Optimismo en las filas rebeldes: “Ahora es nuestra oportunidad”
La guerra en las calles de Damasco da esperanzas de avance a los insurgentes sirios
“Ahora es imposible que la gente en la capital no sepa lo que está pasando”, dice Husein, un activista de la oposición, en Al Qusayr (Siria). “Los que estaban mirando tendrán que decidir de qué lado están, ahora que pueden salir al balcón y contemplar la guerra que han ignorado durante tanto tiempo”, añade. La llegada de los combatientes del Ejército Libre Sirio (ELS) al centro de Damasco entusiasma a la resistencia, que ve cierto avance en esta guerra lenta y sangrienta que dura ya un año y cuatro meses. “A Bachar [el Asad] le tienen que estar temblando las piernas, los nuestros llegaron muy cerca del palacio”, afirma sonriente.
El atentado que ha matado a pilares del régimen como el ministro de Defensa, Daouf Rajha, y su número dos, Asef Shawkat, el cuñado del presidente de Siria, sin duda ha elevado aún más la moral de los insurgentes.
La gran incógnita es saber qué hará la población que no ha tomado posición hasta el momento. “No hay tiempo de que se separen en zonas, los proAsad en unos barrios y los anti en otros, como pasó en Beirut”, reflexiona Husein, cuya familia, residente en Al Qusayr, huyó de las bombas y se encuentra refugiada en los alrededores de la capital. Los activistas no tienen respuesta acerca de lo que les puede ocurrir a los que el ELS señale como aliados del régimen: las minorías alauí (rama chií del islam a la que pertenece la familia de El Asad), cristiana, o gran parte de la burguesía musulmana suní que se ha beneficiado de los privilegios del poder en estos últimos años.
Lo que está claro es que la lucha por Damasco no será fácil. “El Asad movilizará todas sus fuerzas y habrá grandes masacres contra nuestra gente”, augura Husein. “Es una guerra urbana y eso nos beneficia porque no tenemos artillería pesada, pero sí somos buenos en la guerra de guerrillas y, si El Asad saca los tanques a la calle en Damasco, será su final”. Los sirios, sin vida normal en todo el país, miran asustados la televisión, en uno y otro bando.
Muchas personas huyen de uno y otro bando porque se quedan en minoría y temen represalias. Se estima que millón y medio de personas están desplazadas dentro de Siria por el conflicto y más de 110.000 se han refugiado en países vecinos.
La situación es caótica. Las katibas (brigadas) del ELS son muy numerosas y actúan, en muchos casos, sin coordinación con el mando central rebelde de Turquía. Sus miembros aseguran que hacen prisioneros a sus enemigos, aunque se han hallado en el pasado fosas comunes que prueban que hay ejecuciones en ambos bandos. Para confirmar sus palabras, el comandante Abu Alsoos exclama “aquí tenéis la prueba”, mostrando a cuatro soldados de El Asad, con claros signos de violencia y que aseguraban haberse cambiado de bando, en un cuartel en las inmediaciones de Al Qusayr. Fueron capturados hace unas semanas, cuando las tropas rebeldes tomaron el Ayuntamiento, donde se encontraban. No hay noticias del resto de los capturados, en total 21 hombres.
En Al Qusayr, donde muere gente a diario por las bombas (el martes murieron tres hombres y una mujer víctimas de morteros que cayeron en sus casas mientras dormían), los corrillos son un hervidero de rumores que hablan de movimientos de tropas gubernamentales de Tartus hacia Damasco, del refuerzo de la frontera con el Líbano con los insobornables shabiha (paramilitares), informaciones imposibles de confirmar dadas las dificultades de movimiento en Siria en estos momentos y las difíciles comunicaciones, cuando ambos bandos se disputan el control de cada cruce.
No es la primera vez que el ELS llega tan cerca del palacio presidencial de los El Asad, aunque ahora la resistencia se siente más fuerte, con el refuerzo de sus filas con simpatizantes que aportan dinero, armas y hombres a unas fuerzas rebeldes que no tienen prisa y actúan con pequeñas operaciones, sabiendo que luchan contra uno de los más fuertes ejércitos de Oriente Próximo, asesorado por Irán.
Uno de los ejemplos de esos “nuevos” amigos del ELS es Omar, un joven de origen sirio de 24 años que vive en Dubái que ha vendido su empresa por 60.000 dólares (50.000 euros) para crear una brigada. “Perdí a 12 miembros de mi familia en Bab Amro, así que he decidido venir y luchar con los míos para acabar con Bachar", explica. Con seis de sus mejores tiradores, se acerca sigilosamente a un puesto de control del régimen en los alrededores de Al Qusayr. Toman posiciones y disparan. “Creo que he matado a tres. Lo siento mucho. Pero esto hay que hacerlo”, asegura Omar con firmeza. “Después de un año y medio, ha tenido tiempo de desertar, saben perfectamente lo que están haciendo”.
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