El desafío de Hollande
El candidato del partido socialista no va a ganar por ser la gran esperanza del futuro, sino porque es el candidato del principal partido de la izquierda
La primera vuelta de las presidenciales francesas tendrá lugar mañana. Salvo milagro de último minuto, todo hace prever una derrota del presidente de la República, Nicolas Sarkozy. Derrota previsible desde hace años. Lo interesante en la contienda actual es que el vencedor probable, François Hollande, candidato del partido socialista y después de mañana de casi toda la izquierda francesa, no va a ganar por ser la gran esperanza del futuro, sino porque es el candidato del principal partido de la izquierda. La triste realidad de Francia, es que los proyectos de la derecha y del partido socialista no difieren mucho en las líneas estratégicas aunque en medidas sociales se topen. Los dos principales candidatos saben que los márgenes de maniobra son muy estrechos dadas las coacciones europeas y la crisis financiera mundial, pero en vez de abrir un debate sobre como afrontar estos desafíos, los candidatos principales se contentaron con propuestas vagas e imprecisas.
Sarkozy ha dicho claramente que va a "reformar" más el sistema público francés, o sea, incrementar las restricciones. Hollande defiende el modelo republicano en educación y sanidad, la creación de miles de empleos para los jóvenes, pero habrá que ver cómo lo podrá hacer dentro de la camisa de fuerza impuesta por Bruselas. Aboga con toda la razón por la reorientación europea, la renegociación del Tratado de Lisboa (aprobado por una parte importante de los diputados en la Asamblea Nacional), la introducción del objetivo de crecimiento en los estatutos del Banco Central Europeo (vieja propuesta de la izquierda francesa), un plan permanente de ayuda a los países de la zona euro en dificultades. Pero sabe perfectamente que Alemania (los demo-cristianos tanto como los social-demócratas) no aceptará estas propuestas. Sarkozy, en su último discurso, robó a la izquierda la idea de incorporar el crecimiento en la política del BCE, pero sin convencer a nadie. En cuanto a la situación financiera mundial, la campaña no ha traído ni la mínima propuesta factible, limitándose a fórmulas mitineras.
Nicolas Sarkozy ha desarrollado una estrategia totalmente imprevisible, sin líneas directrices, regalando cada día una propuesta "nueva", con lo cual, al final, nadie puede hacer la cuenta ni saber qué es lo que va a quedar de esta táctica de vendedor de mercadillo. Tenía dos problemas graves que resolver: el desgaste de su imagen como presidente de la República y el balance muy negativo de su política social, dedicada durante cinco años a favorecer los privilegiados. Eligió una vía intermedia, que consistió en justificar su política pasada y proclamar al mismo tiempo que ¡"iba a cambiar"! Lleva consigo su desgaste de imagen desde hace ya cuatro años: ningún presidente de la V República sufrió una desvalorización tan permanente y cruel. A final de sus mandatos, De Gaulle contaba un 55% de satisfechos contra 35% de descontentos, Giscard d'Estaing 40% frente a 46%, Mitterrand 54% frente a 33%, Chirac 47% frente a 48%. Sarkozy, hoy, ¡un 36% frente a un despiadado 64% de descontentos! Tal y como lo apunta un sondeo publicado hace unos días, Sarkozy es minoritario en todas las categorías sociales de la población desde 2008, y no ha podido remontar este hándicap. Pero sí que dio la cara con agresividad y fanfarronería. Para colmo, su primer ministro, François Fillon, consigue desde hace tres años ¡un 51% de satisfechos, o sea 15% más que él! En términos objetivos, eso se llama un fracaso rotundo para Nicolas Sarkozy.
La segunda vuelta que se abre ahora verá una alianza de toda la izquierda en torno a Hollande, mientras una parte del electorado de la extrema derecha y del centro votará para Sarkozy. Hollande tiene una reserva de votos mucho más amplia; ganará probablemente el 6 de mayo. El nivel de los abstencionistas determinará la próxima campana legislativa que se va a abrir inmediatamente después de su victoria. Si es alto, puede ser una señal peligrosa para la izquierda pues significaría que los electores han castigado a Sarkozy sin confiar en un verdadero cambio de la izquierda. Si es normal (entre 20 y 30%), la izquierda podrá apostar por el retorno a su seno de la confianza del "pueblo de izquierda". El desafío para Hollande, en esta segunda vuelta, es, desde luego, movilizar a los abstencionistas, reagrupar a la izquierda radical en torno a su proyecto presidencial, abrir las puertas al centro izquierda y dar confianza a todos.
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