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Columna
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Las primeras señales de Peña Nieto

El primer viaje al exterior del presidente electo mexicano sugiere que su política exterior será parecida a la actual de México

Si el primer viaje al exterior del presidente electo mexicano, Enrique Peña Nieto, es una indicación de cuál será su futura política exterior, los funcionarios estadounidenses no tendrán que preocuparse demasiado: todo parece indicar que será muy semejante a la política exterior actual de México.

El primer viaje al exterior de Peña Nieto como presidente electo se inició a principios de la semana pasada en Guatemala, e incluyó Colombia, Brasil, Chile, Argentina y Perú antes de su retorno a México el 24 de septiembre. Es casi el mismo itinerario del primer viaje al exterior como presidente electo del mandatario saliente Felipe Calderón, en octubre del 2006, cuando visitó Guatemala, El Salvador, Honduras, Costa Rica, Colombia, Perú, Chile, Argentina y Brasil.

Aunque el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Peña Nieto desarrolló estrechos vínculos con Cuba y otros gobiernos izquierdistas radicales en las décadas de los setenta y ochenta, ni Cuba ni ningún otro miembro del bloque izquierdista ALBA, encabezado por Venezuela, fue incluido en el primer viaje del presidente electo.

Durante su visita a Colombia el martes, Peña Nieto subrayó que “el libre comercio es el camino para América Latina”. Reiteró que una de sus principales prioridades será fortalecer la Alianza del Pacífico, un bloque de libre comercio creado el año pasado entre Chile, Perú, Colombia y México, y que tiene como propósito incrementar el comercio entre los países latinoamericanos del Pacífico y Asia.

El nuevo bloque también espera unirse a la Asociación Trans-Pacífica propuesta por el presidente Obama, que podría incluir a Japón y a varias naciones del sudeste asiático, y que crearía el bloque de libre comercio más grande del mundo.

“Tenemos que asumir, como país, un rol de mayor responsabilidad en las distintas organizaciones regionales y multilaterales. En particular, en la Alianza del Pacífico”, dijo Peña Nieto en una tribuna que escribió para el diario colombiano El Tiempo.

En su visita a São Paulo, Brasil, el miércoles, Peña Nieto también habló de fortalecer los lazos comerciales. Su primera escala en el país fue una visita a la Federación de Industrias de San Pablo (FIESP), el grupo de empresarios más poderoso del país.

A juzgar por lo que escuché en entrevistas con algunos de los principales asesores de política exterior de Peña Nieto, el presidente electo mexicano probablemente elija a un pragmático con buenos contactos en el mundo empresarial, más que un ideólogo, como su ministro de Relaciones Exteriores.

Entre los nombres que más circulan en el entorno de Peña Nieto para ser designados como canciller se cuentan José Ángel Gurría, el actual director de la Organización de Cooperación Económica y Desarrollo, con sede en París, el club de los países más ricos del mundo; el exministro de Finanzas Pedro Aspe; el actual coordinador de política internacional del equipo de transición del presidente electo, Emilio Lozoya; y el exembajador mexicano en Washington Jorge Montano.

Un importante asesor de política exterior de Peña Nieto me dijo que Lozoya es el que tiene mejores posibilidades, por la simple razón de que Peña Nieto ha mostrado cierta propensión a rodearse de sus asesores más antiguos y de mayor confianza.

Gurría, Aspe y Lozoya tienen buenas conexiones en el mundo empresarial, mientras Montano es más cercano al servicio diplomático. En la lista se advierte la ausencia de Beatriz Paredes, la expresidenta del PRI y exembajadora en Cuba, quien probablemente hubiera volcado la política exterior un tanto más hacia la izquierda.

Mi opinión: las palabras y acciones post-electorales de Peña Nieto, tal como lo revela su primer viaje al exterior, están en sintonía con su promesa de campaña de conducir una política exterior pragmática, que pondrá el acento en el libre comercio y las inversiones.

Mi principal preocupación es que la futura política exterior de México retroceda un poco en el reciente compromiso de México con los derechos humanos y la defensa colectiva de la democracia.

Como escribí en una columna reciente, tras entrevistar a Peña Nieto en Ciudad de México, cuando le pregunté por los principios que regirán su política exterior, recitó los viejos principios de la “no intervención” en los asuntos internos de otros países —una muletilla utilizada con frecuencia por los gobiernos del PRI en el siglo pasado para justificar sus buenas relaciones con las peores dictaduras del mundo— pero no mencionó inmediatamente la defensa de los derechos humanos.

Es probable que Peña Nieto sea menos ideológico y más pragmático que otros presidentes mexicanos del PRI, pero probablemente también sus votos en las Naciones Unidas reflejen un menor interés por la democracia y los derechos humanos que los de Calderón y su predecesor inmediato, Vicente Fox. Fuera de eso, y de quizás tener un canciller más visible, probablemente no veremos grandes cambios en la política exterior mexicana.

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