabajadores que abandonaran su protesta ante el temor de que se produjeran explosiones. De hecho, en un primer momento se pensó que la planta se había incendiado, pero enseguida se aclaró que las llamas que se divisaban desde la ciudad pertenecían a las chimeneas de seguridad. De los 20 trabajadores evacuados, solo cuatro sufren heridas de cierta consideración. Los buzos del cuerpo de bomberos de la cercana ciudad de Bari localizaron bajo el mar, a unos 20 metros de profundidad, la grúa derribada por el tornado, pero aún no han logrado encontrar al operario desaparecido.

El tornado, no obstante, ha logrado que todas las autoridades italianas, desde las políticas a las religiosas, hayan tenido que manifestarse sobre la situación de más de 20.000 familias —entre empleos directos e indirectos— cuya subsistencia, además de su salud, peligra. “El cierre de la acerería de Ilva en Taranto”, ha dicho Corrado Clini, el ministro de Medio Ambiente, “tiene efectos sociales enormes. Es irresponsable dejar a tantas familias sin sustento”. El gobierno técnico parece decidido a publicar un decreto con carácter de urgencia para obligar a la empresa a reanudar la actividad y, al tiempo, someterse al plan ya elaborado para compaginar la producción de acero y el respeto del medio ambiente

El respeto a las normas es otra cosa. Según la fiscalía de Taranto, la poderosa familia Riva, dueña de una de las siderurgias mayores de Europa, trató de comprar mediante sobornos la voluntad de técnicos y políticos locales para que la factoría, a pesar de arruinar el medio ambiente, siguiera abierta. Los más expuestos a las malas prácticas son los trabajadores a sus familias. Pero, ante la posibilidad de quedarse sin trabajo, acuñaron un lema que están dispuestos a defender con más fuerza que un tornado: “Ilva no se cierra. El paro también mata”.

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