La huelga de hambre de un activista pone en jaque al Gobierno de Bahréin
Las autoridades niegan que le estén alimentando por la fuerza como asegura su familia
La esposa del activista bahreiní Abulhadi al Khawaja pudo visitarle este domingo en el hospital donde se encuentra ingresado, tras dos semanas sin noticias suyas. Khadija al Musawi acusó a las autoridades de alimentarle a la fuerza, algo que el centro médico rechazó en un comunicado. Al Khawaja, de 51 años, está en huelga de hambre desde el 8 de febrero para denunciar la cadena perpetua a que fue condenado por su implicación en la revuelta popular del año pasado en Bahréin. Su órdago ha puesto a la monarquía gobernante entre la espada y la pared: si le libera, se verá como un signo de debilidad; pero su muerte lo convertiría en un mártir.
"Abdulhadi no ha abandonado su huelga de hambre, pero le han alimentado a la fuerza”, declaró Khadija después de pasar una hora con su marido. La misma alegación fue difundida por otros familiares.
Al autorizar la visita, el Gobierno de Manama intentaba acallar las especulaciones sobre la salud del activista. Pero las acusaciones de la familia solo pueden enardecer más los ánimos de sus simpatizantes entre la mayoría chií que desde el año pasado lidera las protestas contra el control del poder por la familia real (suní).
“El paciente no ha sido alimentado a la fuerza o tratado en contra de su voluntad”, asegura el comunicado difundido esta noche por el Hospital Militar de Bahréin. “Ha estado tomando algunos suplementos nutritivos de forma voluntaria, pero cuando su nivel de azúcar ha bajado de forma significativa hoy, sus médicos han pedido y recibido su consentimiento para insertarle una sonda nasogástrica para alimentarle”, añade el texto que la Oficina de Información del Gobierno envió por email a los periodistas.
Este lunes está previsto que la Corte de Casación pronuncie el veredicto final en el caso de Al Khawaja y otros 20 activistas políticos a los que un tribunal militar declaró culpables de intentar derribar a la monarquía. Esa revisión tendría que haberse anunciado el lunes pasado, pero fue pospuesta una semana sin explicación. Amnistía Internacional denunció que ese retraso estaba “jugando” con la vida de Al Khawaja. El deterioro de la salud del activista, que el viernes 20 de abril le dijo a su mujer que desde la noche del día anterior había dejado de ingerir líquidos, ha aumentado el temor de que pueda morir en detención.
“La última vez que mi madre pudo hablar con él, tenía dificultades para respirar y hablaba muy despacio y muy bajito; estaba claramente muy débil”, señalaba el sábado Maryam al Khawaja, una de las dos hijas del activista, en conversación telefónica desde Dinamarca. La Oficina de Información del Gobierno no atendió la solicitud de EL PAÍS para comentar el caso.
Las autoridades de Bahréin han rechazado el ofrecimiento del Gobierno danés de acoger al activista si es liberado. Sin duda temen que el gesto sea interpretado como una muestra de debilidad. Pero a la vez, quieren evitar que su muerte añada leña a las protestas que siguen produciéndose casi cada noche y que han puesto a la isla-Estado en el centro de la rivalidad regional entre Irán y Arabia Saudí. De hecho, en vísperas del Gran Premio de Fórmula 1 que se celebró en la isla el pasado fin de semana, trasladaron a Al Khawaja al Hospital Militar, el mejor del país.
Maryam no tiene ninguna esperanza en que la Corte de Casación vaya a anunciar este lunes una revisión del proceso. “Ya rechazaron la apelación de mi padre, y ese tribunal solo cumple las órdenes de la gente del régimen. No tenemos un sistema de justicia independiente”, asegura.
También se muestra escéptica respecto a una eventual salida negociada. “Primero porque los gobernantes quieren trasmitir la idea de que están ganando y no van a dar marcha atrás; y en segundo lugar, porque mi padre es una prueba andante de las torturas y malos tratos que se utilizan en la cárcel, saben que hablará sobre lo que le han hecho”, asegura. Advierte además de “la creciente radicalización de la calle”. “Algunos empiezan a tomar como modelo Irán, pero eso no es lo que nos gustaría”, concluye sabedora de que la sombra de ese país limita el interés de la comunidad internacional en el conflicto.
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