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Paul Jean-Ortiz, un sinólogo para impulsar el cambio de Hollande

La llegada de este licenciado en chino simboliza la ruptura de Hollande con el atlantismo de Sarkozy

La designación de Paul Jean-Ortiz -PJO o Paulo para los íntimos- como consejero diplomático de François Hollande tal vez asombró a muchos. Otros, pesos pesados de Exteriores o amigos de juventud del nuevo presidente desde los tiempos de la ENA (Escuela Nacional de Adminstración), creían tener más posibilidades. Lo que prevaleció fue la discreción del personaje, el hecho de que PJO es un moderado pragmático, un diplomático de trayectoria fundamentalmente “asiática”: cónsul en Guangzhou, consejero en las embajadas de Francia en Hanoi y Pekín, dirección general de Asia en la administración central.

Su llegada al sancta sanctorum del Ejecutivo parece indicar un giro de la política francesa hacia Asia. A los 55 años, este licenciado en chino y titulado del Instituto de Estudios Políticos de Aix-en-Provence pertenece a la esfera de los “vedrinianos” (formó parte del gabinete de Hubert Védrine de 1997 a 2000). Sobre todo, el nombramiento de PJO muestra la voluntad de Hollande de romper con el occidentalismo y el atlantismo de los años de Sarkozy. Es la vuelta, aunque sin dogmatismos, a la política de De Gaulle y Mitterrand, según la cual Francia pretende ser un puente entre culturas en un mundo multipolar. ¿Tal vez viejas quimeras?

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En cuanto a personalidades, se hará sentir el contraste entre PJO y el poderoso sherpa de Nicolas Sarkozy, Jean-David Levitte, que conocía Washington como la palma de su mano, se movía allí con gran eficiencia y practicaba a veces la gran diplomacia como un auténtico Maquiavelo. Pero, después de la extrema tensión en la que el presidente saliente -que detestaba a los diplomáticos clásicos- mantenía a su gabinete, PJO va a trabajar en un auténtico océano de traquilidad.

El responsable para Europa, el Monsieur Europe del Elíseo, Philippe Léglise-Costa, también pertenece al grupo de los polluelos de Hubert Védrine; de joven fue asesor técnico de su gabinete, entre 1999 y 2002. Procedente del Politécnico, hoy, a los 45 años, tiene fama de practicar el arte de la maniobra y de ser más bien agnóstico en el debate sobre el federalismo europeo. Su hazaña más notable fue lograr que le nombraran número dos de la misión permanente en Bruselas después de pasar solo dos meses, en verano de 2007, en el gabinete de Jean-Pierre Jouyet, cuando este (amigo de toda la vida de François Hollande) era secretario de Estado de Asuntos Europeos. Ambicioso.

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