El Supremo de Brasil es presidido por primera vez por un magistrado negro
Joaquim Barbosa es hijo de un peón albañil y de una mujer de la limpieza Fue barrendero en su juventud y pudo estudiar gracias a una familia que lo acogió
Por primera vez en su historia, el Tribunal Supremo Federal de Brasil es presidido por un magistrado negro. Aunque se trata de una presidencia rotatoria, la toma de posesión de Joaquim Barbosa ha revestido una solemnidad especial por su simbolismo.
Llegado a la cumbre de la magistratura del país por sus propios méritos y por un currículo impecable —que hizo que en 2006 el entonces presidente, Lula da Silva, lo escogiera para formar parte de la Alta Corte de Justicia—, Barbosa estuvo rodeado ayer en su toma de posesión por los representantes de los tres poderes, encabezados por la presidenta de la República, Dilma Rousseff.
Mayor de nueve hermanos, hijo de un peón albañil y de una mujer de la limpieza, Benedita, que estuvo presente a la ceremonia y fue largamente aplaudida, Barbosa fue barrendero en su juventud y pudo estudiar gracias a que una familia le dio acogida en Brasilia, donde cursó sus primeros estudios que completaría posteriormente en el extranjero, doctorándose en la Universidad de París.
La ministra de la Igualdad Racial, Luiza Barrios, destacó ayer que la llegada de Barbosa a la presidencia del Supremo simboliza ese “nuevo Brasil”, que por primera vez ha colocado también a una mujer en la presidencia del país. “Se trata de un nuevo Brasil, que se abre a la diversidad, a la posibilidad de realización de talentos en cualquier clase social y en cualquier grupo racial”.
A pesar de que existía mucha expectación por el discurso que Barbosa pronunciaría ante Dilma Rousseff, ya que su figura de juez instructor del proceso de corrupción del mensalão, que ha condenado a penas de cárcel a importantes líderes de su partido, el PT, despierta recelos y resentimientos entre muchos políticos, sus palabras hicieron gala a su personalidad. Barbosa, en efecto, considerado de temperamento fuerte y polémico, defiende sin embargo, como lo hizo en su brevísimo discurso, que el juez debe estar despojado “de perifollos, solemnidades y notas a pie de página”.
El centro de su discurso no versó sobre la reivindicación del color de su piel, ni se presentó como líder del poder negro en el país. Afirmó que la esencia de la justicia es “la igualdad”, que hace que todos los brasileños “sean iguales ante la ley”, cosa, subrayó, “que aún no existe”, ya que “no todos son tratados igualmente en los procesos judiciales”.
El nuevo presidente del Supremo abogó para que el juez no viva “en su torre de márfil” y que escuche los anhelos de la sociedad a la que, dijo, “no puede ser indiferente”. Para Barbosa solo una justicia que no se eternice en sus procesos hará posible un Brasil con una “economía moderna, dinámica, abierta a las minorías”.
Su colega, el magistrado del Supremo Luiz Fux, designado por Rousseff, fue el encargado de trazar el perfil científico y humano de Barbosa a quién presentó como “paradigma de coraje y honradez”. Haciéndose eco de algunos sectores políticos críticos en este momento con el Supremo por las condenas en los casos de corrupción política, Fux, fue explícito: “Nosotros los jueces no tememos a nada y a nadie” y añadió que dos características fundamentales de un magistrado del Supremo son “su independencia frente a las presiones externas y la soledad a la hora de tomar decisiones en la aplicación de la ley”.
Barbosa quiso, después de su toma de posesión oficial y solemne como presidente del Supremo invitar a los casi dos mil asistentes a una gran sala de fiestas de Brasilia.
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