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ELECCIONES EN GRECIA

Tareas hercúleas para un Gobierno

El nuevo Ejecutivo deberá recortar otros 11.000 millones, liberalizar servicios y privatizar empresas públicas El Estado despedirá a 150.000 funcionarios

Un sacerdote ortodoxo vota hoy en Atenas.
Un sacerdote ortodoxo vota hoy en Atenas.SAKIS MITROLIDIS (AFP)

El Gobierno de coalición saliente, formado por socialistas y conservadores —más el populista Laos hasta febrero—, ha satisfecho el 75% de las obligaciones contraídas con Bruselas para el segundo rescate, de 130.000 millones de euros, cuando el tecnócrata Lukas Papademos se hizo cargo de las riendas del mismo, en noviembre, tras la espantada del socialista Yorgos Papandreu. El 25% de trabajo restante recaerá en el próximo Ejecutivo, una carpeta “con un 20% de decisiones ministeriales, tramitables en los próximos días y otro 5% de decisiones políticas, que deberán ser adoptadas por el nuevo Parlamento”, según Pantelis Kapsis, portavoz del Ejecutivo en funciones. “Pero lo perentorio ya se ha hecho. Los miembros de este Gabinete no estaban ahí para hacer política, sino para cuadrar cuentas”.

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La tarea más ardua será recortar entre 2013 y 2014 unos 11.000 millones de euros suplementarios por imperativo del Fondo Monetario Internacional, que junto con la Comisión Europea y el Banco Central Europeo forman la troika; es una condición sine qua non para que Grecia continúe recibiendo ayuda. Pero ¿de dónde suprimir si el salario mínimo ya ha bajado entre el 22% y el 32%? ¿De las pensiones, que se han reducido de media un 15% (y un 20% extra, las superiores a 1.200 euros)? Muchas de las gestiones pendientes, sobre todo la privatización de empresas públicas, la liberalización de los colegios profesionales y la supresión de puestos de trabajo en la Administración, se topan además con una contestación social sin precedentes que ayer se tradujo en las urnas.

Es el caso de los colectivos de taxistas, abogados o notarios, renuentes a quedarse sin su coto privado de privilegios. “Todas las medidas adoptadas han generado huelgas y protestas, sobre todo desde el sector público y especialmente entre los colegios profesionales, que están aislados de la realidad”, explica Kapsis. “Porque la crisis no es solo responsabilidad de los dos grandes partidos, sino de la sociedad entera: de los sindicatos y los colectivos profesionales; de los defraudadores de impuestos, de los particulares cuando untaban al médico o al notario. Pero el Gobierno de Papademos ha logrado mantener dentro de unos cauces las protestas”, añade el portavoz del Gobierno.

La supresión de puestos en la Administración —desaparecerán 150.000 empleos hasta 2015, solo 15.000 este año— debería empezar el próximo julio, pero acumula retraso; los despidos, además, incrementarán las cifras de paro, que ya es del 21,7% (datos de enero). La liberalización de los gremios, que implica poner fin a la evasión de impuestos y a la inveterada costumbre del fakelaki (sobrecito), el soborno, también avanza muy despacio. El último Consejo de Ministros planteó un recorte del 12% de los sueldos de profesores universitarios, médicos de la sanidad pública, policías y militares. También dar luz verde a la privatización de varias empresas públicas —operación que se topa con un momento de retracción de los mercados—, así como estudiar nuevas tasas inmobiliarias y un recorte del gasto farmacéutico. Todas estas decisiones deberán ser aprobadas por el nuevo Ejecutivo.

El segundo rescate, que se suma al otorgado en mayo de 2010 por valor de 110.000 millones de euros, servirá para pagar los intereses de la deuda y recapitalizar los bancos, una tarea que está previsto que concluya el próximo otoño. Las cuatro entidades más importantes del país, con pérdidas de 26.000 millones, recibirán una inyección de 18.000 millones.

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Pero de todas las tareas pendientes, puede que la que más le cueste al nuevo Ejecutivo —en el supuesto de que se forme uno en un plazo razonable de tiempo, y no haya que volver a repetir elecciones— será recomponer el clima de entendimiento político, siempre muy sui generis en Grecia, pero definitivamente roto con un Parlamento tan atomizado.

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