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“Todos somos Pussy Riot”

Las tres jóvenes rusas se convierten en un fenómeno mediático con su rezo punk Las cantantes reciben el apoyo de estrellas de la música o el cine y 60 manifestaciones pidiendo su liberación

Manifestación en Barcelona en apoyo a las Pussy Riot.
Manifestación en Barcelona en apoyo a las Pussy Riot.

Han popularizado los pasamontañas de colores estridentes. Tras su rezo antiputin en la catedral moscovita de Cristo Redentor, las Pussy Riot se han convertido en un fenómeno global, como asegura el diario norteamericano, The New York Times. Pocas víctimas del acoso de un Estado han conseguido, como las Pussy Riot, el apoyo de figuras del espectáculo como Madonna, Paul McCartney o Sting. 60 concentraciones en todo el mundo han apoyado a las jóvenes el día de la lectura de la sentencia. El perfil de twitter que pide su liberación tiene ya más de 12.000 seguidores y casi dos millones de personas han visto el vídeo colgado en Youtube de su irreverente “Madre de dios, líbranos de Putin”.

Popes de la iglesia ortodoxa rusa como Andréi Kuráyev, profesor de la Academia Espiritual de Moscú, se habían manifestado contrarios a una sentencia condenatoria para las tres jóvenes del grupo punk por temor a que se convirtieran en mártires. Sus temores se han cumplido. Las defensa activa de las tres cantantes de punk rusas se ha canalizado a través de la web www.freepussyriot.org En ella se puede ver la larga lista de convocatorias en ciudades tan distintas como Barcelona, Viena, Kiev u Otawa. La página tiene su réplica en twitter y Facebook, páginas muy activas a lo largo del día, en las que se pueden ver imágenes de las manifestaciones --ninguna de ellas demasiado multitudinaria-- ante las puertas de las embajadas rusas de más de cincuenta ciudades. 200 personas se reunieron en París, 50 en Bruselas, 20 en Madrid, 50 en Barcelona o un centenar en Nueva York). En Sofía, la capital búlgara, el monumento al ejército soviético apareció con el característico pasamontañas de color de las cantantes. "Las Pussy Riot son un símbolo de la lucha por la democracia en Rusia", aseguraron a la agencia AFP los activistas que organizaron la performance. En Ucrania, una feminista en topless y pasamontañas cortó una cruz con una motosierra y en Nueva York, un grupo de manifestantes punk desafiaron a los agentes situándose en las puertas de una iglesia ortodoxa búlgara y redecorando un memorial de guerra.

A la popularidad de las tres jóvenes rusas ha contribuido el apoyo de estrellas mediáticas como Madonna. La cantante norteamericana pidió la liberación de las Pussy Riot en un concierto en Moscú, Paul McCartney ha escrito una carta en su página web y la islandesa Bjork dijo en un comunicado: "Me gustaría invitar a las Pussy Riot a acompañarme en el escenario con una canción que fue escrita para un mejor funcionamiento de la justicia. En una gira por Rusia, los Red Hot Chilli Peppers llevaron camisetas de apoyo a las jóvenes.

Pero no solo el mundo de la canción se ha volcado con las chicas punk. El filósofo francés Bernard-Henri Lévy, el actor y director norteamericano John Malkovich o la popular actriz Chloe Sevigny, que participó en un acto anoche en un local de Manhattan con lectura de un manifiesto, han condenado la represión de la Justicia rusa. Y Amnistía Internacional ha tardado minutos en emitir un comunicado en el que se asegura que la condena es “un duro golpe para la libertad de expresión en el país”. “La organización considera a las tres activistas presas de conciencia, detenidas únicamente por la expresión pacífica de sus creencias”, añade.

El president Vladimir Putin pidió, el pasado 2 de agosto, que las Pussy Riot “no debían ser juzgadas con mucha dureza”. La jueza las ha condenado a dos años de prisión.

Y es que en Rusia no son tantas las voces favorables a las jóvenes cantantes punk. A pesar de las 400 personas que han rodeado hoy el juzgado en el que se leía la sentencia, un sondeo realizado hoy mismo en Rusia asegura que solo un 6% de la población siente simpatías por las jóvenes, mientras que un 51% dice no encontrarles nada bueno o, incluso, sentir irritación u hostilidad hacia ellas. Una sensación posiblemente motivada por los años de represión religiosa durante la época soviética.

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