La suerte de los dictadores de la 'primavera árabe'
Muamar el Gadafi, muerto de un disparo en la cabeza, ha sido el que peor suerte ha corrido
La llamada primavera árabe, el proceso prodemocrático iniciado en la localidad tunecina de Sidi Bouzid, donde Mohamed Bouazizi prendió la mecha al quemarse a lo bonzo en diciembre de 2011, ha sacudido los cimientos dictatoriales del norte de África y Oriente Próximo. La suerte de sus dirigentes ha sido, no obstante, muy dispar. Si Túnez fue el país pionero en levantar su voz frente a la dictadura, Egipto lo ha sido en ajusticiar al hombre a los mandos del Gobierno durante la violenta represión de las manifestaciones. El rais Hosni Mubarak ha sido el primer mandatario depuesto durante la primavera árabe y encerrado entre rejas. La justicia le ha condenado a cadena perpetua por la muerte de civiles durante las protestas. ¿Qué ha sucedido con los otros dirigentes golpeados por las revueltas del mundo árabe?
- Zine el Abidine Ben Ali abandonó Túnez el 14 de enero de 2011 acosado por miles de personas que pedían en las calles su marcha. Fue el primer líder de la primavera árabe en dejar el poder. Voló hacia Arabia Saudí junto a su mujer, Leila Trabelsi, y sus hijos. Según su versión, pretendía ponerles a salvo y regresar a Túnez. Pero la aerolínea reemprendió el vuelo sin él. La extradición del que fuera presidente del país durante 23 años es aún hoy una de las espinas que siguen pinchando la transición hacia la democracia. Ben Ali y su esposa fueron declarados en ausencia culpables de robo y posesión ilegal de grandes sumas de dinero y joyas. El tribunal les condenó a 35 años de cárcel.
- Hasta el momento, el libio Muamar el Gadafi ha sido el líder árabe con peor destino durante el estallido de la primavera árabe. El 20 de octubre de 2011, un ataque aéreo de la OTAN, en guerra contra el régimen libio desde marzo, alcanzaba el convoy en el que viajaba. Se encontraba en Sirte, localidad en la que había nacido 69 años antes. En el ataque, Gadafi resultó herido y trató de esconderse en una tubería de desagüe. Los rebeldes libios le encontraron, detuvieron y apalearon. Murió unos minutos después de un disparo en la cabeza.
- Un año y dos meses tras el levantamiento contra el régimen sirio, el presidente Bachar el Asad se mantiene en el poder y no da muestras de recular. Más bien al contrario. Pese a la condena internacional a la represión contra las revueltas, que según datos de la ONU ha causado la muerte de alrededor de 10.000 personas desde marzo de 2011, El Asad, que pertenece a la minoría alauí que ocupa el poder, mantiene los ataques de su Ejército y matones (shabiha) contra los alzados. La última escalada de la violencia ordenada por El Asad se cebó el 25 de mayo con la ciudad de Hula, en la que murieron 108 personas. La ONU ha instado a abrir una investigación internacional para que los "perpetradores" de los crímenes paguen ante la justicia.
Tanto la UE como la Liga Árabe han aprobado sanciones en contra de El Asad, su esposa, Asma, y el régimen al completo. Desde que comenzó la revuelta, El Asad ha restringido sus apariciones en público. El presidente sirio se dio uno de sus últimos baños de masas durante la celebración de una suerte de referéndum constitucional en febrero.
- Hamad bin Isa al Jalifa no ha visto siquiera peligrar su trono al frente de la monarquía que controla Bahréin. Los 35 muertos iniciales de la revuelta prodemocrática iniciada por la mayoría chií en febrero de 2011 fueron un golpe tremendo para un país con apenas medio millón de nacionales. La presión exterior también contribuyó a que el rey Hamad, suní como su cohorte, nombrara una comisión de investigación. Sin embargo, una serie de informes difundidos en los últimos días por varias organizaciones internacionales concluyen que “las autoridades no han puesto en práctica los puntos clave de la comisión investigadora”. La contestación en las calles a la monarquía no impidió que se celebrará el pasado mes de marzo el Gran Premio de Fórmula 1.
- La revuelta en Yemen ha dejado cicatrices en Ali Abdalá Saleh, el que fuera presidente del país durante los últimos 33 años. Podía haber sido peor. Un ataque contra su palacio en junio de 2011, dirigido por un clan rival o por opositores del Ejército, le causó heridas y quemaduras (hasta en un 40% de sus cuerpo) que obligaron al mandatario a volar a Arabia Saudí para recibir tratamiento. El pasado 22 de enero, otro avión le sacó de Yemén, adonde había regresado, para que continuara sus cuidados médicos en EE UU. Un día antes, el Parlamento yemení, siguiendo el plan del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) sobre el abandono del poder de Saleh, había dado luz verde a su inmunidad. El que fuera vicepresidente de Saleh, Abd Rabbo Mansur Hadi, ocupa ahora la jefatura de Estado.
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