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¿Formación moderna o estudios de vía estrecha?

Preguntas y respuestas sobre el Plan Bolonia

Vista de un aula del Campus de Esade, diseñado y construido bajo los criterios del Plan Bolonia, en Sant Cugat del Vallès, Barcelona
Vista de un aula del Campus de Esade, diseñado y construido bajo los criterios del Plan Bolonia, en Sant Cugat del Vallès, BarcelonaMarcel.li Saenz Martinez

En realidad, el Plan Bolonia debería simplificar la vida estudiantil. Con los nuevos títulos de licenciatura y máster, los estudiantes podrán pasar sin problemas de una universidad a otra en toda Europa, prometían los reformadores. Además, los jóvenes tendrán más rápidamente un título en la mano y podrán empezar a cosechar experiencia profesional mucho antes. Pero estas grandes expectativas no siempre se han cumplido en la práctica.

¿Qué es el Plan Bolonia?

Esta reforma persigue dos objetivos fundamentales: un espacio común europeo de enseñanza superior gracias a titulaciones equiparables y unos estudios claramente orientados a conseguir la capacitación de los titulados para ejercer una actividad profesional, lo cual trae consigo un ingreso más temprano en el mundo laboral. El proceso Bolonia –puesto en marcha en 1999 por 30 ministros de educación europeos en la ciudad italiana del mismo nombre y en el ínterin suscrito por 47 países– debía crear un espacio único de formación superior para el año 2010. En Alemania, la reforma ya se ha puesto oficialmente en práctica: actualmente el 85% de las 15.000 titulaciones termina con las nuevas titulaciones, todas menos medicina, derecho y en parte magisterio, así como otros notorios focos de resistencia. En los últimos años se han sustituido sistemáticamente los antiguos títulos de “magister” y “diplom” por el de “licenciado”, que por lo general dura seis semestres. A este primer título, que ya debe cualificar para la actividad profesional, se puede añadir un máster (casi siempre de cuatro semestres de duración).

¿Cómo se obtiene el título de licenciado?

Los países del Plan Bolonia han adoptado el “European Credit Transfer and Accumulation System” (ECTS) para medir de manera más efectiva las calificaciones estudiantiles y conseguir que sean equiparables a nivel internacional. Antes solo se registraba el tiempo que duraba un seminario (horas semanales en el semestre), pero con la nueva moneda de puntos también se mide el esfuerzo de la preparación y el trabajo posterior (“workload”). El estudiante se inscribe en módulos y en seis semestres consigue, por ejemplo, tantos puntos ECTS como se requieren para obtener la licenciatura. Cada módulo concreto recibe una calificación y todas ellas confluyen en la nota final. Cualquier error cometido cuenta en la carrera. En este riguroso sistema, por lo general uno no puede permitirse la holgazanería; frecuentemente, se pierde de vista todo lo que va más allá los límites de la propia asignatura. En cuanto a contenidos, la licenciatura supone la condensación deliberada de una asignatura. Su objetivo consiste en desarrollar "competencias" en el ámbito de los fundamentos; a continuación, será el máster el que sirva para especializarse.

¿Contra qué protestaron los estudiantes hace tres años?

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En otoño de 2009, los estudiantes salieron a la calle en docenas de ciudades alemanas para protestar contra el Plan Bolonia. A partir de la protesta, en un principio local, que tuvo lugar en Viena, la chispa se fue propagando a través de las redes sociales como un incendio imparable. La crítica se centraba en la escolarización de la formación académica. Al mismo tiempo, se decía que la sobrecarga de trabajo y exámenes de la licenciatura era demasiado elevada. De hecho, muchas cátedras se habían limitado a meter a presión en la licenciatura los contenidos del antiguo título más largo; también porque muchos catedráticos insistieron en que no se hiciera ninguna reducción precisamente en su asignatura. Tras las protestas, ministros y rectores prometieron mejoras.

Prácticamente no hay una escuela superior que no haya introducido la figura del comisionado del Plan Bolonia, y en muchos sitios se han organizado proyectos de diálogo en los que estudiantes y profesores han montado conjuntamente una reforma de la reforma. Son equilibrios en la cuerda floja: si se eliminan contenidos, eso refuerza a los críticos que consideran que el modelo de la reforma fomenta de todos modos unos estudios de vía estrecha. La financiación constituye un problema aún no resuelto. En realidad, el planteamiento Bolonia prevé una intensificación del trabajo en pequeños grupos. Eso cuesta dinero destinado a pagar personal adicional. Pero, debido a las dobles promociones de bachillerato, en algunas regiones las escuelas superiores están registrando una afluencia récord de estudiantes de primer año que también tienen que costear. La crítica a los principios del plan Bolonia no ha enmudecido hoy día, pero sí es mucho más queda.

¿Se acepta la licenciatura en el mercado de trabajo?

A menudo las dificultades que hay que afrontar para ser admitido en el máster provocan enojo. Las universidades también se ven obligadas a poner cuotas de acceso por motivos financieros. En el pasado se han dado casos en los que ni siquiera las buenas notas en la licenciatura han bastado para proseguir los estudios. Pero la afluencia al nivel dos del plan Bolonia no ha decaído. Según las encuestas, menos de la quinta parte de todos los estudiantes alemanes de la licenciatura universitaria se contentan con la primera titulación. Sin máster se sienten como académicos de segunda clase; y saben que en asignaturas como arquitectura o química, prácticamente es imposible hacer carrera solo con la licenciatura. Ciertamente, algunos estudios constatan que solo existe un paro marginal entre los poseedores del título de licenciado; pero encuestas dirigidas a las empresas recogen quejas sobre la aptitud de los titulados. Argumento: demasiado inmaduros, muy poco aptos para la práctica. En estos momentos, la cuestión del máster es la mayor zona en construcción del plan Bolonia en Alemania. Estará realmente en marcha en un par de años, siempre que los muchos estudiantes que ahora inician sus estudios no prefieran entrar en el mercado de trabajo con el título corto.

¿Qué ocurre con la movilidad?

Otra zona en construcción. Por un lado, muchos estudiantes se quejan de las dificultades que acarrea integrar uno o dos semestres en el extranjero dentro del riguroso plan de estudios. Por otro lado, la falta de reconocimiento de las calificaciones obtenidas fuera constituye un problema más. Sobre el papel ya existen las condiciones previas para la equiparación: el sistema ECTS. Pero el problema está en las cabezas de muchos profesores. Todavía sigue existiendo esa especie de arrogancia del estamento profesoral según la cual el propio plan de estudios es el único verdadero. En cualquier caso, es absolutamente comprensible que un docente alemán se muestre escéptico cuando alguien ha hecho, por ejemplo, un seminario en Kazajstán, el más reciente miembro del Plan Bolonia. La ciencia teme la pérdida de calidad. La sección alemana de la red de estudiantes Erasmus, presente en todo el mundo, nos remite a encuestas dirigidas a estudiantes que han regresado del extranjero. Según dichas encuestas, solo algo más de la mitad de los alumnos han conseguido la completa convalidación de las calificaciones obtenidas fuera del país. Lo habitual es más bien un descenso de nivel del número de puntos ECTS. Los críticos de los principios de la reforma dicen: “No ha fracasado Bolonia, sino Bonn”, porque la conferencia de rectores de escuelas superiores tiene su sede en la antigua capital federal.

¿Cómo proseguirá la reforma?

En realidad, la crítica a menudo va dirigida a las condiciones de estudio: en seminarios en los que deberían debatir apasionadamente 15 participantes se amontonan 60 personas; o la catastrófica asignación de número de alumnos por profesor en universidades masificadas que hace que el catedrático sea para los estudiantes una figura borrosa vista de lejos. Si se dotara de más dinero a las escuelas superiores, también se lograría una mejor puesta en práctica del Plan Bolonia. En este contexto, Alemania, con un presupuesto en gran parte estancado, todavía está en una buena posición: en otros países de la UE, las partidas destinadas a la formación académica se han reducido drásticamente debido a la crisis del euro. Además, aunque existan dudas sobre su capacidad, los poseedores del título de licenciado en Alemania encuentran trabajo debido a la buena coyuntura. No ocurre lo mismo en países con una elevada tasa de paro juvenil como España. Lo que falta en Alemania es el trato honesto a los frutos de la reforma. Un académico de 22 años: eso es algo con lo que la economía ha soñado durante años. Pero hoy en día apenas sí se concede a los titulados el hecho de que unos estudios más cortos solo permiten obtener un conocimiento y una formación de la personalidad más limitados.

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