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CRISIS DE DEUDA EUROPEA

Los griegos acumulan dinero y alimentos ante la deriva política

El Plan de austeridad se queda sin defensores para las elecciones del domingo

Enric González
Una familia pide limosna a la puerta de un comercio cerrado en Atenas.
Una familia pide limosna a la puerta de un comercio cerrado en Atenas.Oli Scarff (Getty Images)

Los griegos afrontan las elecciones generales del domingo, las segundas en un mes, sin grandes trepidaciones. Simplemente se preparan para cualquier eventualidad. Se aceleran las retiradas de depósitos bancarios, se almacena comida en casa y se observa con mucha atención la crisis general del euro. El plan de austeridad ya casi no tiene quien lo defienda: incluso los conservadores de Nueva Democracia, paladines del europeísmo y el cumplimiento de los compromisos, dicen que hay que renegociar lo firmado.

Los recortes impuestos por los acreedores (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional) han demostrado ser un bucle recesivo. Cuanto más se recorta el gasto, más menguan los ingresos y más difícil resulta pagar la deuda. El Estado ha recaudado en el último ejercicio, de mayo de 2011 a mayo de 2012, 19.400 millones, mil millones menos que el año anterior y 660 menos de lo que tenía previsto. Grecia ha hecho lo que se le ha exigido y ha reducido su déficit primario a 2.400 millones, cuando el objetivo era de 4.200 millones. Pero cuando a ese déficit se suman los intereses de la deuda, incluso tras la condonación de una parte de la misma, los objetivos saltan por los aires.

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Según los datos publicados el martes por el Ministerio de Finanzas, el Estado solo está pagando salarios de funcionarios y pensiones: todo lo demás, desde los medicamentos de los afiliados a la Seguridad Social hasta las obras públicas imprescindibles, se deja a deber. Y aún así, solo queda dinero hasta julio. La Inspección de Trabajo también es pesimista. Estima que más de un tercio del empleo se refugia en la economía sumergida y que, pese al recorte de los salarios, de casi el 25%, el trabajo en negro crece de forma constante.

No es extraño que los ciudadanos retiren dinero de los bancos. La agencia Reuters, citando fuentes de las mayores entidades bancarias, dijo ayer que hasta 800 millones de euros dejaban cada día las cuentas corrientes para desplazarse a títulos en dólares, bonos alemanes, cajas de seguridad o escondites domésticos. Otras fuentes reducen la cifra de retiradas a la mitad. En cualquier caso, pese a que cuatro de cada cinco griegos se declaran partidarios de seguir con el euro, declina la confianza en que se pueda mantener la unión monetaria. Quien puede, acumula en casa euros y provisiones por si la situación revienta.

Impera la sensación de que los días que faltan para las elecciones son tiempo perdido. Y no existe garantía de solución. Nadie obtuvo una mayoría suficiente en la convocatoria electoral de mayo y el peligro de un nuevo fiasco es ahora el mayor miedo. ¿Qué pasaría si, pese al “premio” de 50 escaños al partido más votado, tampoco nadie pudiera gobernar? ¿Habría otras elecciones? ¿Exigirían los acreedores una dictadura tecnocrática? ¿Alguien apelaría al Ejército? No hay nada previsto.

Tanto el partido conservador Nueva Democracia como los izquierdistas de Syriza se declaran seguros de la victoria. No deben estarlo tanto, vistos sus ejercicios de prestidigitación y sus esfuerzos por captar hasta el último voto indeciso. Nueva Democracia solía prometer rigor económico, europeísmo a ultranza y cumplimiento estricto de los acuerdos con los acreedores. Ahora, sin embargo, admite de forma abierta que el plan de austeridad firmado por el anterior Gobierno, el llamado “protocolo”, hace imposible pagar la deuda, y anuncia una “renegociación amistosa” con los socios europeos y el FMI. Algo muy parecido a lo que venía proponiendo Alexis Tsipras, líder de Syriza. Tsipras insiste en la renegociación, pero habla también de un gran “programa para el crecimiento” sin que se sepa de dónde sacará el dinero para acometer inversiones públicas y a la vez devolver las pensiones, los subsidios y los salarios al nivel anterior a los recortes.

Los sondeos, que la ley electoral impide hacer públicos en Grecia, pronostican un resultado muy parejo para Nueva Democracia y Syriza. La noche del recuento puede ser larga. Tanto la derecha como la izquierda coinciden, sin embargo, en que el contexto del euro cambia con rapidez y en que la crisis generalizada abre un resquicio de esperanza para los griegos. Su país es el que está peor dentro de la zona euro y, de hecho, se ha hundido en la quiebra, pero hay otros intervenidos, se ha abierto incluso la opción de la intervención “a la carta” con la ayuda a la banca española, y ni siquiera los políticos alemanes pueden dejar de ver que la moneda, y con ella más de medio siglo de construcción europea, puede irse al garete en cuestión de poco tiempo. La idea de combinar austeridad y estímulos al crecimiento (con la contrapartida de una devaluación del euro y una mayor inflación) ya no es una excentricidad de un griego populista como Tsipras, sino una propuesta formal de presidentes como el de Francia o el de Estados Unidos.

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