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Vientos de revancha india en Florida

La multimillonaria tribu de los seminolas echa de sus terrenos al norte de Miami a un grupo de inquilinos de casas móviles para expandir sus viviendas

Un grupo de seminolas celebra desde la marquesina del Hard Rock Cafe en Times Square de Nueva York la adquisición de la cadena en 2006.
Un grupo de seminolas celebra desde la marquesina del Hard Rock Cafe en Times Square de Nueva York la adquisición de la cadena en 2006. AP

Tampoco los indios son todos iguales. Ni en el siglo XXI. No es lo mismo ser mapuche en la Araucanía chilena o pertenecer a tantas otras tribus amenazadas por toda América, que ser superviviente seminola en la Florida estadounidense. Mientras unos siguen reivindicando sus tierras ancestrales, otros echan a los blancos. Es la curiosa revancha histórica en el gran imperio que les fue arrebatado. Los seminolas, la tribu más multimillonaria gracias al negocio de los casinos, acaban de anunciar a un grupo de residentes de casas móviles en uno de sus terrenos al norte de Miami que no podrán seguir alquilados en 2013. Les echan. La razón esgrimida es que necesitan el espacio para construir viviendas donde alojar a miembros de su comunidad que viven cómodamente con el reparto de los beneficios del juego. Son poco más de 4.000 supervivientes. Los tiempos cambian, la familia aumenta y el poder siempre manda. Ahora, ejercen su poder absoluto en una de las zonas reserva que el gobierno les cedió tras serles arrebatadas sus tierras primitivas.

 Los inquilinos blancos de la ciudad de Hollywood floridana, en el Condado de Broward, a unos 50 kilómetros de Miami, deberán poner fin a una parte de la película de sus vidas. Abocados como un Séptimo de Caballería incruento a la derrota 136 años después. Entonces, el torpe y arrogante general Custer cayó junto a dos centenares de soldados en Little Bighorn, en el Estado de Montana, a manos de los indios del norte. Ahora, los seminolas del sur provocan la desbandada moderna de civiles como ellos sufrieron durante dos siglos.

“Estamos perdiendo nuestras casas. Esto es abusar de los mayores. Los seminolas no los respetan” o “la tribu seminola echa a los mayores ¡qué ignominia!”, rezaban dos pancartas exhibidas por mujeres en una de las manifestaciones de protesta que se han sucedido desde el anuncio. No solo era una dura y amarga queja sobre el desalojo que será efectivo el 30 de junio del año próximo, sino una clara referencia al olvido de las tradiciones que tanto cuidan los indios. Pero otro de los afectados lo contestó inmediatamente: “Nos echan por su codicia, no les importan otros viejos. Sólo los suyos”.

“Nos echan por su codicia” declaró una de las afectadas del desalojo

“La tribu seminola tiene más terrenos ¿Por qué estos? Ayúdennos”, decía otro arrendatario. “Ni siquiera quieren comprarnos las casas a un precio justo. Valen mucho más de los 3.000 dólares que nos quieren dar”. Los dueños indios sólo les van a dejar, hasta su marcha, la lavandería y los buzones de correos. El resto de servicios comunes, la piscina, el salón de reuniones y el gimnasio, serán desmantelados. Finalmente, las casas. Parece todo un desquite después de tantas tiendas levantadas otrora, cuando las fuerzas eran a la inversa. Y, realmente, ellos estaban primero. Una flecha seminola acabó causando la muerte de Juan Ponce de León, cuando llegó a la Florida en busca de la Fuente de la Eterna Juventud. El año próximo se cumplirán 500 años.

Los seminolas (lo mismo que sus vecinos de economía menor, los miccosukees), poseen en Florida un auténtico emporio de juego y diversión. Y como cualquier empresario que se precie de voraz no han estado exentos de polémicas y pasos procelosos. Maniobran a todos los niveles y éste, en realidad, es un episodio tristemente menor en su desarrollo. Su guerra mayor está entablada para no perder su privilegiada posición frente a los peligrosos competidores que acechan. No sólo los casinos ya existentes, de mediano calado pero que han ido ganando cuotas de poder con el tiempo, sino, sobre todo, contra la sombra de un gigante.

La batalla por instalar un megacasino en el centro de Miami, al borde de la bahía de Vizcaya, curiosamente adonde arribó Ponce de León en 1513, continúa. La empresa malaya Genting, que compró los terrenos por 236 millones de dólares, aún intenta conseguir la vía libre estatal tras estrellarse antes del verano. Lo plantea ya a más largo plazo, con un complejo hotelero inicial, pero siempre a golpe de talonario. Este año ha dado más de un millón de dólares para las campañas políticas, tanto republicanas como demócratas, mientras un ejército de cabilderos presiona en todos los frentes. Incluso su meta estaría en cambiar la Constitución estatal si hiciera falta. Mientras tanto, el grupo no pierde el tiempo y planea abrir otro casino en Bimini, la pequeña isla más cercana de las Bahamas, donde no existen los problemas legales de Florida.

Los seminolas poseen en Florida un emporio de juego y diversión

No es extraño, frente a todo ello, que los seminolas manejen incluso un Comité de Acción Política influyente para impedir la llegada de más casinos a Florida y negociar con mayor poder sus derechos.

La tribu tiene en Hollywood y Tampa dos casinos-hoteles Hard Rock (marca que compraron en 2006 por casi 1.000 millones de dólares), y otros cinco establecimientos para el juego en el resto de Florida. En el de Hollywood cantó el pasado fin de semana Julio Iglesias en medio de la rifa habitual del coche de relativo lujo, un premio-gancho como muchos que usa el casino con el más alto nivel por el momento. Allí vivió sus últimas horas la exconejita Play Boy Anne Nicole Smith, cuya muerte en 2007 fue un escándalo mundial. Por él han pasado grandes estrellas, ha dado conferencias Mijail Gorbachov y ahora las imparte Larry King. El poder de los seminolas se ha ido cimentando año a año con concesiones en el juego al estilo de Las Vegas que sólo ellos han podido lograr en el Estado.

La mala conciencia blanca por la rapiña de sus tierras ancestrales, y por tantas matanzas (hasta tres guerras seminolas, en 1817, 1835 y 1855), se ha ido pagando con prebendas, pero también en derechos. Y, con ellos han llegado los intereses. Sin armas ni corazón los nuevos caseros echan a los viejos alquilados. La reconquista.

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