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La esperanza y la estrategia

Lluís Bassets

La esperanza no es una estrategia. Esta es una de las frases acuñadas por el equipo de Mitt Romney para el último tramo de la campaña presidencial. Contiene una respuesta a la audacia de la esperanza que dio título al best-seller de Barack Obama, publicado en 2006 para lanzar su apuesta presidencial, y también al póster dibujado por Shepard Fairy para la campaña de 2008, donde aparece la palabra Hope (esperanza) y un rostro de Obama inspirado en el cartelismo socialista.

El reproche vale tanto para la política interior como para la exterior. Las extraordinarias esperanzas levantadas en la elección de 2008 han quedado decepcionadas. Obama no ha conseguido la presidencia transformadora que muchos esperaban. Especialmente en el escenario internacional. Recordemos el Premio Nobel de la Paz, prematuramente concedido, que dio pie a un realista discurso de Obama nada pacifista y en defensa de la guerra justa.

Romney perdió una oportunidad de oro con el ataque de Bengazi. Su penosa reacción, fruto de los reflejos partidistas y de las bajas pasiones políticas, le impidió ver que tenía en la mano un proyectil letal: la muerte de un embajador de EE UU en un ataque terrorista y en fecha tan señalada como el 11 de septiembre neutralizaba el éxito que significó para Obama la liquidación de Bin Laden, demostraba que Al Qaeda estaba viva y destruía incluso la sensación de invulnerabilidad creada por George W. Bush tras los atentados del 11-S, que había preservado de la acción terrorista durante once años al entero territorio de EEUU, incluidas embajadas y consulados.

No ha sido precisamente la política exterior donde Romney ha movido mejor su campaña. Tiene su lógica. Los votos se juegan en la política doméstica y sobre todo en la economía. Es una paradoja, porque donde el presidente moldea su presidencia y tiene mayores márgenes es en la acción de la superpotencia en el mundo. Además, son pocas las diferencias reveladas hasta ahora, apenas de énfasis: Romney se adhiere a una imagen exterior más dura y amenazante, mientras que Obama persiste en su realismo político y una cierta modestia ante la necesidad de contar con los nuevos países emergentes. Hay antecedentes: los cambios en política exterior entre Bush y Obama no han sido tan bruscos como se esperaba e incluso hay continuidades (sigue abierto Guantánamo y hay terroristas sin juicio) e incluso intensificaciones (los asesinatos selectivos con drones han aumentado en esta presidencia).

Aun así, hay que atender al entorno de Romney, donde pululan los neocon y los halcones de la seguridad, cada uno con su librillo, para darse cuenta de que podrían regresar ideas ahora descartadas como es el caso de los interrogatorios reforzados implantados por Bush: ya existe un memorándum republicano al respecto. Este tipo de políticas antiterroristas tiene efectos ejemplarizantes y repercuten negativamente en el respeto de derechos humanos en el mundo. Lo mismo cabe decir de las ideas sobre la interrupción del embarazo de Romney: aunque ha prometido no legislar en contra, su llegada al poder abriría las puertas a un cambio conservador en el Tribunal Supremo y a una revocación de la famosa sentencia Roe vs. Wade de 1973. El efecto internacional no se haría esperar.

La política debe servir para dar esperanzas. Esperanzas efectivas, no falsas esperanzas, pero esperanzas al fin y al cabo. No se sabe qué esperanzas puede dar Romney al mundo. Obama puede todavía. Y la esperanza debe ser parte de su estrategia.

Comentarios

El problema que yo veo es que los candidatos a dirigir un país, en España, en Estados Unidos y sospecho que en cualquier parte, NO SABEN qué se van a encontrar ni qué van a hacer. En realidad, nos hemos acostumbrado a que nos cuenten cuatro cosas que suenan muy bien durante la campaña y que luego nos demos cuenta de que ni tenían hecho un auténtico diagnóstico del país ni un plan estratégico de futuro, ni nada de nada. ¿Por qué los ciudadanos aceptamos esto con tanta naturalidad?Recomiendo, en relación con este asunto, el siguiente artículo: http://www.otraspoliticas.com/politica/%c2%bfsaben-que-tienen-que-hacer-cuando-llegan-al-gobierno
Con Romney el fin del mundo estaría a nuestro alcance. Con Obama puede que también, pero quizás se retrase un poco más. Estamos en sus manos y nada podemos hacer. Votan los norteamericanos, pocos, además, no sé si llega al 40 % de participación, y los demás nos sometemos. De poco sirve quejarnos de que aquí no hay una verdadera democracia, cuando, aunque la hubiera, nuestro futuro dependería más de otra democracia en la que votan cuatro.
Este artículo de El País puede aclarar bastante de que va la crisis en España, y en Europa en realidad:http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/09/22/galicia/1348341335_821181.html
Bonito articulo. “Obama puede y el Partido Republicano le deja”.
El piloto de Hiroshima, Claude Eatherly, siempre se sintió un criminal por hacer lo que hizo. Las víctimas de aquel bombardeo atómico siempre le consideraron tan víctima como ellas. Pues bien, a nosotros nos pasa algo parecido. No somos norteamericanos, no votamos al presidente de la mayor potencia del mundo, pero para bien o para mal, somos tan norteamericanos como el que norteamericano que vota o no. Las ondas expansivas de sus políticas se dejan sentir en Norteamérica y en Europa y en el resto del mundo. Nosotros somos como el piloto atormentado, no votamos pero que salga un candidato u otro, decidirá nuestro futuro, como bien recuerda en una carta al director hoy en El País, el ex presidente portugués Mário Soares.
La verdad es que viendo la ligereza con la que se habla de asesinatos y de guerras, la cuestión no es cómo tener esperanza si no cómo no caer en la desesperación.
Cómo hemos cambiado. Hace casi cien años se lucía peinar canas como garantía de honradez política y ahora se hace lo posible por peinar tintes como garantía de frescura política. Se preguntaba Lerroux, según cuenta Camba, si no bastaban como garantía de sus ideales sus cabellos blancos. Si preguntáramos a Rajoy al respecto seguro que nos contestaría si no valían como garantía de sus convicciones, profundas, eso sí, sus buenas dosis de Grecian 2000. Entre ambos, me quedo con el republicano, pues no enmascara su condición natural, aunque luego la utilice como aval de su crédito político, como si tuvieran algo que ver. En cambio, Rajoy intenta pasar por original lo que no deja de ser un mero disimulo de su encanecida naturaleza, al tiempo que intenta la misma equiparación entre color y razón que su predecesor en el cargo. Aquel mentía una vez, éste miente dos.
Ciro: Deje de escribir naderías. Usted, como español, no pinta nada en ningún lado, así que no se enrede en análisis que superan su mínima capacidad de entendimiento. Toros, pandereta, y a mamarse la corrupción como una muestra más de su idiosincrasia patria. Eso es para lo que valen.
En algunas cosas sí que son envidiables los norteamericanos. Su sentido del humor en política, saber reírse de ellos mismos, es una de ellas, como han demostrado Romney y Obama en la gala benéfica celebrada ayer en Nueva York. ¿Cuándo veremos en este plan a nuestros insignificantes representantes, además de serios, solemnes y aburridos, con lo que ello comporta?

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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