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El envío de un ‘drone’ a Israel refuerza a Hezbolá en un momento de debilidad

La milicia-partido chií libanés trata de capear las críticas frente a su apoyo al régimen sirio de Bachar el Asad

Ana Carbajosa
El líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, se dirige a sus seguidores.
El líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, se dirige a sus seguidores.HUSSEIN MALLA (AP)

“La resistencia islámica se responsabiliza de la misión. Es la primera vez en la historia de los movimientos de resistencia [contra Israel] que demostramos una capacidad aérea semejante”. Con estas palabras, el todopoderoso líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, se atribuyó el jueves el envío de un avión no tripulado a Israel. Todas las alharacas parecían pocas para celebrar lo que la milicia-partido chií libanés consideró un triunfo sin precedentes: habían conseguido sobrevolar el espacio aéreo del archienemigo israelí.

Todo apunta a que el avión no tripulado enviado por Hezbolá y de fabricación iraní, logró recoger durante su trayecto información valiosa. Al sofisticado Ejército israelí, que al final derribó el aparato con dos F-16 al sur del país, la operación le pilló por sorpresa. Hezbolá se apunta un tanto importante, pero a la vez, según los observadores, el momento elegido para enviar el drone, denota la necesidad de agitar la bandera antiisraelí y de cosechar popularidad ante la delicada ecuación política a la que se enfrenta el grupo chií libanés.

Siria e Irán, -sus dos grandes aliados- se encuentran inmersos en sendas crisis de notable profundidad. En el caso sirio, el conflicto podría empezar a pasarle factura muy pronto a Hezbolá, que apoya sin fisuras al régimen de Damasco y cuyos hombres luchan –aunque de manera oficiosa- codo con codo con los soldados sirios.

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En su discurso del jueves, Nasralá reconoció que algunos de sus seguidores combaten en Siria del lado de las fuerzas gubernamentales, pero negó que se tratara de una estrategia dirigida por el Partido del Dios. Dijo que se trataba más bien de libaneses partidarios de Hezbolá, que viven del lado sirio y que por su cuenta han decidido luchar. “Esto no tiene nada que ver con combatir del lado del régimen”, dijo. Mientras, el rebelde Ejército libre sirio, habla de la muerte de decenas de miembros de Hezbolá en combate.

Qué le sucederá a Hezbolá el día que caiga el presidente Bashar el Asad es la gran incógnita. De momento, el grupo chií se esfuerza por capear las críticas de sus rivales políticos libaneses y por mitigar el propio malestar que florece entre parte de sus seguidores, consecuencia del apoyo al dictador sirio. La marea de refugiados se extiende casi por todo Líbano. Su presencia recuerda a los seguidores de Hezbolá que la huida de esas personas y sus correspondientes dramas humanos, es consecuencia directa de la sanguinaria campaña que orquesta el régimen que apoyan.

Parte de la oposición libanesa ha interpretado que con el envío del drone, Hezbolá ha querido desviar al atención de las crecientes criticas que suscita su alianza con el sanguinario régimen de Damasco. “Se trata de restaurar su legitimidad como líder de la resistencia contra Israel, en un momento en el que el papel de Hezbolá en Siria le está haciendo mucho daño. Se han quedado solos apoyando a El Asad e incluso dentro de sus filas hay división. Saben que Damasco caerá y que Hezbolá quedará en el lado equivocado de la historia”, sostiene desde Beirut Nadim Shehadi, investigador de la Chatham House de Londres.

El propio presidente libanés, Michel Suleimán, criticó a Hezbolá por ir por libre y le pidió de nuevo que integre su armamento en el Ejército. “Enviar un drone sobre el territorio del enemigo israelí demuestra lo necesario que es aprobar una estrategia de defensa nacional que se beneficie de las capacidades de la resistencia para proteger a Líbano”.

Más allá de interpretaciones y consecuencias políticas, lo cierto es que el avión no tripulado ha logrado poner en jaque a Israel. El aparato consiguió adentrarse unos 55 kilómetros en Israel, e incluso aproximarse hasta las inmediaciones del reactor nuclear de Dimona, en el sur. El sobrevuelo ha puesto a prueba las defensas antiaéreas israelíes y ha dejado claro que en situaciones como esta no funcionan.

Israel invadió Líbano el verano de 2006 y sometió el país a un intenso bombardeo durante un mes tras una incursión armada en la frontera por parte de Hezbolá. Aquella fue precisamente la última vez que la guerrilla libanesa trató de enviar un drone sobre el país vecino. Israel, sin embargo, sobrevuela el territorio libanés con aviones de combate con cierta frecuencia, con el objeto de prevenir cualquier tentación bélica procedente de Líbano. Ahora, entre Israel y Hezbolá, reina una relativa calma que las partes aprovechan para hacer acopio de armamento y prepararse para el conflicto que viene.

El drone enviado por Hezbolá advierte a los israelíes de que están más que preparados y de que el padrino iraní les respaldará siempre que haga falta, en especial cuando se trata de luchar contra el enemigo israelí. Por su parte, Israel también se prepara y no escatima en amenazas: “El resultado de la nueva guerra será devastador. Las aldeas quedarán destrozadas. Si hay otra guerra, Israel golpeará a Líbano de forma decisiva”, decía recientemente Herz Halevi, general de brigada, junto a la frontera que separa ambos países se explaya. Halevi estuvo al frente de la operación plomo fundido que a finales de 2008 y principios de 2009 arrasó la franja de Gaza.

Pese a las amenazas cruzadas, no parece que ni libaneses ni israelíes estén realmente interesados en una confrontación real. Los militares israelíes interpretan más bien que Hezbolá anda inmerso en una campaña de provocaciones a pequeña y mediana escala, pero justo por debajo del umbral de hostilidad que desencadenaría una guerra, según sostiene Amos Harel esta semana en el diario Haaretz, donde cita a fuentes militares. El envió del drone se enmarcaría en esta supuesta campaña de provocaciones.

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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