España y Francia reconocen a Palestina
La UE se divide ante la decisiva votación en la Asamblea General de la ONU Rajoy zanja el debate interno y se decide por el sí frente a la abstención
La incipiente política exterior de la UE ha vuelto a naufragar en las procelosas aguas de Oriente Próximo. Ante su impotencia para consensuar una posición común sobre la admisión de Palestina como Estado observador no miembro de la ONU —lo que equivale políticamente al reconocimiento del Estado palestino— los 27 socios han optado por tirar cada uno por su lado.
España y Francia decidieron este martes dar un paso al frente y respaldar la causa del presidente palestino, Mahmud Abbas, que el jueves presentará su candidatura ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
El ministro francés de Asuntos Exteriores, Laurent Fabius, anunció ante la Asamblea Nacional de su país que, “cuando la cuestión [del reconocimiento del Estado palestino] se plantee, Francia dirá sí, por coherencia”.
Por su parte, el presidente español, Mariano Rajoy, evitó adelantar el sentido del voto español, apelando a que aún no conocía el texto definitivo de la propuesta de resolución, pero desgranó los argumentos que justifican el apoyo al Estado palestino.
El Gobierno, declaró, en una rueda de prensa conjunta con el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, que es partidario de “una solución negociada, justa, global y duradera” para el conflicto árabe-israelí, con “dos Estados que convivan en paz, seguridad y prosperidad”. Esta ha sido la posición tradicional de España, recordó Rajoy, quien subrayó que goza además de un amplio respaldo en la opinión pública y del apoyo de la totalidad de las fuerzas políticas.
Rajoy se remitió incluso a la resolución aprobada el pasado día 22 por el Parlamento Europeo, que instó a los 27 a apoyar la concesión a Palestina de un nuevo estatus en Naciones Unidas, aunque obvió que la mitad de los eurodiputados del PP votaron en contra o se abstuvieron. Erdogan, que acababa de abordar este asunto con Rajoy, mostró su “convicción total” de que España votaría a favor.
Más allá de la ambigüedad de Rajoy, fuentes gubernamentales confirmaron a EL PAÍS que el presidente ha zanjado el debate interno y ha optado por el voto positivo, tras haber deshojado en las últimas semanas la margarita entre el sí y la abstención. Responsables del Ministerio de Asuntos Exteriores y del Departamento de Internacional de Presidencia del Gobierno mantuvieron varias reuniones para fijar la posición española —la última de ellas el pasado domingo—; en medio de fuertes presiones por parte del primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que habló dos veces con Rajoy, y de los países árabes, que movilizaron a sus embajadores en Madrid.
Pese a ello, fuentes gubernamentales negaron la existencia de tensiones entre Moncloa y el Palacio de Santa Cruz y recordaron que el jefe de Gabinete de Rajoy, Jorge Moragas —a quien fuentes diplomáticas situaban ente los partidarios de la abstención— negoció en nombre del PP con la entonces ministra de Asuntos Exteriores, la socialista Trinidad Jiménez, el ingreso de Palestina en la Unesco en octubre del año pasado.
La número dos del PSOE, Elena Valenciano, a quien este martes llamó el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, para consensuar la posición española en la ONU, celebró que, “aunque tarde, el Gobierno haya tomado finalmente la decisión correcta”.
Austria anunció también su voto favorable a la propuesta palestina, sumándose a una lista que integran Irlanda, Portugal, Malta, Luxemburgo o Bélgica. En el bando del no se alinean República Checa, Holanda o Italia, mientras que Reino Unido y Alemania, que aún no se han pronunciado, podrían abstenerse.
El Estado palestino, que el año pasado vio rechazado su ingreso como miembro de pleno derecho de la ONU —ante el veto de EE UU en el Consejo de Seguridad— tiene asegurada ahora la victoria en la Asamblea General, donde cuenta con unos 140 de los 193 miembros, según fuentes palestinas. Una victoria pírrica, pues esta solo puede otorgarle un estatuto devaluado, el de Estado observador no miembro, el mismo que tiene el Vaticano.
Aun así, Israel ha emprendido una intensa campaña diplomática para atraer a los países europeos a su bando, en el que ya figura Washington. Y no solo por razones políticas, sino porque la UE aporta el 50% de los fondos que la comunidad internacional destina a Palestina. EE UU ya ha anunciado que suspenderá la entrega de fondos al Gobierno de Ramala e Israel ha amenazado, entre otras represalias, con suspender la entrega de los impuestos que recauda en su nombre, por lo que la Autoridad Nacional Palestina (ANP) podría verse abocada al colapso financiero. Catar, entre otros países árabes, ha prometido apoyo económico a Abbas para evitarlo.
El punto más peliagudo para Israel es el que el nuevo estatuto permitirá a Palestina acceder a las agencias de la ONU y, en particular, a la Corte Penal Internacional (CPI). EE UU y varios países europeos han presionado a Abbas para que renuncie expresamente a denunciar a Israel ante los tribunales internacionales, pero este se ha negado en redondo, por considerar que se trata de un derecho irrenunciable. Solo se ha mostrado dispuesto a aparcarlo temporalmente; o reservarlo para por crímenes cometidos a partir del ingreso de Palestina en la ONU. Aunque Israel no reconoce a la CPI, teme que una orden internacional de detención contra de sus dirigentes les confine en su propio país.
Ante la división de la UE, Margallo y su homólogo holandés, Frans Timmermans, han impulsado una declaración que sería difundida inmediatamente después de la votación de la ONU y suscrita por los 27 para intentar recomponer los platos rotos. La UE animará a israelíes y palestinos a reanudar las negociaciones de paz en enero, después de las elecciones israelíes y del relevo de Hillary Clinton al frente de la diplomacia estadounidense.
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