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Los unionistas protestantes atizan de nuevo la violencia en el Ulster

La policía pide apoyo político para atajar los disturbios en Irlanda del Norte

La policía noriralndesa dispersa con agua a los manifestantes violentos.
La policía noriralndesa dispersa con agua a los manifestantes violentos. Peter Morrison (AP)

Tres noches consecutivas de disturbios protagonizados por grupos unionistas en el norte de Belfast han vuelto a atizar las tensiones entre las dos comunidades históricamente enfrentadas en el Ulster, cuyos representantes conviven hoy en razonable sintonía en el Gobierno autónomo. Unos mandos policiales desbordados reclaman la acción urgente de los dirigentes políticos para encarar este nuevo brote de violencia religiosa, expresión de la falta de acomodo de los protestantes radicales en la Irlanda del Norte surgida de los acuerdos de paz. En definitiva, se sienten discriminados frente al creciente peso político y demográfico de los republicanos católicos.

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El calendario de desfiles que preparan los protestantes para el 29 de septiembre —cuando se cumplirá el centenario de la sublevación masiva unionista de 1912— es el marco en el que se ha amparado ese sector para dar rienda suelta a su ira. La protesta ante las “restricciones” a las que les somete la comisión encargada de adjudicar las rutas de sus marchas, mientras se muestra más benévola con otros actos organizados por los católicos, derivó el pasado domingo en una agresión contra el desfile de una banda de flautistas republicanos frente a un centro orangista. Solo los cañones de agua de la policía pudieron contener a más de tres centenares de lealistas armados con cócteles molotov, ladrillos y otros objetos contundentes en el barrio de Lower Shankill, que habitan ambas comunidades.

Desde entonces, el episodio ha tenido una réplica diaria y solo cuando las fuerzas policiales ya registraban 62 heridos entre sus filas, el primer ministro de la provincia, el unionista Peter Robinson, salió ayer a la palestra para condenar a “quienes violan la ley” e incurren en la “desobediencia civil”. Muy criticado por su silencio, Robinson prometió buscar una solución a esa “guerra de desfiles” junto a su número dos en el Gobierno, el dirigente del Sinn Fein, Martin McGuinness, con el objetivo de neutralizar nuevos amagos de disturbios y, sobre todo, ante una posible evolución violenta de los festejos unionistas de finales de septiembre.

62 policías heridos

  • Grupos unionistas radicales han provocado disturbios en Belfast durante tres noches consecutivas.
  • 62 agentes de policía han resultado heridos en los enfrentamientos.
  • El primer ministro de la provincia, el unionista Peter Robinson, tardó tres días en condenar los disturbios.

En su comparecencia pública, el primer ministro no aludió explícitamente al suceso desencadenante de los disturbios, el paseo de una banda de flautistas próxima al Sinn Fein (brazo político del IRA) frente a las mismas puertas de uno de los bastiones de los protestantes radicales, con los permisos oficiales en regla. Robinson admitió, sin embargo, su pretensión de acabar con la Comisión de Desfiles, la que define los territorios de las expresiones nacionalistas de ambas comunidades, revelando una desconexión con el mundo real en las calles de Belfast que no avanza a la misma velocidad que los acuerdos políticos.

Tres décadas de enfrentamiento entre comunidades, tuteladas por un Ejército británico que fue parte activa de un conflicto con un balance de 3.500 muertes, no pueden borrarse de un plumazo y a raíz de la firma de los acuerdos del Viernes Santo en 1998. Al igual que el abandono de las armas por parte del IRA se tradujo en focos de disidencia hoy controlados pero no extinguidos definitivamente, el bando de los unionistas radicales muestra crecientes tensiones internas. Sus líderes políticos encabezan el Gobierno del Ulster, pero los principales grupos paramilitares (UVF y UDA) juegan una doble carta. Oficialmente se han adscrito al alto el fuego que impera en Irlanda del Norte, pero al mismo tiempo azuzan a aquellos elementos descontrolados capaces de incendiar las noches de Belfast, como en los últimos días.

Mientras McGuinness, antaño destacado miembro del IRA, cuenta con el respaldo suficiente de sus bases republicanas para saludar públicamente a la reina de Inglaterra hace unos meses, su aliado en el Gobierno, Peter Robinson, debe todavía demostrar que es capaz de controlar a sus huestes en los desfiles orangistas y de alto riesgo de finales de septiembre. La pelota está hoy en el campo protestante.

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