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David Cameron afronta las municipales en plena crisis política

La elección del alcalde de Londres marca el futuro de los conservadores Boris Johnson aventaja a Ken Livingstone por la alcaldía de la capital Los recortes al gasto público debilitan a los 'tories'

David Cameron y su mujer, Samantha salen del colegio electoral
David Cameron y su mujer, Samantha salen del colegio electoralPETER MACDIARMIND (Getty Images)

David Cameron afronta las elecciones municipales de este jueves en su momento de mayor debilidad desde que hace dos años llegó a Downing Street. Las municipales, que en Reino Unido se celebran cada año renovando —total o parcialmente— alrededor de un tercio de los ayuntamientos, suelen convertirse en un voto de castigo para el Gobierno. El año pasado, los más castigados fueron los liberales-demócratas, que pagaron el precio de su coalición con los conservadores. Este año, los grandes paganos serán los tories, a la baja en los sondeos por el desgaste del ajuste del gasto público.

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Cameron parece por primera vez en posición de clara debilidad y se enfrenta al peligro de la emergencia de su principal rival en el partido: el excéntrico alcalde de Londres, Boris Johnson. Los sondeos pronostican que será reelegido frente a su antecesor y rival de hace cuatro años, Ken Livingstone. Aunque la ventaja que le dan es demasiado estrecha como para asegurar su victoria —un 52% contra un 48%—, un triunfo holgado de Johnson, combinado con un fracaso espectacular de los conservadores en el conjunto del país, debilitaría al primer ministro e impulsaría la ambición de Johnson de sucederle al frente del partido y del Gobierno.

La batalla de Londres, sin embargo, no ha estado al nivel de hace cuatro años. Boris sigue siendo popular, pero más por su desgarbada imagen personal que por su Gobierno. Su mayor acierto ha sido no cometer errores y no ofrece ninguna propuesta llamativa en su programa. Quizás sea ese vacío lo que le ha hecho perder los nervios varias veces, la última esta semana, utilizando un lenguaje soez que suele ser mal recibido por el público.

Frente a él, el incombustible Livingstone parece esta vez cerca de la combustión, aunque su capacidad de resucitar políticamente hace que su victoria no sea descartada por nadie. Ken el Rojo ya no es el político radical que plantó cara a Margaret Thatcher en los ochenta y a Tony Blair en los noventa, hasta el punto de ganar la alcaldía como independiente cuando en 2000 se eligió por primera vez al alcalde de forma directa. Pero su campaña ha quedado lastrada por la acusación de que ha pagado un tipo muy bajo del IRPF en parte de sus ingresos personales; su explicación de que esa parte estaba destinada a emplear dos ayudantes no ha convencido demasiado. Tampoco él comparece a las elecciones con propuestas revolucionarias como el peaje urbano que introdujo con gran éxito en 2003.

La paradoja que vive Cameron es que si Boris pierde la alcaldía el Partido Conservador lo vivirá como un enorme fracaso y, si la gana, probablemente podrá argumentar que ha sido gracias a su carisma y a pesar de la impopularidad del partido.

Las encuestas nacionales reflejan esa impopularidad. La media de los seis grandes sondeos otorga a los tories el 32% de los votos y a los laboristas el 42%, con los liberales en un calamitoso 11%. La caída del Partido Conservador se debe al impacto del ajuste, que ha llevado a la economía británica a la recesión. Y, aunque el Gobierno achaca esa marcha atrás a la crisis de la zona euro, los laboristas han acuñado con éxito la frase de “una recesión creada en Downing Street” porque, cuando ellos dejaron el poder, la economía británica había vuelto a crecer y abogaban por retrasar los recortes para consolidar la recuperación. Y el tiempo parece haberles dado la razón. Pero los laboristas afrontan interrogantes en estas elecciones, como el peligro de perder Glasgow. En términos nacionales, superar el 40% del voto y recuperar la confianza del electorado de clase media de Londres y el sudeste de Inglaterra sería un primer paso para pensar que pueden volver al poder.

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