Ahmadineyad se queja del doble rasero con el programa nuclear de Irán
La sospecha de que Israel tenga armas nucleares no ha despertado ninguna carrera de armamentos en Oriente Próximo
El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, utilizó este año la tribunal de la Asamblea General de Naciones Unidas para hacer una prédica religiosa, no la habitual provocación antioccidental que suele hacer en este foro. Elegantemente, quizá como consideración a que este es su último discurso aquí, defendió el programa nuclear de su país desde el único ángulo en que es sostenible: el del doble rasero con el que se contempla respecto a Israel y a los propios arsenales de las grandes potencias.
Ahmadineyad aludió a ese doble rasero sin aludir directamente a ningún país ni entrar en detalles sobre el desarrollo de la investigación nuclear en Irán. “Los que han almacenado miles de bombas atómicas no tienen derecho a dar lecciones a nadie”, dijo el presidente iraní.
Efectivamente, Estados Unidos, cuyo presidente, Barack Obama, advirtió el martes ante esta misma Asamblea que hará “lo que haya que hacer” para impedir que Irán tenga una bomba atómica, posee también armas nucleares. Más relevante, Israel, un vecino hostil a Irán, nunca a negado que las tenga, se ha resistido a firmar el Tratado de No Proliferación Nuclear y no acepta la presencia en su territorio de inspectores de la Agencia Internacional de Energía Atómica.
Existen varias diferencias entre esos países, sin embargo. Ningún líder de Israel ha declarado nunca que Irán deba de ser borrado de la faz de la tierra, como sí ha dicho Ahmadineyad respecto a Israel. Esta misma semana, en Nueva York, el presidente iraní manifestó que Israel era “solo un accidente temporal en Oriente Medio”.
Ocurre, además, que la actitud agresiva del actual primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, que está reclamando una acción militar contra Irán cuanto antes, no es compartida por una gran parte de la sociedad israelí ni de la oposición política, lo que, al ser ese país una democracia, tiene que peso que puede acabar siendo determinante.
Como había explicado un día antes Obama, la oposición de su Administración a que Irán tenga armas nucleares está basada, por un lado en el riesgo de que eso provoque una carrera de armamentos atómicos en la región –Arabia Saudí y los países del Golfo se sienten tan amenazados por Israel—, y, por otro, en el comportamiento del Gobierno de Teherán, que apoya hoy militarmente al régimen de Siria y que ha sido implicado en distintos episodios de exportación del terrorismo en el pasado.
Por varias razones, la sospecha de que Israel tenga armas nucleares no ha despertado ninguna carrera de armamentos en Oriente Próximo. Ni Egipto ni Arabia Saudí, las dos mayores potencias árabes, parecen verse en peligro, y nadie en el perímetro de potencial alcance de las potenciales bombas atómicas israelíes se ha visto urgido a crear un paraguas antimisiles.
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